Santiago Muñoz Machado, director de la RAE y escritor
«Cervantes es el mayor escritor de todos los tiempos. Yo he leído 'El Quijote' quince veces»
El director de la Real Academia Española propone una interpretación ambiciosa y panorámica de la compleja figura, y la época, del autor de Don Quijote de la Mancha
Cuenta Santiago Muñoz Machado (Pozoblanco, Córdoba, 69 años) que Miguel de Cervantes ha sido el gran compañero de su vida. Y que por ello, cuando se convirtió en académico, uno de los momentos más sorpresivos para él fue cuando descubrió que el cuadro del genio de las letras hispánicas que preside el gran salón de actos de la RAE es falso. Falsos son también el autógrafo cervantino y el retrato de Alonso de Busto que se conservan en la institución. De ese desengaño nació realmente el impulso final necesario para estudiarlo de cerca, para pasar de lo falso a lo verdadero y «recorrer la vida, la obra, la sociedad y la política de los tiempos de Cervantes».
Su idolatría por el escritor originario de Alcalá de Henares no hizo sino crecer cuando recibió el asiento en la Real Academia Española. Dos años y medio después, se ha aventurado (nunca mejor dicho) a escribir un compendio sobre Cervantes: una obra inconmensurable de 600 páginas (superan el millar si tenemos en cuenta las notas, de las cuales 124 las ocupa el aparato crítico y 217, la bibliografía) en las que hay muy poca biografía. «Menos del 10 %», explica el autor, en conversación con Mario Vargas Llosa, en la presentación oficial del libro, titulado Cervantes.
Esta conversación entre dos mentes brillantes iba a haberse producido durante la Semana Cervantina, pero la enfermedad de coronavirus que contrajo Vargas Llosa lo impidió. Ahora se sientan ambos a analizar la figura del «mayor escritor de todos los tiempos», según afirman en numerosas ocasiones. «No se trataba solo de contar su biografía, sino de hacerlo de otra manera, añadiendo circunstancias y retazos a la autobiografía que él mismo dejó escrita. Es decir, contar la historia que rodea a la biografía», explica Muñoz Machado, que recoge también los complejos procesos de distribución de la obra cervantina, así como la crítica y «todo lo que se ha escrito sensato y decente sobre el autor alcalaíno».
Miembro también de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad Complutense, autor de más de cincuenta libros (en especial de materia jurídica) y de otros tantos artículos y premiado y condecorado, Muñoz Machado se ha dedicado también a corregir, con la legitimidad que le otorga su extensísimo currículum, algunos de los elementos que destacan los cervantistas en sus escritos, como destaca Vargas Llosa: «Este libro procura corregir con mucha prudencia a todos los que han escrito sobre el Quijote y sobre Cervantes, e introduce multitud de correcciones extraordinariamente importantes para situar al escritor en su época y en el instante en el que comenzó a escribir esta novela que desconcertaría a todos los españoles, empezando por él mismo, por el gran éxito que tuvo en toda Europa».
El Nobel de Literatura quiso saber si el amor del director de la RAE por Cervantes procedía de la juventud. «No sé cuántas veces he leído el Quijote; de un tirón, quince veces con toda seguridad, y capítulos sueltos muchas veces más», añadía Muñoz Machado, que siempre que encontraba algún artículo nuevo lo leía con avidez. «La RAE ha sido decisiva en el cuidado de su figura, hasta el punto de que Azaña llegó a decir que se había apropiado de ella». Lo cierto es que han sido en su mayor parte académicos los que se han ocupado de su obra y su biografía, de Vicente de los Ríos a Fernández de Navarrete. «Yo quería contribuir también a engrandecer y preservar la figura de Cervantes».
Miguel de Cervantes era humilde, y en su juventud fue acusado de matar a un hombre, razón por la que decidió huir a Italia, como recuerda Vargas Llosa. «Su vida es una sucesión de frustraciones», recuerda al contar que tras enrolarse como soldado pierde un brazo en Lepanto, para luego ser secuestrado en Argel durante cinco años. «Todo en Cervantes parece justificar un espíritu mezquino, una visión sórdida de sí mismo y del entorno. Pero es un hombre generoso, que parece despojarse de su historia cuando escribe, y escribe de manera amplia, abierta, reconociendo el bien», añade el peruano. «Es un don que tiene por naturaleza», puntualiza Muñoz Machado antes de pasar a relatar las penurias de su objeto de estudio: «La gente que sufre mucho aprende a ser más generosa. Cervantes era bueno, aunque tozudo: un personaje grandioso y excepcional, que después aprendería de los andaluces esa forma calmada e inteligente de vivir».
También ahonda el director de la academia en los pocos patrocinadores y mecenas que tuvo Cervantes, que ni siquiera se molestaron en poner una lápida en su tumba, «mientras que Lope de Vega fue enterrado con gran pompa y aparato», expresa, haciéndose eco sobre la rivalidad de los dos autores. De hecho, como apunta Vargas Llosa, «los escritores de su tiempo hablan de Cervantes con desprecio: era un hombre sin parientes ni credenciales, aunque él nunca se inmuta». «Realmente Cervantes no es relevante hasta después de 1605, cuando publica el primer tomo del Quijote. Con 60 años escribe la mejor obra de la literatura universal, y super a todos, incluido a Lope», interpreta el autor, que achaca a la envidia las habladurías que corrían sobre el alcalaíno.
¿Contra los libros de caballería?
«Una cosa que me pone los pelos de punta es que dices categóricamente que el Quijote fue escrito para acabar con los libros de caballerías», interroga Vargas Llosa, introduciendo uno de los temas de principal discordia entre los cervantistas. El escritor peruano cree que Cervantes era un gran lector de ese tipo de novelas, y que hay cierta nostalgia al escribir sobre ellas. «Yo no digo que fuera escrito para acabar con los libros de caballerías; lo dice el mismo Cervantes en la introducción del Quijote y en los capítulos 47 y 48», le corrige Muñoz Machado. «Luego lo han dicho los críticos de la obra cervantina, pero yo más bien creo que quería escribir argumentos literarios magníficos. La literatura caballeresca no necesitaba que nadie la matase porque ya estaba muriendo». Cita entonces el autor a Marcelino Méndez Pelayo, que afirma que Cervantes escoge lo mejor de los libros de caballerías… y escribe el último.
Cervantes no creía en las brujas, pero encuentra en ellas y en la magia un argumento literario perfecto"
Además de caballería conversan los escritores sobre magia, hechizos y encantamientos, relacionados y muy presentes en la obra cervantina. «En España apenas hubo brujas, pero en ellas creía todo el mundo. Sin embargo, la Inquisición fue renuente a perseguirlas, por lo que fue decayendo, a pesar de la mala fama que tenemos en este país. Las brujas en realidad solían ser pobres mujeres que relataban sueños o que estaban bajo el influjo de algún estupefaciente o enfermedad», defiende Muñoz Machado. «Cervantes no era crédulo, pero encuentra en ellas un argumento literario perfecto».
La prudencia de Cervantes, su intento de contentar a todos, es otro de los temas que Muñoz Machado ha analizado. «El estar preso en Argel le hace más cauto, y tras ganar mucho poder con Felipe II, decide conservarlo: no quería arriesgarse, por lo que fue un gran disimulador y un gran fabulador. En Cervantes la disculpa iba siempre por delante, y lo hizo bien porque por eso se salvó el Quijote de la censura», expone Muñoz Machado, que explica también que el ambiente de la Reforma protestante no permitía hacer muchas bromas con la Iglesia en España. «Siempre se quita de en medio, curándose en salud y pidiendo disculpas: no quiere que nadie pueda acusarle de nada nunca más».
Los grandes expertos cervantinos
Pasaron cien años desde la muerte de Miguel de Cervantes hasta que alguien se dignó a escribir algo sobre su vida. Por ese mismo motivo él mismo había ido dejando pequeños retazos autobiográficos salpicados por su extensa obra. Pero de nuevo sus patrocinadores no supieron ser lo suficientemente generosos. «No hubo nadie que glosara su biografía, y fueron los británicos los prmieros en hacerlo, en 1738. Ni siquiera había un buen Quijote, editado y sin faltas. Un editor inglés le encargó a Gregorio Mayans la Vida de Miguel de Cervantes Saavedra, pero como tiene muy pocos datos realiza una biografía literaria, sin documentos ni archivos», expone Muñoz Machado.
Según el experto, los dos grandes biógrafos de Cervantes, los primeros que investigan y profundizan en su figura, son Vicente de los Ríos en 1780 y Fernández Navarrete en 1819. «Y los dos fueron académicos de esta casa: ellos fueron la base de todo lo que se ha escrito después».
Sin embargo, tiene el autor algunas otras diferencias con los críticos cervantinos. «Recuerdo cuando Américo Castro publicó El pensamiento de Cervantes en 1925. Causó un gran revuelo y fue muy criticado por sus errores», rememora Vargas Llosa. «Esa obra es fruto de una época. De hecho, inaugura el cervantismo. Castro afirma que Cervantes era un 'ingenio lego': que no era culto, pero que poseía una gran inteligencia. Y a mi forma de ver, eso cambió la forma en la que veíamos y entendíamos al alcalaíno», contradice Muñoz Machado. Según los literatos, Castro introducía una serie de errores y datos que carecen de veracidad, como que Cervantes era erasmista («Yo no he podido encontrar en su obra una sola referencia, aunque sea en coincidencia de pensamiento, con Erasmo de Rotterdam») o que era un 'liberal' que no creía en la idea de matrimonio.
«Como literato es un genio, porque se sitúa en cada momento en la postura que más le conviene», explica Muñoz Machado, que afirma además que Cervantes se casó cristianamente con Catalina de Salazar pero que, sin embargo, tuvo una hija fuera del matrimonio. «Fue algo que escandalizó a los biógrafos, porque de hecho estaba engañando a su mujer en el momento mismo de casarse. Pero ni su tía María ni sus hermanas costureras, Andrea y Magdalena –por ellas describía tan bien el escritor los ropajes de la época–, se casaron: en aquella época, justo la bisagra entre Edad Media y Estado moderno, el matrimonio no era necesario, aunque esto cambió con el Concilio de Trento, en 1563».
Los extranjeros han tratado de denostar la literatura española aludiendo a que el Quijote es el único libro español decente"
Para Santiago Muñoz Machado, escribir este libro ambicioso y ambicionado ha sido el trabajo de una vida. «El gesto del escritor es limpiar la mesa de mondas, de los libros que ha empleado, y separarse un poco de la obra, que le acaba consumiendo. Yo ya he limpiado la mesa, pero ahora me tengo que separar. En conclusión, estoy muy contento, y deseo que estimule a nuevas lecturas de Cervantes», concluye, antes de defender una vez más que se trata de una de las mayores obras literarias del mundo. «Los extranjeros han tratado de denostar la literatura española aludiendo a que el Quijote es el único libro español decente. Don Miguel escribe en un contexto social y político único, cuando nace la picaresca, y es lo que es: un genio irrepetible. Como lo es Shakespeare. Son quizá los dos grandes genios de la literatura universal».