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La actriz Magüi Mira representando la obra 'Molly Bloom', el 11 de enero en MadridGtres Online

Joyce y la maternidad o la ruptura del arquetipo femenino en el 'Ulises'

En el centenario del 'Ulises' de James Joyce, la poeta y escritora Noemí Trujillo analiza la figura de la madre en la obra del escritor irlandés a través del personaje de Molly Bloom y su monólogo final

Probablemente, el personaje de Molly Bloom es el más importante del escritor irlandés James Joyce, y su monólogo final en el Ulises, el pasaje más citado de todos los que escribió. Por ese motivo, en la celebración del centenario de su publicación hay muchas razones para intentar analizar por qué Marion Tweedy/Molly Bloom es una madre literaria disruptiva y cómo Joyce supera limitaciones anteriores con la creación de este personaje: su condición de mujer no queda anulada por su condición de madre; en ella están presentes tanto la imagen de la Virgen como la de la Cortesana, el mito de Penélope y el de Eva (encarnada en Calipso en el capítulo IV); además, canaliza una serie de fuerzas vitales capaces de derribar estereotipos tradicionales y caminar por lo intrincado de la psiquis femenina.

Uno de los aciertos de Joyce con el personaje es ese empeño por hacer dialogar a Calipso y Penélope, porque ella inicia un camino hacia la develación del mito de la maternidad al poder interpretarse el monólogo final del Ulises como una representación de lo femenino colectivo: de sus anhelos y necesidades más recónditas, pero también de sus insatisfacciones. Lo que puede pensarse, pero no decirse, debido a las convenciones sociales de la época.

Marion Tweedy se lamenta, en el monólogo interior que cierra el Ulises, de no haber tenido nunca una madre que la cuidara; esa declaración abre muchos interrogantes en el lector sobre quién fue Lunita Laredo, madre de Marion, y cómo fue su infancia en Gibraltar. Si ha muerto (no nos lo dice el texto) o ella es hija ilegítima carece de importancia, lo relevante es la ausencia de la madre: «Ellos no saben lo que es ser una mujer y una madre cómo podrían dónde estarían todos ellos si no tuvieran una madre que les cuidara lo que nunca tuve yo» (traducción de J.M. Valverde).

A esta falta de madre hay que sumarle la pérdida de su hijo Rudy a los pocos días de nacer y cuya muerte prematura supuso el fin de las relaciones sexuales con su marido, Leopold Bloom, el «grasientobloom».

Es importante señalar este hueco: Marion, Molly, es una hija sin madre y una madre sin hijo y su vida ha estado marcada por estos traumas familiares. Tiene otra hija, Milly, de 15 años, que está fuera de casa. La primogénita ha abandonado pronto el hogar. Su relación con ella es distante: su marido ha recibido una carta y ella una simple postal. Parece haber una falta de comunicación entre madre e hija.

Marion, Molly, es una hija sin madre y una madre sin hijo y su vida ha estado marcada por estos traumas familiares

Muchas veces, cuando la crítica ha considerado a Molly una ninfómana, una adúltera sin castigo o la encarnación de una María-Puta, olvida esto: que es una mujer marcada por la ausencia de los suyos.

Marion Tweedy está segura de que su marido la engaña, aunque no conoce los detalles; no sabe lo que ha ocurrido en la mente de su esposo al ver a la joven Gerty McDowell sentada en las rocas junto a la playa, como su marido ignora lo que ocurre en su mente de 2 a 3 de la madrugada, cuando él ya se ha dormido. Y puede que su matrimonio no resistiera saberlo, si tomamos como antecedente el relato Los muertos, en Dublineses, y la reacción de Gabriel Conroy al conocer el amor de juventud de su esposa Gretta.

Marion Tweedy desconoce que existe una mujer (Martha) que pregunta a Leopold por su perfume porque quiere imitarla para conquistarlo, porque Marion Tweedy es la gran ausente del Ulises, como Penélope es la gran ausente de la Odisea. Y, sin embargo, ahí está la innovación, su mente libre cierra la que sea probablemente la novela más importante del siglo XX.

La mente libre de Marion Tweedy cierra la que probablemente sea la novela más importante del siglo XX

Molly intuye que su marido sospecha de su relación con Boylan y percibe que le da permiso para llevar a cabo su infidelidad: por ese motivo ha enviado a su hija de 15 años, Milly, a trabajar fuera de casa. La casa, el nido, está vacío. Las variadas fantasías sexuales de Marion/Molly en ese duermevela no son lo más importante del monólogo final, por mucho que se haya criticado al personaje por su carácter pasional, sexual o amoral.

La conquista del espacio femenino

Ama de casa, esposa infiel, artista, madre distante, ¿quién es Molly Bloom? Es una mujer, una madre, que en 1922, siete años antes de la publicación de Una habitación propia, de Virginia Woolf, reclama una cama para ella sola y un cuarto de baño para ella sola, aunque sea solo para poder tirarse un pedo tranquila. Dejando de lado lo escatológico de la afirmación, lo que pide Molly Bloom es espacio propio, individualidad: «Si tuviéramos un baño o mi cuarto sólo para mí de todas maneras me gustaría que él durmiera en una cama solo con sus pies fríos encima de mí nos daría sitio si quiera para soltar un pedo». Joyce plantea la conquista del espacio femenino, primero en el ámbito privado de la casa, después en el ámbito de lo público; y todo comienza en ese baño, que tanto anhela Molly (que tiene apenas 34 años y que fue madre por primera vez a los 19).

A Molly Bloom siempre le gustaron la poesía y las flores, conoce las imposturas del matrimonio de su época (sabe que es una superestructura social que constriñe a las mujeres), las mentiras de su marido y las suyas propias; su aventura sexual con Boylan ha traído un poco de emoción a su vida y la ha llevado a recordar a todos los hombres que ha amado y los que habría podido amar. Marion, perpetuadora de los mitos de Calipso y Penélope, disruptiva por su nombre epiceno, su carácter adúltero sin culpa y su sexualidad agresiva, supone un salvaje cambio en la literatura europea del siglo XX a la hora de representar en la ficción la sexualidad de las madres. La presencia de la menstruación sirve para demostrar a Molly ante el lector que no está embarazada de Boylan: además de no haber culpa, tampoco hay consecuencias de sus actos.

Manuel Arturo Vargas, en Gente de Dublín, comenta que Joyce se atreve, en Dublineses, a plantear nuevos temas en la novela inglesa moderna, tales como la profanación de los sacramentos, la perversión sexual o la alcahuetería. Esa valentía llega a su máxima expresión en el monólogo final del Ulises donde la falta de puntuación, de orden gramatical o estructura formal ayudan a construir una concepción del lenguaje como habla y no como lengua; es una conquista joyceana de la palabra ajena a la norma establecida, pero también una victoria en la ruptura de los arquetipos tradicionales de madres literarias.

Leopold Bloom es un hombre común que come «con deleite los órganos interiores de bestias y aves»; Marion Tweedy es una mujer extraordinaria que ve crecer el polvo mientras intenta dormir. Acepta su cuerpo y disfruta de él, quiere comprarse ropa nueva y pregunta por el significado de la palabra metempsicosis; acepta ser llamada Marion por su amante y Molly por su marido. Es mucho más que la señora Bloom. Ahí la grandeza de Joyce. Sí. De alguna manera, Marion Tweedy/Molly Bloom se ha reencarnado muchas veces en arquetipos femeninos presentes en la literatura del siglo XX: es la hija sin madre, la madre que no tiene relación con sus hijos, la Penélope adúltera, la esposa que se rebela, una nueva Nora.

La poeta y escritora Noemí TrujilloPaula Argüelles

Noemí Trujillo

Noemí Trujillo (Barcelona, 1976) es poeta y escritora y ha publicado catorce poemarios, entre ellos La Magdalena, Lejos de Valparaíso, La muchacha de los ojos tristes (también en edición bilingüe The Girl with Sadness in her eyes) y Solo fue un post. Brooklyn Bridge fue finalista de la XXXIII edición del Premio Internacional de poesía Ciudad de Melilla. Además de poesía y relato breve escribe literatura infantil y juvenil. Es autora de las novelas Suzanne y El amor tan temido, además de varias novelas junto al también escritor Lorenzo Silva, con quien acaba de publicar La forja de una rebelde.