Contra el 'España es fea', la reivindicación de la belleza de nuestro país
El editor gráfico Andrés Rubio publica un libro con «una mirada a la destrucción del paisaje y el patrimonio de un país en obras», y la prensa internacional se hace eco de su «Spain is ugly». Sin embargo, la belleza no solo está en los ojos del que mira: es también real
Un titular sobresaltaba ayer a los lectores españoles del periódico británico The Guardian: «España es fea». ¿Lo es? Por supuesto que no. Se encuentra posicionado entre los artículos más leídos del día. El editor gráfico del diario El País Andrés Rubio ha recopilado en un libro publicado por Debate lo que él considera «el relato del mayor fracaso de la democracia: el caos urbano y paisajístico». Tras casi dos décadas como responsable de las fotografías del suplemento El Viajero, en lugar de maravillarse con las catedrales, deleitarse con los kilómetros de costa o con los lagos de la España lacustre o enamorarse de los pueblos y ciudades y sus calurosas gentes... él ha decidido centrarse en lo feo. Y va más allá: afirma que toda España lo es.
«¿Por qué la Constitución de 1978 no incluye la palabra 'paisaje'? ¿Por qué no existe en España un Conservatorio del Litoral como el francés? ¿Por qué en 1967 había catalogados más de mil pueblos bonitos en España y ahora no quedan ni cien? ¿Por qué la democracia y su régimen de Comunidades Autónomas han sido gravemente dañinos para el paisaje y, en consecuencia, han arruinado de manera irreparable el imaginario colectivo?», se pregunta en España fea, «un estudio brillante de las barbaridades cometidas sobre el patrimonio español desde el final de la dictadura de Franco hasta la actualidad», según él mismo.
Y claro, la prensa internacional no ha tardado en aprovechar la oportunidad. The Guardian lleva en su portada un 'Spain is ugly' que duele al español, pero también al amante de la belleza (y de la verdad), sea del origen que sea. Y quizá también a algunos de los ingleses que, aunque vengan muchas veces atraídos precisamente por ese desastre urbanístico que Rubio denuncia (y que ellos parecen amar), también saben que es este el lugar del mundo con mayor número de sitios declarados Patrimonio Nacional de la Unesco. Que Spain is different y que como en España, en ningún sitio.
«Yo sí creo que España es fea, aunque no más fea que otros países. Lo interesante del punto de vista de Andrés Rubio es que se fija en los contrastes que hay en España: esa España fea a la que él se refiere nace de un punto de vista», opina Alejandro Olea, que ha sido editor gráfico del diario La Razón durante casi veinte años. «Él ha escogido un encuadre, una contraposición entre los edificios históricos o bonitos y la parte fea. Pero si cambias el encuadre o giras y enfocas, dentro de la misma escena, otro ángulo, tendrás una imagen bonita de ese mismo lugar», añade el también fotógrafo, que opina que quizá habría que analizar caso por caso en lugar de hacer una enmienda a la totalidad.
«Todo es belleza»
«La fealdad se ha retratado toda la vida, y ha habido fotógrafos capaces de extraer belleza de esa aparente España fea, como Martin Parr, que retrata los clichés de los turistas en la Costa del Sol», añade Olea. La del enfoque puede ser la trampa, según la opinión también de Catalina Martín Lloris, doctora en Historia del Arte y profesora en la Universidad Católica de Valencia. «Rubio habla desde los años 70, y tiene una mirada muy reducida».
Según la historiadora del arte, existe «una visión rancia sobre el arte» que afirma que «sólo es belleza lo anterior a la modernidad de los años 70». Ella afirma que «todo es belleza, pero cada una responde a su tiempo. Los edificios del siglo XX y XXI responden a nuevos materiales, necesidades, realidades y gustos. Las catedrales no pueden seguir siendo góticas, tienen que responder a la realidad del siglo XXI».
Y si Marina D'Or puede ser fea y es verdad que «la costa está destrozada, pero por la creación de puertos necesarios para la revitalización económica», Calatrava no lo es para Martín Lloris, que se opone al análisis de Andrés Rubio. «Calatrava responde a ese hombre actual que busca superar los límites de la arquitectura con un canto a los nuevos materiales y a la tecnología».
Filósofo de la Comunicación y profesor adjunto en la Facultad de Comunicación de la Universidad Francisco de Vitoria, Álvaro Abellán cree que el titular de The Guardian es «torticero». «A mi juicio, la tesis del libro no es que España es fea, sino que un desarrollo urbanístico centrado en la especulación inmobiliaria está destruyendo la belleza de España. El libro de Rubio denuncia algo real. Podemos discutir –y mucho– la letra pequeña de lo que allí se cuenta, algunas contradicciones, algunas ideas políticas, pero estoy de acuerdo con el principio general: en los últimos 40 años se ha construido mucho y, con demasiada frecuencia, mal. Se ha atentado contra el patrimonio –ecológico, paisajístico e histórico– y contra la belleza arquitectónica y urbana».
También fotógrafo y columnista, Abellán señala que Rubio rescata varias excepciones y casos de buenas prácticas, pero que «su tesis es poco matizada y una misma ciudad presenta a menudo desarrollos urbanísticos notables y otros bastante discutibles. Esa falta de matices es frecuente cuando uno escribe un libro de denuncia, como es el caso».
«Como fotógrafo, me congratula ver que la fotografía sigue siendo un gran medio de comunicación social, en este caso, para la denuncia de malas prácticas, para despertar nuestra conciencia de que podemos hacer las cosas mejor. A la vez, sigo encontrando mucha belleza en España, mucho que fotografiar, antiguo y nuevo», sentencia.
La fotógrafa Lupe de la Vallina retoma el punto del enfoque de Olea: «Creo que el ojo intencionado del fotógrafo puede hacer un retrato favorecedor o una caricatura, dependiendo de a dónde dirija su mirada, y ambas cosas son válidas y necesarias». A su vez, opina que a menudo un fotógrafo hace bello lo feo: «No es fácil dejar espacio a lo feo al trabajar. Por mucho que quieras poner el foco en ello, acabas dignificándolo».
«El arte (arquitectura, pintura, escultura) es imagen de una cultura que responde a un determinado momento histórico. No es causa, es consecuencia. No es ajena a la sociedad y a lo que sucede sino reflejo de la misma. Quizá, más que criticar el arte, se debería hacer una revisión a aquello de lo que habla y entonces empezar a transformarlo», concluye Martín Lloris. Quizá la crítica debería ser entonces a la explotación desorbitada de los recursos y la construcción desmedida y acelerada, y no a sus consecuencias estéticas.