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elix Kersten (en el centro) se convirtió en imprescindible para Himmler (a la derecha)

El masajista de Himmler que salvó a 350.000 judíos de los campos de concentración

François Kersaudy revisa en un libro la figura de Felix Kersten, el médico personal de Himmler que intercambiaba masajes por personas de su lista

La historia de Oskar Schindler, que salvó a un millar de judíos y ocupa un lugar de privilegio en la historia, es conocida por todos (gracias en parte también a la película dirigida por Steven Spielberg). Pero la de Felix Kersten, que evitó la muerte de más de 350.000, es todavía desconocida. Por ello el historiador francés François Kersaudy, de 73 años, desvela en el libro El médico de Himmler (Taurus) la historia de quien tuvo en sus manos al ministro de Interior del Reich y jefe de la policía alemana.

En 1939, Felix Kersten (1898-1960) era el prestigioso fisioterapeuta de los ricos. De origen finlandés, había aprendido en su país natal técnicas de terapia fisioneuronal de un doctor tibetano: técnicas que consistían en liberar la tensión nerviosa. Con su avanzado abordaje de la fisioterapia consiguió convertirse en médico de gran parte de la aristocracia europea, y llegó a Berlín para mejorar su técnica y tratar a la alta sociedad alemana.

Su nombre corría entre las élites de los años 30 –entre otros, era el médico de la reina de Países Bajos–, según recoge el libro de Kersaudy. Paralelamente, Heinrich Himmler comenzó a sufrir unos terribles dolores abdominales acompañados de calambres incontrolables, así que se entregó a la «magia» de Felix Kersten.

«La lista de Kersten»

Según el autor, en un primer momento no quiso aceptar trabajar para él, dada su oposición al régimen nazi. Pero después encontró en la propuesta una oportunidad para salvar a los judíos: intercambiaba sus masajes y tratamientos de fisioterapia por listas de nombres de personas a las que salvar.

Desde el primer momento, Kersten supo que podía tratarlo y aliviarlo, pero no curarlo, lo que prolongaría las sesiones médicas y las haría recurrentes. Himmler desarrolló una relación de dependencia con su médico, al que llamaba «buda mágico», debido tanto a sus manos sanadoras como a su enorme apariencia. Se abría con él y empezó a confiarle algunos de los secretos del III Reich: después de todo, era el jefe de las SS.

La primera vez que Kersten sacó la lista de nombres, después de que Himmler le dijera que «tenía poco dinero para pagarle», fue en agosto de 1940. Pero Kersten vislumbró un filón y ya no paró hasta el final de la guerra. Los cinco años siguientes, ese intercambio de tratamientos por liberaciones se multiplicó. Según Kersaudy, Himmler llegó incluso a desobedecer las órdenes directas de Hitler, que mandó volar los campos de concentración cuando los aliados estuvieran a menos de ocho kilómetros.

Kersten estaba compinchado con el secretario de Himmler y el jefe de los Servicios de Inteligencia de las SS. en total, se calcula que logró cambiar el destino de más de 350.000 personas. Sin embargo, no está en la lista de los Justos entre las Naciones del centro Yad Vashem de Jerusalén. «Se arguye que no puso en juego su vida para salvar a los judíos y realizó acciones en las que Himmler estaba de acuerdo», algo con lo que Kersaudy no está de acuerdo.