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Cristina Sanz

Sorrentino y Maradona: la historia del cineasta que le debe la vida al Pelusa

Con 'Fue la mano de Dios', Paolo Sorrentino, el gran cineasta italiano de nuestro tiempo, Óscar con La gran belleza, rindió un sentido homenaje a su Nápoles natal y al ídolo que, sin él saberlo, le salvó la vida

La vida, en su devenir, tiene una forma muy particular y elocuente de transmitirnos los grandes acontecimientos que marcaran nuestra existencia; abriendo vías inesperadas para salvar el pellejo. Un beso robado al alba junto al muelle mientras arde el pueblo costero; una caries con muy mala pinta que evita que cojas el vuelo Delta Airlines que acabará en el corazón de hierro y cristal de Manhattan; o ver por primera vez al «Barrilete Cósmico» driblar en la banda con la camiseta del Nápoles mientras tus padres fallecen por una mala combustión de la chimenea en la casa de la sierra. Esta es la historia de Paolo Sorrentino, cineasta italiano, que el mismo día en que perdió a su familia él mismo salvó su vida por ver jugar a Maradona.

Contada con maestría en Fue la mano de Dios, la última película de Sorrentino, la más delicada de las piezas del genio italiano donde con su preciosismo habitual –sostenido en su extensa filmografía desde Las consecuencias del amor–, ésta desgrana la relación con sus padres, con las mujeres, con la vocación latente pero opacada por el ruido... Y con Maradona, quien después de abandonar las filas del Barcelona, recalaba en una Napoli de capa caída, años sumergido en la mitad de la tabla, y con la ímproba misión de volver a hacerlo campeón del Scudetto.

La tensión por la ausencia paterna, sublimada en Fue la mano de Dios, ya está desperdigada en sus anteriores producciones fílmicas. En la obra arquetípica de Sorrentino La gran belleza (2013) –film con el que obtuvo el Óscar a mejor película extranjera–, las referencias familiares, ya sean por parte de padre o de madre, brillan por su ausencia en el discurso o en la memoria de Jep Gambardella, su protagonista, sometido la vacuidad y el desarraigo con su propio arte. Se trata de un escritor acomodado en el «bla, bla, bla» de su tiempo, autoproclamado como «rey de la mundanidad» de la alta sociedad romana, que lleva décadas sin sacar una nueva novela, dedicándose exclusivamente al periodismo cultural decadente por el día y a la farra con sus coetáneos por la noche. La noticia inesperada del fallecimiento del gran amor de su vida a la que no pudo atrapar con su fatuidad, Elisa de Santis, junto al encuentro con «La Santa», una centenaria misionera que vuela a Roma para entrevistarse con el Papa, le devolverán a la escritura cómo método de purificación de un dolor subyacente y vertiginoso llevado a cabo durante el curso de los años. Estos personajes con los que se encuentran le pondrán en relación de nuevo con su juventud, con su historia personal, y dejará de ser ese «viejo» inoculado en la trama, sin raíces y sin memoria, que busca la belleza hasta en los lugares más inusitados por ver que esta se le ha escapado entre la hojarasca.

Un par de años más tarde, en Youth (2015), el sentir de Sorrentino por el Pelusa es mucho más elocuente al dedicarle una secuencia entera a Diego Armando Maradona, su salvador. En un hotel de lujo suizo, donde se congregan personajes destacados de la farándula para pasar sus vacaciones cuando el resto de los mortales seguimos a nuestras labores, se puede ver al `10´ en plena decadencia física y psíquica por los abusos continuados antes y después de su retiro futbolístico, elevando una pelota de tenis al cielo, dando toques precisos a una altura descomunal que rompen con los preceptos de la física mientras su oronda figura se contonea con cada golpe.

La atracción de Sorrentino por Maradona no se queda en la gran pantalla. En The young pope y The new pope en la figura del Becciu ficcional también hay guiños a la nostalgia que dejó tras de sí el Nápoles post-Pibe de Oro.

Fan e ídolo, director y conductor de masas, se van encontrando en las películas del primero y el desgrane de las genialidades y extravagancias dentro y fuera de la cancha del segundo. Al primero todavía le queda mucho por contar de las leyendas del segundo que, sin lugar a dudas, volverá a aparecer en sus próximas películas porque uno no se puede desposeer, por mucho resentimiento que le guarde a la vida, de aquello que le ha hecho posible. Hete aquí la historia de dos genios que se entreveraron por una mala combustión.