Entrevista
Pilar Eyre: «Nunca escribiría una memoria, me parece una cosa ridícula y absurda»
La escritora y periodista publica Cuando éramos ayer, una novela plural que ocurre en la Barcelona de entre 1968 y 1992 y que rinde homenaje a todas las mujeres que rompieron con el destino marcado
La escritora y periodista Pilar Eyre publica su última novela, Cuando éramos ayer, en la que el gran protagonismo lo tiene la historia de una madre y una hija, iguales, pero distintas entre sí. Ambientada en la Barcelona de 1992, las revoluciones universitarias, los amores desenfrenados y las influencias políticas, la escritora catalana nos muestra cómo la vida cotidiana puede ir por delante de aquellos acontecimientos históricos que ocurrieron en una España dispuesta al cambio.
–Su última novela nos invita a transitar por las calles de Barcelona. Sobre Barcelona nos han vendido muchas versiones en los últimos años, ¿qué Barcelona nos descubre su última novela?
–La historia está enmarcada en una época determinada, de 1968 a 1992, en la que la ciudad vivió unos cambios brutales y el país en sí mismo también. Desde la dictadura a la democracia han pasado cien generaciones y la culminación fue los Juegos Olímpicos del 92 donde se pudo ver la Barcelona más exultante, la capital del mundo. A mí siempre me llamaban la atención estos momentos tan eufóricos frente a qué es lo que pasaba con las penas pequeñas, con la gente que sufría con las enfermedades, cómo morían los niños… Y eso es algo que también me ocurrió a mí, porque mientras se estaban celebrando los JJOO en Barcelona, yo tenía un programa en TVE sobre los juegos y mi madre estaba en coma en el hospital. Cuando acababa los programas me iba allí a cuidarla toda la noche hasta que, más tarde, falleció, el 2 de agosto de 1992. Cuando se habla de la Barcelona de 1992, para mí siempre va a tener el recuerdo de mi madre, y quise reflejar esto en el libro: cómo es la vida cotidiana oculta más allá de los grandes acontecimientos.
–La novela cuenta la historia de dos generaciones que viven inmersas en una sociedad contrastada. Una madre y una hija muy diferentes, pero similares al mismo tiempo. ¿Cree que esa oposición podemos verla en la sociedad actual?
–De la generación de mi madre a la mía, no pasó una, sino que pasaron cien. A mi madre la educaron para casarse y ella lo hizo con 18 años. Era una mujer culta e inteligente, pero resignada también, porque ella creía que ese era su papel. De todos modos, creo que hay una cosa en común, que es cuando una madre es capaz de salir de su zona de confort si su hija o hijo están atravesando un mal momento. Como las madres de la plaza de mayo o las del narcotráfico gallego. Este sentimiento tan telúrico, esa relación madre-hija, una cosa que parece tan primitiva, es uno de los temas de mi libro.
–¿Y cómo ve la generación actual?
–Yo pensaba que el público lector era gente de mi edad y me he dado cuenta de que a la gente joven le ha encantado el libro. Dicen que se han sentido muy identificados y eso me emociona porque pienso que las emociones son transversales. Es igual que estés en el año 2000 que en el 400, la pasión, las ganas de rebelarse, son similares…
–¿Qué la ha animado a desnudar su alma y escribir esta novela?
–Todos los escritores hablamos de nosotros mismos, incluso los de ficción. Si no vas a hablar de ti mismo, ¿de quién vas a hablar? Creo que si no, los libros serían falsos. Mis libros están muy trabajados con documentación, pero lo que cuenta es que salen del alma. Aunque sí que es verdad que yo nunca escribiría una memoria, me parece una cosa ridícula y absurda.
–En la novela, Silvia es la clara imagen de revolución, tanto política como personal, pero también existe un tercer factor, el amor. ¿Podríamos decir que hace una revolución por amor?
–El gran eje del libro es el amor. Ese amor que hace pisotear a tus padres, a tu clase social, al lugar donde vives… Ese amor se puede convertir en la razón de tu vida. Un día te acordarás de ese amor y nada podrá igualarlo.
–Hay un factor que no ha percibido mucha gente y se puede ver reflejado en su libro: la lucha y la contienda de izquierdas era bastante machista. ¿Esto a qué se debe?
–Era una situación nueva para los chicos. Yo también los disculpo porque, para ellos, era difícil enfrentarse a una nueva relación y a una nueva mujer. Una lucha feminista era de sus últimos objetivos. Tenían que conseguir un montón de cosas antes que eso. Es una lucha a la que hemos tenido que llegar en solitario las mujeres. Porque realmente no había ningún compañero que pudiera entendernos. Ellos aprovecharon la situación porque la libertad sexual a quien benefició primero fue a los hombres.
–Usted estudió Ciencias de la información, pero en el mundo literario tiene una gran trayectoria. ¿Se considera periodista, escritora o ambas? ¿Resulta difícil compaginar ambas facetas?
–Es curioso porque tengo dos oficios que no tienen nada que ver. Todo el mundo dice que es lo mismo, pero no es verdad, porque las armas que tenemos los periodistas no te sirven para la literatura. Es más, cuando escribí el libro, el primer capítulo tuve que desecharlo porque estaba demasiado contaminado de periodismo. Voy a continuar con los dos oficios mientras pueda, supongo que dejaré el periodismo en algún momento, pero me divierte mucho. Es verdad que son difíciles de compaginar porque son dos ámbitos distintos y tienen dos áreas de influencia distintas. En el mundo del periodismo me siento un poco impostora porque soy escritora, y a la inversa, también. En el momento de escribir novelas tengo que olvidarme de aspectos del periodismo. Hay excelentes periodistas que son muy malos novelistas. Nosotros tuvimos en un programa de entrevistador a Camilo José Cela y la primera entrevista que hizo cuando la trajeron a redacción tuvieron que retocarla toda. Y a partir de ahí iba con un periodista al lado para que le ayudara. García Márquez era excelente en las dos.
–Gran parte de sus novelas son sobre la Familia Real. ¿Resulta complicado informar sobre ello?
–Un día, a principios de los años 80, estaba en la redacción y vinieron los Reyes a Barcelona. Todos mis compañeros iban vestidos fatal y la única que iba un poco arregladita era yo y me dijeron que fuera a cubrirlo. Desde entonces, por esta casualidad, cada vez que pasaba algo lo hacía yo, y como me gusta la historia, empecé a escribir sobre ello, además de biografías sobre la familia real.
–Es cierto que ha dado muchas exclusivas a lo largo de su carrera, y es evidente que eso tiene sus consecuencias como las críticas o la pérdida de credibilidad. ¿Cómo se enfrenta a ello?
–Muy mal. Lloro, me parece imposible que noticias muy bien elaboradas luego vayan cuatro perroflautas cualquiera a tirarlas abajo, sin ningún tipo de prueba, porque tienen que llenar horas de televisión. Es más fácil desmentir que dar una noticia. Me desespero, pero luego cuando logro una exclusiva disfruto mucho, es una emoción increíble y me siento poderosa.
–Ha escrito novelas con hechos históricos, ficticias… ¿Qué prefiere a la hora de escribir, abordar algo que ya ha sucedido o crear una historia desde el principio?
–La mitad de mis libros son biografías y con ellos me lo he pasado muy bien porque me ha obligado a aprender mucho, a estudiar, a viajar… En la época de Quico Sabater nadie estaba interesado en la obra. Tardé dos años en escribirlo y sin editor ni nada. Viajé por muchos lugares de Europa sin saber si eso se iba a publicar. Me lo pasé tan bien cuando encontraba datos que estaba buscando. Pero ahora me siento muy a gusto con las novelas. Creo que las armas que he ido adquiriendo y los recursos de los libros anteriores me ayudan para escribir ficción. Y, de momento voy a seguir por este camino porque los lectores me apoyan.
–A día de hoy, ¿sigue sintiendo la presión ante el hecho de publicar un nuevo trabajo o con el paso de los años dicha tensión desaparece?
–Me pongo nerviosísima cuando tengo que publicar una novela porque me planteo muchas preguntas y surgen muchas inseguridades. Creo que cada vez lo llevo peor –entre risas–. Ojalá me librara de la presión y escribiera por amor al arte, pero cuando escribes tu gran ilusión es que la gente te lea porque el esfuerzo de escribir un libro es inmenso: soledad, incomprensión, concentración.
–Antes de publicar cada novela, ¿a quién confía su obra para que le dé su criterio?
–Todos tenemos una persona que es capaz de decirnos las verdades. En este caso es mi pareja. Él lee capítulos y es el único en el que confío para saber si algo está bien o mal, además de mis editoras. Aunque el argumento se lo cuento a mucha gente; no soy nada de acaparar mis obras.
–El periodismo siempre se encuentra en crisis. ¿Cómo ve a los periodistas que están creciendo en esta profesión?
–Yo la profesión la veo como siempre, con grandes talentos al lado de mediocridades. Hay gente vaga y hay grandes trabajadores. El periodismo es una profesión que no tiene un canon establecido donde hay reporteros y columnistas excelentes. Lo que me sabe mal es que sea una profesión tan mal pagada, porque los periodistas son necesarios. Es tan vocacional que, a veces, para que salga tu firma puedes llegar a trabajar sin que te paguen.