Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura
«Nosotros también os caricaturizamos: en Oriente se mira mal al occidental»
El escritor, al que Erdogan califica como «terrorista», acaba de publicar su nueva novela, Las noches de la peste, una novela sobre el auge y caída de los imperios y el nacimiento de las naciones que le ha valido que pidan para él tres años de prisión
Dice Orhan Pamuk (Estambul, 1952) que él es «proocidental, un turco proeuropeo al que no le gusta el populismo antioccidental». Y es que esa ciudad natal ha hecho que el ganador del Premio Nobel de Literatura en 2006 viva entre dos mundos, pero también entre dos culturas, entre dos religiones y entre dos formas de ver y entender el mundo. Así, gracias a la literatura se ha convertido él mismo en una especie de Puente del Bósforo, uniendo dos continentes que se han dado la espalda históricamente.
El autor aborda con frecuencia los antagonismos y confluencias entre Oriente y Occidente, la tradición y la modernidad. En sus novelas retrata «la búsqueda del alma melancólica de su ciudad natal con la que ha descubierto nuevos símbolos para el choque y el entrelazamiento entre las culturas», según el fallo de la Academia sueca que le otorgó el más alto galardón literario. Esa ciudad natal, Estambul, con su mezcla de civilizaciones, también se refleja en una prosa que combina la modernidad europea con la tradición laberíntica y sinuosa de Oriente, en un ejercicio casi poético de la novela.
Orhan Pamuk es un intelectual comprometido, incómodo para Turquía por su voz independiente frente a la presión militar e islamista, que ha abordado con valentía temas tan importantes como la persecución del pueblo kurdo o el genocidio armenio, temas que le han valido amenazas y procesos judiciales. Se define a sí mismo como «un escritor que considera la política un destino inevitable que no le gusta». Ha venido a Madrid a presentar su nueva novela, Las noches de la peste, y disfruta de la vida libre de la ciudad y de sus museos, pero no sin cierta melancolía. «Me da envidia volver a España. Cuando estuve en Barcelona, en lo más alto de mi éxito y en plena juventud, pensábamos que Turquía sería el próximo país en entrar en la Unión Europea». En el Festival Internacional de Literatura de Matadero, el autor reivindica su vocación literaria por encima de la política, pero no puede evitar (ni quiere hacerlo) hablar de los trasiegos que vive bajo el foco de Erdogan, que lo calificó de «terrorista» cuando le concedieron el Nobel y vive pendiente de sus movimientos, además de de sus escritos.
Oriente vs. occidente
De ese populismo antioccidental «tan de moda» habla también sin miedo (a pesar de todo) Pamuk. Testimonia que es una realidad, que hay un desprecio y, en ocasiones, un odio hacia todo lo que venga de este lado del mundo, aunque a él le interesa el contraste cultural, ese en el que ha crecido gracias a ser Estambul ontológicamente un crisol de culturas. «Es inevitable que exista un ideario oriental. Todos somos de donde nacemos y crecemos. Por eso miramos con extrañeza al extranjero, aunque en realidad tenemos muchas más cosas en común de lo que pensamos». Aunque en el turco gana siempre el optimismo, eso no significa que no sea realista. «Cuando Flaubert vino a Estambul, lo primero que hizo fue ir a ver el mercado de esclavos, aunque Francia hubiera sido esclavista hasta hacía muy poco. Siempre miramos lo que nos es ajeno con un sesgo, y es muy difícil evitar la caricaturización. De hecho, nosotros también os caricaturizamos: os miramos mal, existe una imagen negativa del occidental».
Desde luego, no es la imagen que tiene Pamuk, ni la que defiende. «Creo que la principal misión de la literatura es ponerse en la piel del otro para comprenderlo», afirma, a la vez que reitera la importancia de entender precisamente de dónde venimos para comprender mejor el mundo en el que vivimos. «Las noches de la peste explora el surgimiento de las naciones del mundo moderno tras la caída de los imperios», detalla. Es decir, cómo crecen y caen los grandes regímenes políticos, cómo se fundan las nuevas naciones y cómo se fabrican mitologías en torno a ellas. «Cuando cae un imperio, cae también el rey, el sultán, el sha... Y desaparece la sombra de Dios, por lo que la religión pasa a un segundo plano. Nace así la nación secular, y con ella una mitología secular».
Un libro de pandemias propio
Orhan Pamuk decidió consagrar su vida a la escritura después de leer El Extranjero, de Camus. Dejó la carrera de arquitectura y se licenció en periodismo, para acabar dando clase en la Universidad de Columbia, en Nueva York. También leyó La Peste y muchos años y algunos libros después, siguiendo la estela de su ídolo, pensó que era hora de escribir él también sobre pandemias. «Cuando me senté a escribir pensé que sería uno más de los muchos escritores que han escrito sobre el tema sin haberlo vivido». Y es que el libro se llama Las noches de la peste, pero Pamuk empezó a escribirlo en 2016 y, según cuenta, llevaba ideándolo 40 años: había hablado de ello en La casa del silencio (1983) y en El castillo blanco (1985). «En cada pandemia, si analizamos la historia, los gobiernos se vuelven autoritarios al aplicar las cuarentenas. Y yo vivo con un gobierno autoritario permanentemente».
Sin embargo, aparecieron el coronavirus y el confinamiento, haciéndole experimentar lo que hasta entonces sólo había estudiado, analizado e imaginado. La novela está ambientada en la isla imaginaria de Minguer, en el mar Egeo, perteneciente al imperio otomano y que, en 1901, deberá bregar con una feroz epidemia. El occidentalizado sultán Abdulhamid II enviará a un prestigioso virólogo a hacerse con el mando del lugar e imponer la cuarentena y las restricciones necesarias. Pero el hombre no será bien recibido.
En realidad, para escribir este libro, que acabó durante la pandemia, lo más complicado fue su intención de que la narradora fuera una mujer. «El problema de escribir obras históricas musulmanas es que las mujeres, por ejemplo, no salían a la calle. Es muy difícil que viesen y contasen lo que pasaba». Y eso, cuando supone un desafío cuando quieres introducir diversidad en las perspectivas de tus novelas. Pero ¿por qué este interés en la voz femenina? «Es una decisión ética que yo me impongo. Me hago mayor y quiero ver el mundo a través de los ojos de la mujer. Cada vez más. Soy un hombre de Oriente y conozco toda la estupidez de este mundo. Ya he tenido bastante. Quiero oír esa voz femenina en mis novelas. Y esto va más allá de la corrección política: es una cuestión de justicia».
Tres años de cárcel por «ridiculizar» al padre de Turquía
Los expertos en geopolítica constatan de qué manera el gobierno del líder turco Erdogan se ha ido entregando a la nostalgia por la grandeza del antiguo Imperio Otomano, una visión ratificada y consolidada en diferentes elecciones gracias al apoyo de los islamistas. En la actualidad hay más de 25 escritores encarcelados por hacer referencias al gobierno, y en el caso de Pamuk, que ha llegado a hablar públicamente del genocidio armenio, las amenazas con constantes.
La última acusación le atribuye insultos a la bandera y al padre de la República Turca, Mustafá Kemal Atatürk, en Las noches de la peste. «Lo único cierto es que esta novela es una suerte de alegoría del auge de las naciones después de la desintegración de los grandes imperios. Se habla de Grecia, Serbia, Bulgaria, Egipto o Turquía, de todos esos países que nacieron tras la caída del Imperio Otomano, pero sin ninguna conexión con Kemal Atatürk. Acudí a la oficina del fiscal con el libro bajo el brazo y pedí que me señalara la página exacta en la que estaban esos supuestos insultos. Y no fue capaz». A causa de ello, Pamuk ha sido denunciado en los tribunales por insultos a la patria turca y afronta por ello una petición de pena de tres años de cárcel.
«Las personas que tienen problemas no son escritores de ficción como yo. Son periodistas valientes, muchos de ellos amigos míos, que escriben, pasan dos años en la cárcel, salen, vuelven a escribir algo valiente y vuelven a la cárcel». Por ello a Pamuk le avergüenza que le llamen héroe, que digan de él que es valiente. «Está bien tener unas ideas políticas. Yo mismo las tengo. Creo en la igualdad, pero no sé muy bien cómo imponerla. Simplemente, no pretendo cambiar nada. Tuve muchos amigos de izquierdas que fueron encarcelados en los 70 por protestar. Yo no. Tal vez yo no quería cambiar el mundo tanto como ellos. Me considero una persona precavida. Todas las utopías que he visto implantarse han fracasado siempre. Así que, egoístamente, prefiero escribir y seguir con mi vida. Por eso, todos los problemas en los que me he metido no han venido de mis libros, sino de mis entrevistas».
«El gobierno de Erdogan ha acabado con la libertad de expresión. Y sin libertad de expresión no hay democracia. Esto ha ocurrido en los últimos seis o siete años, ante los ojos de toda la humanidad», se lamenta. Pero fiel a su optimismo inquebrantable, ve una luz al final del túnel: «Las últimas encuestas están señalando un claro descenso en la popularidad de Erdogan. La economía ha caído en picado y quizás a la gente no le importe demasiado que haya periodistas en la cárcel, pero sí que les importa comer. Y de eso hablamos ahora, de pobreza. Hasta sus seguidores islamistas le están dando la espalda. Si las próximas elecciones son limpias, Erdogan caerá. Creedme».