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Las escritoras Ana Cemborain Pérez y Cristina Blanco Vázquez en el pueblo de las hermanas Brontë

Escritoras más allá de Jane Austen: mujeres que superaron la sensibilidad romántica para cambiar la literatura

Ana Cemborain y Cristina Blanco, periodista de El Debate, plasman en el libro Más allá de Austen la historia de diez escritoras que superaron los límites de su época para convertirse en iconos literarios

Fuimos muchos quienes descubrimos la lectura gracias a las denominadas autoras de época: esas mujeres que desafiaron, con su vida y con su oficio, las convenciones del tiempo que les tocó vivir. Y lo hicieron con una excelente literatura que hoy forma parte de los denominados «grandes clásicos».

También fue el caso de Ana Cemborain y Cristina Blanco, periodista  además de El Debate: ellas descubrieron que en una sociedad marcada por una literatura exclusivamente masculina, un grupo de mujeres desafió las normas escritas y marcó un nuevo horizonte que se ha perpetuado hasta nuestros días. Y entre ellas, Jane Austen fue tan solo la primera: Mary Shelley, Elizabeth Gaskell, las hermanas Brontë, George Eliot, Louisa May Alcott, Frances Hodgson Burnett, Edith Whartn, Lucy Maud Montgomery y Flora Thompson llegaron después.

Ambas se embarcaron en la aventura de escribir un libro de esos que son, además, una pieza de coleccionismo, especialmente gracias a las ilustraciones de Verónica Sánchez (Ambarai): Más allá de Austen traza un recorrido por todas las que superaron aquella sensibilidad romántica y plasmaron sus inquietudes personales en novelas memorables que nos descubren cómo el tormento de Mary Shelley, la sinceridad de Alcott o el desamparo de las hermanas Brontë convirtieron su vida y su literatura en un legado inolvidable.

Libro 'Más allá de Austen', de Ana Cemborain y Cristina BlancoPaula Argüelles

−¿De dónde nace la idea de escribir este libro?

−En agosto de 2019 decidimos ir al pueblo de las hermanas Brontë, porque siempre habíamos sido muy seguidoras de su literatura y queríamos conocer el pueblecito en el que crecieron, un lugar muy idílico. Y allí empezamos a hablar de la posibilidad de escribir un libro que recogiera toda la vida y las obras de distintas escritoras, que a largo de la época en la que vivieron no habían sido muy famosas ni muy reconocidas. A veces si entras en la esencia de una autora, lees toda su obra y no sabes por dónde continuar; así, este libro es una especia de guía: si te gusta Jane Austen, seguro que te gustan las obras de Mary Shelley o de Frances Johnson Burnett o de Luisa May Alcott. 

−«Hemos creado el libro que siempre quisimos tener», decís. ¿Con qué libro descubristeis la lectura?

−Ana: Yo personalmente debo decir que para lo que me encanta leer ahora, y para ser escritora, de pequeña no leía absolutamente nada. Era horroroso; las lecturas obligatorias del colegio me resultaban una tortura... hasta que me mandaron El Valle de los Lobos, de Laura Gallego. Fue un descubrimiento total. Me acuerdo perfectamente de cuando le pedí a mi madre la segunda parte: se le iluminó la mirada y tardó cinco minutos en ir a la librería a comprarlo de lo emocionada que estaba.

−Cristina: Yo al contrario, siempre me ha gustado mucho la lectura. De pequeña leía muchísimo, los típicos de la colección de Barco de Vapor, pero el libro con el que me enganché de verdad (me lo regalaron en Navidades y me lo terminé de leer en dos días) fue Una serie de catastróficas desdichas, de Lemony Snicket.

−¿Por qué «Más allá de Austen»? ¿Es Jane Austen la común raíz de todas las escritoras posteriores?

−En el fondo siempre supimos que que todo empezaba por Jane Austen. Si te gusta Austen, el resto te van a gustar. Entonces, de alguna manera queríamos reflejarlo en el título. Para nosotras ella sienta un precedente, y fue también lo que nos unió en el Master: creamos un grupo de seguidoras de Austen y este tipo de literatura.

−¿Cómo escogisteis a las diez escritoras, en torno a qué criterios?

−Jane Austen estaba clara, al igual que las hermanas Brontë, que son una obsesión (especialmente Cumbres borrascosas). Con el resto de escritoras buscábamos reflejar a las más conocidas de la época, tipo Mary Shelley o Louisa May Alcott, pero también dar a conocer al público español algunas que a lo mejor se le escapaban porque aquí no son tan conocidas, pero que sin embargo, fuera de nuestro país, tienen cierto reconocimiento. Por ejemplo, Lucy Maud Montgomery escribió Ana de las tejas verdes, y aunque últimamente ha tenido un boom por la serie de Netflix y la están reeditando muchísimo, no era tan conocida. Las adaptaciones de estas autoras tienen mucho que ver también con su popularidad moderna. Además en su propia época eran muy reivindicativas, rompían moldes, cada una a su manera. Por ejemplo, Edith Wharton, que pertenecía a la alta sociedad neoyorquina, se pasó toda su vida criticando su entorno. Flora Thompson se pasó toda su vida siendo cartera, pero sin embargo nunca dejó de escribir; y ha sido un descubrimiento también para nosotras, y eso que al principio no estaba incluida.

Las escritoras Ana Cemborain Pérez y Cristina Blanco Vázquez, en la Feria del Libro

−Algunas son muy conocidas, pero otras quizá no suenan al gran público. ¿A quién creéis que tendríamos que descubrir especialmente?

−Ana: Yo continúo con Flora, porque personalmente he descubierto a una autora que no tiene nada que ver con Jane Austen; sus literaturas son completamente distintas, aunque encuentras una esencia común, especialmente en sus vidas. Flora es una observadora muy analítica, que te puede describir los pétalos de una flor, cómo huele, cómo es... Su trilogía pasó un poco desapercibida en la época.

−Cristina: Yo si tuviese que destacar una, me quedaría con Edith Wharton, porque me sorprendió muchísimo su vida: fue muy reivindicativa, no se dejaba llevar por lo que pudiesen pensar de ella, escribió en periódicos, participó en la guerra y tuvo amantes, aunque nunca se casó. Y su literatura es maravillosa: La edad de la inocencia es un libro imperdible.

−¿Tratan temas actuales, que pueden encontrar eco en nuestra experiencia de hoy? Una joven española de 2022, ¿qué puede aprender de ellas?

−Más que temas, las inquietudes son las mismas. Todas tienen inquietudes que van desde el descubrimiento personal hasta la familia, que son temas que podemos encontrar tanto en Jane Austen con Orgullo y prejuicio como en Alcott con Mujercitas. También el descubrimiento del primer amor o la superación de la pérdida. Mary Shelley dedicó todas sus obras a intentar superar las pérdidas que sufrió a lo largo de su vida, de su madre, de su hermana, de sus propios hijos, de su marido. Tratan temas universales, y su lectura hace que te sientas identificada, aunque hayan pasado dos siglos. Y además te llevan a reflexionar, algo que muchas lecturas modernas no consiguen.

−Dice la introducción que las propias vidas de las escritoras inspiraban sus novelas. ¿Escribían entonces como una forma de relatar su experiencia o de evadirse de ella?

−Una mezcla de ambas. Y también un interés, porque además de una inquietud literaria, también tenían un interés monetario, como en Montgomery. Era una mezcla de querer relatar lo que estaban viviendo y también una forma de superar ciertas experiencias negativas. Por ejemplo, dos de las hermanas Brontë fueron institutrices, estuvieron estudiando en distintos países de Europa, y en sus propias obras reflejaron las experiencias negativas que sufrieron allí. Y con la literatura también le daban la vuelta. Por ejemplo, Jane Austen nos dio en odas sus novelas el final feliz que ella no pudo tener. Ella escribió plasmando los problemas que ella había sufrido, pero dándoles el final que ella hubiera deseado. 

−¿Por qué creéis que existe tanto prejuicio sobre este tipo de escritoras?

−Quizá las adaptaciones son vistas como puro romance, porque al final es lo que rescatas para el cine, porque no puedes abarcar todos los temas sociales que se exponen en la novela. La adaptación de Norte y sur, por ejemplo, acrecienta ese prejuicio de  que son novelas para mujeres y que están reducidas a vestidos bonitos de época, a los pretendientes que puedas tener, a bailes... parece que no van más allá. Hay muchos lectores que nos han escrito tras ver el libro diciéndonos que les gustaría descubrir más a estas escritoras, porque en general no es algo a lo que acceda el público masculino.

Cristina Blanco es redactora de estilo de vida en el periódico El DebatePaula Argüelles

−¿A quién de estas mujeres leísteis primero? ¿Quién fue «vuestra guía» en la literatura?

−Cristina: Jane Austen. Me acuerdo perfectamente: fue en clase de lengua y literatura de 3º de ESO. Tuvimos que escoger un libro de época que fuese bueno, de un escritor que no fuese español, y mi propia profesora me recomendó leer Orgullo y Prejuicio y fue obsesión absoluta.

−Ana: También fue el mío, aunque a mí no me lo recomendó nadie. La verdad es que no tengo ni idea de cómo llegué ahí. Me acuerdo perfectamente de estar leyéndome Orgullo y prejuicio en vacaciones y que la gente se me quedaba mirando porque no es una lectura muy propia de adolescentes... 

−¿Creéis que existe algo denominado «literatura femenina», o que alma y corazón no entienden de distinción de sexos?

−Sí, claramente la hay, pero no consideramos los libros de estas autoras como literatura femenina. Si me dices un Nora Roberts, Danielle Steel... Pero estas novelas son para todo el mundo, aunque entendemos que históricamente se ha relacionado cierta sensibilidad o la forma en la que trataban estas escritoras ciertos temas con el universo femenino. Y esa era la mentalidad también de las editoriales de la época, que pensaban que las mujeres escribían para mujeres.

−Muchas veces se reduce a estas autoras al amor romántico. ¿Creéis que empleaban el amor, las historias románticas, como vehículo para tratar otros temas?

−Sí, aunque en unas se ve más claro. Alcott escribió cómo la obligaron a casarse, con las consecuencias que eso conllevaba, pero hay otras que simplemente escribían, y el amor estaba ahí , y lo usaban como un desencadenante para poder hablar también de otros temas. Por ejemplo Brontë, Austen o Elizabeth Gaskell eran escritoras que escribían lo que les daba la gana; hay otras que, cuando surgió la comercialización de la literatura, empleaban el amor para obtener beneficios, porque sabían que iban a triunfar. 

−Entonces la literatura estaba marcada fuertemente por las voces masculinas, incluso muchas mujeres tenían que usar seudónimos para poder publicar. ¿Eso ha cambiado?

−Las voces femeninas han ganado muchísimo terreno en la literatura, pero también gracias en parte a ellas, por todo lo que hicieron en su época para poder firmar con sus propios nombres. Las hermanas Brontë empezaron firmando con seudónimos para no manchar la reputación de su hermano, que según su padre era el que tenía que triunfar. Y sin embargo, hubo un momento en el que decidieron romper con eso y empezar a firmar con sus nombres para poder tener el reconocimiento que se merecían. Y luego estaba George Eliot, que no quería parecerse a ellas, que no la incluyeran en literatura femenina. Ahora hay claros ejemplos de que hay hombres, como Nicholas Sparks, que pueden escribir grandes romances y que triunfan. Y luego tenemos unas autoras maravillosas que también pueden escribir cualquier género que no esté relacionado con el romance y obtienen un reconocimiento propio y muy bien merecido. A estas alturas ya no distinguimos: lo que queremos es un un buen libro, una buena literatura. Ya no hay «literatura femenina» o «literatura masculina», sino que se trata más del género literario.

'Más allá de Austen', editorial Ciudadela