Feria del Libro
Manuel Vilas: «El amor es el centro de la existencia de los seres humanos»
Un gran vitalista, enamorado del amor y, sobre todo de la vida. «Mi obsesión es encontrar cosas que sean verdad, que sean ciertas y seguras», explica mientras paseamos por la Feria del Libro de Madrid y nos sentamos bajo la estatua de la Música. Manuel Vilas (Barbastro, Huesca, 1962) firma en una caseta al principio del Paseo Fernán Núñez del Retiro y está, como siempre parece estar, feliz y encantado con todo lo que le acontece.
En marzo de 2020, Manuel Vilas se confinó en su piso de Madrid y envió a Salvador, un profesor retirado, a una cabaña en la sierra. Hizo que se obsesionara con El Quijote y con Montserrat, la dependienta de la tienda de ultramarinos a la que empezó a acudir a diario. Llevaban vidas paralelas. ¿Y qué le queda a uno cuando el mundo se para, aunque sea por un virus? Le queda el amor. «El amor nos queda siempre», suspira quién nos desgarró con Ordesa y nos dio esperanza con Alegría. Escritor de poemas experimentado, prepara ya su próxima novela, además de una antología de toda su obra poética, y lo cuenta en El Debate.
–¿Qué espera Manuel Vilas de esta edición de la Feria del Libro?
–Espero lo que viene ocurriendo siempre, que es encontrarme con mis lectores o la gente que me ha leído, o charlar un rato con ellos y atenderlos. Y esa conversación que es un libro, continuarla en un vis a vis con un lector.
–¿Le gusta entrar en contacto con los lectores? ¿Qué le suelen decir?
–Sí, me encanta. Me dicen un montón de cosas, y algunas muy sorprendentes. A mí me ayudan mis lectores, me comentan siempre cosas que me ayudan a entender mi universo literario. Hombre, a veces sí que me dicen, me sugieren cambios y en general siempre es muy fácil charlar con los lectores. A veces es inquietante también porque ellos tienen una percepción del libro distinta a la tuya. Ni mejor ni peor; simplemente diferente.
–Su último libro, Los besos, es una gran historia de amor. Pero es un amor en la edad adulta, en edad madura. Hay quien piensa que ese tipo de amor tan huracanado solo se da en la juventud...
–Esta novela trata sobre el amor en la edad madura. Y yo me he encontrado a muchos lectores que se han enamorado en la edad madura y que reconocen en la novela su propia historia de amor. Pero es un amor diferente: es más reposado, aunque sigue siendo pasional. El amor en la edad madura es quizá más inteligente, más tolerante, se alarma menos con las cosas. Creo que es más experimentado, pero siempre pasional (el amor tiene que ser pasional). Quería reivindicar que una persona mayor puede enamorarse con tanta intensidad como un joven.
–¿Cree que existe el edadismo, el prejuicio contra la edad?
–Por supuesto. A mi juicio es una discriminación tan grande como otras que hemos visto a lo largo de estos años y que ya tenemos controladas y clasificadas, y estamos sensibilizados. Pero igual que existe la discriminación religiosa, sexual, política e ideológica, hay una discriminación por edad que se nos está pasando por alto y que es la causante de que una persona de cierta edad sea apartada de la sociedad, de las cosas fundamentales de la vida, como el amor.
–Otra reflexión presente en la novela –y muy discutida en la actualidad– es que el amor puede nacer de una amistad, como les pasa a sus protagonistas.
–Los caminos del amor son infinitos... Mi novela empieza con una conversación con cierta complicidad. Y aunque empieza habiendo una amistad, enseguida se nota que va hacia el amor. En realidad, lo que yo sostengo en la novela es algo que todo el mundo acepta, pero, sin embargo, poca gente lleva a la práctica, que es que el amor es el centro de la existencia de los seres humanos. Aunque todo el mundo está de acuerdo, noto que hay una gran dificultad en llevar esto a la práctica. Es una paradoja.
–También hay mucho escéptico del amor. ¿Es un mecanismo de defensa?
–Hay mucho escéptico del amor, o que ha sufrido por amor, y entonces toma sus precauciones, y lo comprendo. Pero también hay mucho perezoso; gente que llega a los 50 o 60 años y ha tenido parejas y rupturas y ya no está dispuesta a hacer el gasto de energía física y psicológica para volverse a enamorar. El libro se pregunta para qué quiere uno la energía física y psicológica que tiene, si no es para gastarlo en algo que sea verdaderamente importante.
–¿Es diferente cómo abordan hombres y mujeres esta paradoja?
–En el caso de Los besos, los dos van hacia el amor desde los mismos presupuestos, no por construcción literaria. Él me ha salido más idealista y ella me ha salido más realista. Mi vida se parece más a la de ella, porque es una vida donde ha habido más cicatrices, más roces. Ella es una mujer divorciada que tiene un hijo, y ha sufrido mucho. Sin embargo, a él no le han pasado grandes cosas.
–¿Y qué piensa del fin del amor romántico?
–Sociológicamente, el amor romántico tiene los días contados, y en la novela se insinúa. Pero también vengo a decir que si tú te cargas el amor romántico, no hay un sustitutivo capaz de ilusionar a los seres humanos como lo hacía el amor romántico. Y eso sí que es un problema.
No hay un sustitutivo capaz de ilusionar a los seres humanos como lo hacía el amor romántico. Y eso sí que es un problema
–Dice que reivindica el erotismo como fuente de conocimiento, más allá del placer: «El erotismo es la vida».
–Creo que el erotismo es un disolvente. Cualquier Estado lo quiere controlar, porque el erotismo es biología y raíz profunda de la vida. Asusta. Pero, por otro lado, la civilización intenta domarlo. Y en realidad el amor romántico también es una manifestación del erotismo, pero aún no hemos dado con una respuesta. Y cuando un escritor ve que hay temas sin solucionar, rápidamente va hacia ellos.
–Y aunque lo explore a través de la escritura, ¿no le da cierto pudor profundizar en ciertos temas?
–Los narradores que hay en la novela no son el escritor. Yo soy un ciudadano, y otra cosa es lo que pasa en una novela, que está siempre al servicio del lector y al interés de la vida.
–En el libro también hay referencias a Cervantes, al Quijote, que también es un tema habitual en su escritura. ¿Es fuente de inspiración?
–Salvador, el protagonista de la novela, está leyendo la segunda parte del Quijote y está entusiasmado con el personaje, porque ve en él un modelo de vida que le interesa porque es un hombre enamorado. Él se siente muy enamorado. Y claro, Don Quijote también es prototipo del amor romántico, del amor utópico y salvador. Quiere vivir una utopía amorosa como la que vive Don Quijote de la Mancha, y por eso está entusiasmado. Quiere parecerse a él.
–En su anterior novela, Alegría, también había referencias al Quijote.
–Yo soy muy de Cervantes; a veces soy más de Cervantes que de Don Quijote. Cervantes hizo en Don Quijote de la Mancha un canto a la vida; hizo una novela sobre el agradecimiento a la vida. Es un gran «sí a la vida», como diría Nietzsche.
Cervantes hizo en Don Quijote de la Mancha un canto a la vida
–Retomando la novela Alegría, ¿qué es para usted la alegría? ¿Ha madurado este concepto?
–Yo soy un gran vitalista y tengo obsesiones. La principal es encontrar cosas que sean verdad, que sean ciertas y seguras. Sé que el sentimiento de la alegría, que es un sentimiento humilde, que es biológico, que es atávico, que es simplemente el de adhesión a lo que ves, a lo que sientes, a lo que a lo que escuchas. Era uno de los grandes sentimientos que.
–Sin embargo, vivimos en una época parece marcada por la antigua melancolía, por la depresión. ¿Nos falta amor? ¿No es el amor la otra cara de la alegría?
–Nos falta confianza en la vida. De hecho, la pandemia y la guerra de Ucrania han traído mucha desconfianza en la vida. La gente le tiene miedo a la vida. Hay muchos enemigos de la vida, igual que hay muchos amigos. Amigos de la vida son los libros, la música, el placer, la comida, el mar, el viento. Una feria del libro. Los enemigos son una guerra, un virus, un totalitarismo, una dictadura, la intolerancia, la injusticia. Yo como escritor siempre intento que en mis novelas haya muchos amigos de la vida, pero amigos luchando contra los enemigos de la vida.
Amigos de la vida son los libros, la música, el placer, la comida, el mar, el viento
–Tanto en Ordesa como en Alegría exploraba temas universales, pero partiendo de su biografía. ¿En este caso también?
–Aquellas eran novelas de contenido autobiográfico, pero esta no. Fueron novelas que me ayudaron a reflexionar sobre cosas que habían sucedido en mi vida, como la muerte de mis padres o mi amor por la alegría.
–En ocasiones ha expresado que le pesa el éxito de Ordesa. ¿Sigue siendo así?
–Es una gran responsabilidad para un escritor. A algunos escritores incluso un gran éxito les ha llevado al colapso. Yo lo intento llevar como un trabajo, con disciplina y trabajo. Necesito escribir, porque es mi vida. Si no escribo, mi vida no tiene sentido.
–No sé que España le parece que tenemos ahora. ¿Ha cambiado desde Ordesa, o la radiografía sigue igual?
–Esta España que tenemos ahora es infinitamente mejor que la que tuvo mi padre cuando era joven. De hecho, la generación de mi padre son los que han sido ancianos en la pandemia. Fueron los que facilitaron la transición a la democracia y fundamentaron la España próspera que tenemos hoy. Pero hay una paradoja que a mí siempre me parece inquietante, que es que mi padre fue más feliz que yo, con menos cosas de las que yo tengo. Y esto lo digo siempre: a lo mejor no necesitamos tantas cosas para ser felices. Quizá lo hemos olvidado.
Es paradójico que mi padre fuera más feliz con menos cosas que yo. A lo mejor no necesitamos tantas cosas para ser felices. Quizá lo hemos olvidado
–Así empieza la novela de Ana Iris Simón: «Me da envidia la vida que tenían mis padres a mi edad».
–Lo que pasa es que Ordesa es una novela donde lo material es muy importante, porque los que venimos de la clase media-baja española sabemos que el sacrificio y el trabajo son importantes porque lo hemos aprendido de nuestros padres. Mi padre no pudo ir a la universidad, no pudo ir a la escuela (la dejó de niño y vivió la posguerra), y yo no puedo dejar de contemplarle y admirarle. Yo soy la primera generación que va a la universidad, y esta comparativa es brutal. Lo que pasa es que la inteligencia natural que tenía mi padre le llevó a un sentido de la vida y de la felicidad que creo que es superior al mío. No es por contexto, sino por responsabilidad personal. Una de las cosas que a mí me ha inspirado en la vida es la relación de felicidad y de alegría que mi padre tenía con su propia gestión de la vida. Las cosas que a él le hacían feliz son cosas muy sencillas, que no tienen nada que ver con las locuras en que nos hemos metido ahora los seres humanos. Esta es la lección.
–¿Qué libro está leyendo ahora, a qué autor está siguiendo?
–Ahora estoy leyendo una novela de un escritor colombiano, Santiago Gamboa, porque presento una novela extraordinaria suya que se titula Colombian Psycho.
Una de las cosas que me ha inspirado es la relación de felicidad y alegría que mi padre tenía con su propia gestión de la vida
–¿Y está escribiendo algo?
–Una novela que estoy ya intentando acabar... Y siento decir que vuelve a tener el amor como tema central. Es un gran tema.
–¿Y ya no escribe poesía?
–En septiembre sale una antología importante de toda mi obra poética, corregida y ordenada de una manera distinta. Hemos reelaborado la estructura.
–Ahora que estamos en la Feria del Libro, hay intelectuales que siguen diferenciando entre la alta cultura y la cultura popular, y, sin embargo, aquí conviven todos.
–Mi generación fue la que unificó y le dio el mismo valor a la cultura popular que a la alta cultura. Yo siempre pongo un ejemplo muy gráfico: de joven, podía estar escuchando un disco de Bob Dylan y leyendo a Platón. Nosotros integramos perfectamente las dos manifestaciones, algo que la generación anterior a la mía tenía dificultades para hacer, porque venían de un sistema educativo en el que esta integración era muy dificultosa. Ahora bien, dentro de la cultura popular no todo es 'cultura popular'; es decir, yo llamo 'popular' a Bob Dylan...
–¿Otras cosas ni siquiera las considera cultura?
–Por ejemplo, para mí Operación Triunfo no es cultura popular. Es negocio, tiene un fin comercial, pertenece a la industria del entretenimiento. Pero aunque sea popular, la cultura debe tener siempre sus exigencias.