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'El fin del mundo' de José Gutiérrez Solana y la oscuridad de una 'España negra' que no existía

El complejo de inferioridad español y la historia de la Inquisición del primer gobierno socialista

«La España negra» tiene su origen histórico, pictórico y cultural en un oscuro prejuicio contra la luz y el color del paisaje existencial español

A propósito de la traída y llevada «leyenda negra española», cuyo origen sabemos bien dónde está, pero no su pervivencia en el tiempo, merece la pena advertir algunas notas culturales para descubrir qué alimenta nuestro pesimismo.

Nada nace de la nada. Por supuesto, tampoco la visión del español vago y envidioso; ausente en su ebriedad constante, amigo de la farra y el desenfreno, aunque, por supuesto, de todo habrá.

Realmente, los hechos de la Historia tergiversada esconden otra España y otros españoles que, de conocer algo su pasado, debería enorgullecernos frente a otras naciones, que no fueron imperio, ni tan siquiera un mes.

Que el español ha interiorizado aplicadamente este complejo se puede comprobar a diario cuando se cita a algunos autores, un tanto molestos con la patria y sus perdidas tierras de ultramar. Los últimos de Filipinas, las derrotas ante Abd el-Krim o la Guerra de Cuba se aparecían como fantasmas del pesimismo y la incertidumbre por «lo español», como si el resto de los países nunca hubieran salido de sus batallas, alguna vez, con el rabo entre las piernas.

'La vida secreta de los cuadros'

Ayuda a comprender este complejo hispano el itinerario cultural que recorre en La vida secreta de los cuadros, el profesor Agustín Sánchez Vidal, donde indica a vuela pluma algunas notas influyentes de nuestro imaginario.

Cuando la Generación del 98 quiso glosar el fracaso español, se pasó de frenada con el apoyo de la prensa, pues la mayoría escribía columnas muy parecidas a las de ahora en las que el la decadencia adornaba cada párrafo. Pues bien, el profesor Sánchez Vidal pone el ejemplo de un sorprendido Ángel Ganivet, que ante los libros de texto de una alumna, « en la parte dedicada a España era exactísima hasta llegar a la Reforma, desde este punto se nos mira ya con ojos más turbios: Felipe II es considerado como un asesino».

Sin embargo, hay otras figuras culturales que, normalmente, ignoramos y que tienen bastante responsabilidad en esta imagen oscura, de una «España negra» desde la visión primera de Goya.

Pintar España de noche

Darío de Regoyos y José Gutierrez Solana decidieron que el «tenebrismo» pictórico y el negro predominante en la vestimenta de la nobleza barroca, serían el punto de partida de una mirada sobre el paisaje de nuestro país; una mirada que resultó ser la suya. Por supuesto, no desconocían el color y la luz de nuestro cielo, ni la intensidad de los pigmentos que imprimían esa luz en los lienzos de sus antecesores. Pero dio igual. El negro sería el color de España, tal y cómo lo había pintado Goya en sus brujas y en su Romería de San Isidro de 1823, en la que parecía haberse olvidado de la alegría de aquella otra, pintada por él mismo, en 1788. Pintor moderno lo llamaron.

La romería de San Isidro, de Francisco de Goya

De este modo, según el profesor Sánchez Vidal, Regoyos recoge la expresión «España negra» en su libro homónimo junto al poeta Émile Verhaeren. «Aunque lo publicaron en 1899, con dibujos y textos de uno y otro, en él se recogen las impresión de los viajes que habían realizado los últimos diez años (…). Eluden el color local y el pintoresquismo chillón, dejan fuera Andalucía, se centran en el norte y Castilla, procurando ver el país de noche. Es una España, por tanto, sesgada» que salta y salpica a Valle Inclán.

En 1920 publica Luces de bohemia donde Max Estrella exclama: «La leyenda negra, en estos días menguados, es la historia de España. Al leer el teatro de Valle Inclán es imposible no pensar en los fusilamientos o en las pinturas negras de Goya». Y de ahí, al tremendismo de Camilo José Cela en la literatura o el pesimismo de Luis Buñuel y, posteriormente, Carlos Saura o José Luis García Sánchez, en el cine.

José Gutiérrez Solana, 'Murga o máscaras tocando'

La negrura de la noche tomó asiento en el interior cultural de un país, que debió cargar con el lastre de país «atrasado y oscuro», cuyo origen está en un prejuicio, alimentado por sus propios artistas e intelectuales.

Jean Dumont, y La historia de la Inquisición del primer gobierno socialista.

En este mismo sentido, viene al caso la furibunda crítica que el excelente historiador Jean Dumont hace a la publicación de cierta Historia de la Inquisición, dos años después de alzarse el PSOE con la victoria en las urnas.

Según Jean Dumont en El genocidio de los católicos en España, hay incluso una fecha (1984) y un partido, que como máquina de propaganda, usa la televisión y las cátedras para esparcir la oscuridad en la historia de la Iglesia. En palabras del historiador francés, El Ministerio de Educación y Ciencia del primer gobierno socialista esparce una visión oscura de España a través de la publicación de una historia de la Inquisición, donde aparecen todos los tópicos existentes y las omisiones interesadas.

Por supuesto, la operación fue subvencionada por el Ministerio. Y en el subtítulo del primer tomo proclamó, ya de entrada, su conocimiento «científico» para desmarcarse de todos los anteriores, y «que repetirá sin cesar a través de toda la obra (…). Así, se nos hace saber que la Inquisición era un instrumento de «control social y arma de naturaleza política».

Dumont acusa a esta publicación de no decir nada del verdadero problema en torno a «los judíos conversos, su insolente arrogancia, y las mil formas con las que oprimían a los viejos cristianos, como testifica el converso Alonso de Palencia; y «se ocultan las sublevaciones previas y masivas del pueblo español contra los conversos judaizantes (minoría poderosa) de 1449, o la segunda de Toledo y Ciudad Real, de 1467…», ni la de Segovia, Córdoba, extendida después a toda Andalucía y La Mancha, los años siguientes, hartos de los abusos judaizantes.

También se ocultan los estudios laudatorios del viajero y diplomático francés J. F. Bourgoing que veía en la Inquisición un «modelo de equidad y benignidad».

En definitiva, según Dumont, la Historia de la Inquisición subvencionada por el ministerio, cegó la posibilidad de ver «la grandeza de discernimiento intelectual que supo tener la Inquisición, cuando rechaza, razonablemente, condenar a Copérnico, Galileo o Descartes, que sí fueron condenados en Roma. Al igual que el hecho de que jamás se destaca la grandeza de la influencia cultural de la propia Inquisición a través de obras de primera fila, especialmente de Rodrigo Caro, consultor de la Inquisición, de Lope de Vega, familiar de la Inquisición, de Pérez de Montalbán, notario de la Inquisición, o de Calderón de la Barca, «poeta inquisitorial en frase de Menéndez Pelayo». Y termina preguntándose si «pensará alguien que exageramos al hablar de genocidio de los católicos en la historia...».