Cinco escritoras contra el victimismo feminista
Escritoras con enfermedades, con circunstancias adversas, obreras o asesinadas en Auschwitz, son mujeres de una grandeza tal que no necesitan nada más que ser conocidas.
Ahora, como en cualquier tiempo, la mujer es valiosa en sí misma, y lo demuestra sin facilidades ni cuotas de empoderamiento. En cualquier circunstancia, la mujer brota como signo de una fortaleza, una decisión y una belleza de otro mundo en éste, sin necesidad de convertirla en enemiga del hombre ni en objeto electoral.
Simone Weil (1909-1943), filósofa
Simone de Beauvoir contó en una ocasión su único encuentro con la apasionada filósofa Simone Weil:
«Una gran hambruna había sacudido China, y me dijeron que ella rompió en sollozos cuando recibió aquella noticia; esas lágrimas me obligaron a respetarla aún más que por sus dotes para la filosofía. La envidiaba porque tenía un corazón capaz de latir para todo el mundo. Un día pude conocerla. No sé cómo entablamos conversación; me explicó en un tono cortante que una sola cosa contaba hoy en toda la Tierra: una revolución que diera de comer a todo el mundo. De manera no menos perentoria le objeté que el problema no es hacer felices a los hombres, sino encontrar un sentido a su existencia. Ella me miró fijamente y me dijo: Cómo se nota que usted nunca ha pasado hambre». Este fue el final de nuestras relaciones».
Y en una carta a George Bernanos, a propósito de la carnicería de ambos bandos en la Guerra Civil, le escribe:
«Sí, es verdad que el miedo desempeña un papel importante en la carnicería; pero donde yo estaba no parecía tener tanta importancia. Mi teoría es que una vez que las autoridades temporales y espirituales han decidido que las vidas de ciertas personas carecen de valor, nada es tan natural en el hombre como matar. Tan pronto como los hombres saben que pueden matar sin temor a represalias, empiezan a matar, o al menos, animan a los asesinos con sonrisas de aprobación».
Etty Hillesum (1914-1943). Asesinada en Auschwitz
Etty Hillesum; esa muchacha holandesa de origen judío, que terminó sus días en Auschwitz un 30 de noviembre de 1943, descubrió la flor silenciosa de la eternidad en medio de la oscuridad, de la muerte y el terror nazi.
Según Joseph Ratzinger esta muchacha de apenas 27 años, «en su vida dispersa e inquieta, encuentra a Dios precisamente en medio de la gran tragedia del siglo XX, en la Shoah. Esta joven frágil e insatisfecha, transfigurada por la fe, se convierte en una mujer llena de amor y de paz interior, capaz de afirmar: vivo constantemente en intimidad con Dios».
Hillesum dejará escrito su itinerario vital a través de cartas y un diario:
«En alguna parte dentro de mí el jazmín sigue floreciendo imperturbable y difunde su fragancia en la casa donde tú, oh Dios, habitas. Ya ves que cuido de ti, que te traigo no sólo mis lágrimas y aprensiones, sino también el fragante jazmín. Y te traeré todas las flores que encuentre en mi camino que, ciertamente, son muchas. Intentaré que te sientas siempre en tu casa».
Flannery O'connor (1925-1964). El límite como lugar de Dios
La enfermedad no impidió que Flannery O’connor fuera considerada una de los mejores escritores del siglo pasado. Esta mujer refleja como nadie la paradoja ardiente, profunda y personal de la novedad católica en el Cinturón protestante del Sur de Estados Unidos. En su prosa y en sus cuentos, la Gracia se asoma a través de lo grotesco, lo violento y lo burdo de la naturaleza humana.
Según Elena Buia Rutt, acercarse a la obra de O´Connor es «frecuentar una zona espiritual ardua; quiere decir mirar la realidad a la luz de un realismo cristiano a veces desconcertante, que hace del límite del hombre un punto fuerte. Una mirada que es tanto más despiadada cuanto más remite a una piedad más grande e incondicional.»
Madeleine Delbrêl (1904-1964). Asistente social y escritora
Madeleine Delbrêl es, sencillamente, una mujer viviendo y trabajando en un barrio obrero y marginal de París, que compartió sus días y sus escritos junto a otras mujeres y hombres, con el Evangelio como única regla de vida.
«Nos has traído esta noche a este café donde has querido ser Tú en nosotros durante algunas horas… Y porque tus ojos despiertan en los nuestros, porque tu corazón se abre en nuestro corazón, sentimos cómo nuestro débil amor se abre en nosotros como una rosa espléndida, se profundiza como un refugio inmenso y acogedor para todas estas personas cuya vida palpita en torno nuestro…»
Dorothy Day (1897-1980). La madre de los desposeídos por la Gran Depresión
Periodista y escritora, es una de las figuras más importantes del siglo XX americano. La Biblia, la Doctrina Social de la Iglesia y la lectura de los grandes literatos como Dostoievski, Tolstoi o Dickens, la enseñaron a caminar y a apasionarse con los desposeídos de Norteamérica durante la Gran Depresión.
«Yo soy madre, y la madre de una familia muy numerosa, por cierto. Ser madre es plenitud, es entrega a otros, es Amor, y, por lo tanto, es sufrimiento. Dios ha hecho asentar a la estéril en su casa, madre feliz y con hijos»