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'Perpétua felicidá', la obra que que reescribe el martirio de Santa Felicidad y Santa Perpetua, convirtiéndolo en drama lésbico

Cuando la izquierda se burla de los santos: Perpetua y Felicidad, del martirio al drama lésbico

Un nuevo episodio de imposible revisionismo histórico para volcar sobre las dos santas las obsesiones no resueltas por la ideología

LA compañía de danza Iniciativa sexual femenina ha conseguido estrenar en La Casa encendida una obra que reinterpreta el martirio de las santas Perpetua y Felicidad como una historia de lesbianismo, dejando boquiabiertos a teólogos e historiadores por los «avances» de su «investigación».

Quiénes son Iniciativa Sexual Femenina

El grupo de danza, célebre por su estética, entre «neopunk» y nudista, y sus manifestaciones a favor de la violencia pirómana en Cataluña, reescriben el martirologio católico con la escenificación Perpetua Felicidá, en un nuevo episodio de imposible revisionismo histórico y en el que vuelcan sobre las dos santas sus obsesiones no resueltas.

Las declaraciones de sus integrantes son un claro ejemplo de esta capacidad de asignarse roles identitarios y reivindicativos, intentando seguir siendo libres con la corriente a favor. Pero el anarquismo, el activismo o las iniciativas ideológico-libertarias son ya, en sí, una reducción de esa libertad y calidad creativa, tan deseada como escasa en el mundo del arte.

Las bailarinas dicen de sí mismas que son «un colectivo que huele a coño», y que, visualmente, «el olor del sudor en la sala es algo a reivindicar», sin saber qué opinaría de estas profundas y razonadas señas artísticas Mijaíl Barýshnikov, Pilar López o Carmen Amaya, y si ese olor bastaría para ser contratadas; aunque puede que ya lo sepan. Por eso, en cierto sentido, reconocen que trabajan con instituciones y espacios municipales de Barcelona porque, «aunque la creación de la danza con pocos medios da gran libertad, nosotras tenemos que vivir, encontrar espacios que nos puedan acoger».

De ahí, que al presentar un proyecto creativo, y que éste pase los cortes de una selección que, quizá, no han conseguido pasar las amistades, tal proyecto se vista de palabras acordes a la moda, como etiquetas de un producto que, por muy libertario, feminista y reivindicativo que sea, no tiene por qué tener calidad.

Santa Perpetua y Santa Felicidad

Santa Perpetua y Santa Felicidad son dos mujeres martirizadas en Cartago durante la persecución del emperador Septimio Severo en el 203 d. C. y de las que se conoce su historia por la Passio Perpetuae et Felicitatis, relato que, según San Agustín, era muy leído entre las comunidades cristianas como modelo de entrega a Cristo. En dicho relato, se ve la insistencia del padre de Perpetua con los nietos en brazos para que ceda y abjure de Cristo, la conversión de uno de sus carceleros al ver la inocencia de las víctimas, la cercanía entre las protagonistas a pesar de su distinto extracto social, y el heroico martirio entre vacas bravas y decapitaciones, anteponiendo el afecto a Cristo por delante de los lazos de sangre o la dinámica represora del poder. Pero no hay una sola palabra en el relato referida a su sexualidad, o a una relación amorosa entre ellas.

El revisionismo que deforma el relato

El revisionismo de la nueva ideología no es amoral ni carece de valores; simplemente, tiene los suyos o los cambia por otros, según la moda. Con ellos, valora y reinterpreta el pasado y el presente desde unas categorías intelectuales aprendidas, aunque estas no concuerden con la realidad. De ahí, el afán por dar un nuevo nombre a las eternas cuestiones sobre lo humano que siempre acompañan la experiencia cotidiana de la vida.

Evidentemente, ni Iniciativa sexual feminista ni ninguno de nosotros puede conocer la tendencia afectiva de dos mujeres martirizadas hace tantos siglos. Tampoco nos interesa. Para el testimonio que recoge la tradición cristiana sobre la historia de Perpetua y Felicidad es lo de menos. Podríamos decir que no tiene importancia frente al hecho novedoso que el martirio relata y que la nueva ideología, obsesionada con el sexo y la autoafirmación de adolescente herido no puede, o no quiere, entender.

El relato recogido no habla de lesbianismo ni de relaciones sexuales en la celda antes de ser torturadas, según la imaginería sensualista de algún pintor victoriano; tampoco habla de liberaciones feministas ni de activismos contra un poder subyugador, sino de la experiencia vital de una esclava y su dueña a las que les une algo en un mundo como el antiguo, absolutamente contrario –como el de hoy– a la relación con un Resucitado, y definido por la separación absoluta de clases.

La historia de estas dos mujeres es el reflejo de la unidad milagrosa que nace de la fe en ése Resucitado; una unidad que es su consecuencia existencial y, por tanto, cultural; que uniendo a las personas, rompe las diferencias y las injusticias sociales de la esclavitud de todos los siglos, tal y como la describe San pablo en la carta a los Gálatas, cuando dice que «ya no hay esclavo ni libre; ni hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús».