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El escritor Pere Cervantes

El escritor Pere Cervantes

Pere Cervantes: «No bajaremos de los veinte años para que Ucrania vuelva a la normalidad»

La Espía de Cristal (Destino) es la nueva novela del escritor catalán, donde retrata las emociones vividas en los Balcanes justo ahora que Occidente asiste atónito a la invasión de Ucrania por Rusia

El escritor catalán Pere Cervantes publica en Editorial Destino una nueva novela, La espía de cristal, en la que el autor comparte su experiencia vivida hace veinte años como Observador de Paz para la ONU en Kosovo y para la Unión Europea en Bosnia-Herzegovina. Una novela trepidante, sustentada en una historia de amor, espionaje y periodismo de guerra, en la que el autor retrata las emociones vividas en los Balcanes, sin olvidar la crudeza, el horror y la atrocidad de la guerra en dicho territorio. Una historia «antibelicista» sobre la que Cervantes habla para El Debate y con la que quiere abrir conciencias, en un momento en el que Occidente asiste atónito a la invasión rusa de Ucrania.

–Veinte años después de su experiencia como Observador de la ONU y de la Unión Europea en los Balcanes, publica nueva novela con este conflicto como protagonista principal. ¿Qué le ha empujado a ello?

–Realmente, la historia la escribí hace dos años y medio y quien me ha empujado a escribirla ha sido mi subconsciente. Mientras me documentaba y escribía mi anterior novela El chico de las bobinas, una historia que cuenta la posguerra española ambientada en Barcelona en el año 45, tomé consciencia de que he estado en otra posguerra como es la de los Balcanes, en la zona en Kosovo y Bosnia, y descubrí elementos en común entre ambas posguerras. Mientras estaba escribiendo El chico de las bobinas revivieron en mí recuerdos de la experiencia vivida en Bosnia y vi que había pasado el tiempo suficiente para haber digerido todo lo vivido y sentirme cómodo, con ganas y con fuerzas para escribir sobre ello. Ese fue el motivo por el cual me decidí en el año 2020 a escribir esta novela y ha sido publicada, ahora, en un momento delicadísimo para Europa con esta nueva guerra.

Cuando recuerdo de dónde vengo, valoro mucho más todo lo que tengo

–Escribir esta novela, ¿ha sido para usted una manera de expulsar demonios, fantasmas, recuerdos vividos de una posguerra en los Balcanes, imaginamos, durísima?

–Ha sido un poco de todo. No tenía idea de que tenía esta historia en mi interior. Cuando acabé El chico de las bobinas tenía otro proyecto que termino de reiniciar ahora, pero se cruzó esta historia. Nunca pensé que escribiría una novela sobre Kosovo, pero sí fue algo necesario porque creo que con esta novela he concluido un capítulo de mi vida, ha sido el punto y final de una experiencia que me cambió y me hizo mejor persona. Los tres años vividos como Observador de la ONU y la Unión Europea en los Balcanes ha sido la experiencia de mi vida, pero necesitaba cerrarla y creo que esta novela ha servido de colofón.

–¿Supone, también, saldar una cuenta pendiente con Kosovo, su historia y su gente?

–Así lo he sentido. Esta es la novela que le debía a los Balcanes porque la experiencia que allí viví me dio mucho. Llegué a Kosovo con veintiocho años y maduré de golpe. De allí me llevo gratitud por todo lo que tenemos aquí y que, en muchas ocasiones, no somos capaces de apreciarlo. Cada día agradezco lo que tengo y me sucede: tener luz, agua caliente, una casa confortable, amigos, un entorno seguro… Sé lo que es vivir sin todo eso, de una manera constante, escuchando tiroteos, el vuelo de los bombarderos, de los helicópteros, las sirenas, la ausencia de paz y la contaminación acústica que te advierte de que fuera estás en peligro… por eso, agradezco todo lo que tengo. Cuando recuerdo de dónde vengo, valoro mucho más todo lo que tengo.

–La espía de cristal es una historia que combina intriga, amor, realismo. ¿Cómo ha logrado armar esta novela y despertar mentes con el mensaje que lanza?

–Esta es mi séptima novela y creo que había llegado el momento en el que, con la experiencia adquirida, intentase hacer realidad una historia que atrajera y sedujera al lector con elementos de suspense, de intriga, de realismo. También he querido que la historia le interpele con preguntas sobre el personaje principal y todo lo que la historia cuenta y, para ello, he procurado documentarme mucho, con la ventaja de la experiencia vivida en el mismo territorio donde aconteció todo.

El realismo de la historia viene dado porque aporto la experiencia personal que viví cuando estuve allí

–¿Tiene algo de autobiografía?

–Tiene mucho de experiencia vivida en primera persona o por la gente que conocí durante mi estancia en Kosovo. Hay muchas partes de la novela vividas por mí, pero he querido que los protagonistas fueran reporteros de guerra para poder, también, distanciarme de mi experiencia personal. Por ejemplo, la historia romántica no es exactamente igual a la realidad, pero sí que ocurrió una parecida y fue protagonizada por un conocido mío. Cuando los protagonistas van a una fosa común, lo que cuento es real porque yo he visto y he estado en fosas comunes y sé cómo son, lo que se siente, lo que se percibe ante una situación así. Si los periodistas presencian o viven un atentado, el realismo de la escena es la que viví estando en Kosovo. La historia es realista porque aporto la experiencia personal que viví cuando estuve allí.

–La novela tiene como protagonista a la mujer, convirtiéndose en un homenaje a las mujeres de la guerra que son las que la sufren y también la combaten, aunque de otro modo a como lo hacen los hombres.

–En una guerra las víctimas siempre son las mismas y son ellas, las mujeres, y los niños. En el caso de Kosovo hubo diez mil muertes y veinte mil violaciones de mujeres, de las que cuatro mil se quedaron embarazadas y, de ellas, la mayoría de los niños nacidos fueron abandonados. Yo lo viví, en primera persona, cuando estuve allí y es un pilar fundamental de la novela: el grito de reivindicación de estas mujeres, pues en Kosovo las mujeres violadas eran abandonadas por los hombres porque se avergonzaban de ellas y en lugar de ayudarlas las repudiaban y las abandonaban… todo eso quería contarlo.

Creía que todos habíamos aprendido algo de la guerra de los Balcanes, pero, ahora, nos encontramos con que no hemos aprendido nada

–¿La mirada de la mujer es más dura o es más compasiva y empática ante esa experiencia al límite?

–El personaje principal de la historia es Taibe Shala, una mujer que ha sido violada, a sus diecinueve años, por los paramilitares serbios que también matan a su familia. A partir de ahí, Taibe se convierte en una intérprete de la ONU y su objetivo es sobrevivir e intentar superar lo que parece insuperable. La realidad es esa y no he tratado de dulcificarla porque es la realidad que vivió. Una mujer que ha vivido una pre-guerra, una guerra y una posguerra, que ha sido violada, pierde a su familia, no tiene a nadie y, después, llega el personal internacional con el argumento de que esto se reconstruye en unos años y aquí no ha pasado nada… ¿Cómo va a tener una mirada dulce? No puede tenerla porque es su experiencia y es así. Cuando se les dice que en veinte años estará todo reconstruido, ¿cómo cree que van a reaccionar esas mujeres? Veinte años de su vida, en su juventud donde todo tiene que ser positivo y feliz, ¿imagina si se lo dicen a usted? ¿Cómo reaccionaría, qué pensaría, cómo lo viviría?

En la posguerra se intenta que todo vuelva a ser como antes… pero nunca, nada, será como antes… por eso es mucho más dura

–Incide en la dureza de la posguerra, más difícil y complicada que la propia guerra…

–Mientras en las guerras nada funciona, en las posguerras nada va bien. Mientras que en una guerra no hay nada y se intenta sobrevivir, comer y superarla como buenamente se puede, en la posguerra se comienza a reconstruir, pero nada va bien porque todo lleva su tiempo, su ciclo y éste es tan largo que al final se comprueba cómo la posguerra es mucho más dura que la propia guerra. En la posguerra se intenta que todo vuelva a ser como antes… pero nunca, nada, será como antes… por eso es mucho más dura. Ahora vemos las imágenes de Mariúpol, ¿somos conscientes del tiempo que tiene que pasar para que esas ciudades, arrasadas, vuelvan a la normalidad anterior a la guerra? Yo he visto en Kosovo territorios no tan arrasados como algunas ciudades de Ucrania y aún hoy, veinte años después, tienen problemas para recuperar la normalidad previa al conflicto, a la guerra. No dejo de pensar en el tiempo que se tardará en reconstruir esas ciudades arrasadas, por mucha ayuda europea que tengan para salir adelante… No bajaremos de los veinte años para que Ucrania vuelva a la normalidad.

–¿Qué pensó cuando vio cómo Ucrania era invadida por Rusia?

–Cuando decido escribir esta novela, desde mi ingenuidad y a pesar de mis años, creía que estaba escribiendo una novela sobre la última guerra en suelo europeo y la ironía de la vida es que cuando la escribo y, sobre todo, la publico, estamos inmersos en una nueva guerra. Creía que todos habíamos aprendido algo de la guerra de los Balcanes, pero, ahora, nos encontramos con que no hemos aprendido nada porque hemos vuelto a caer en un nuevo conflicto. Fuimos, miles, los que nos implicamos para que no volviera a ocurrir en Europa un episodio como la guerra de los Balcanes y ha vuelto a suceder, por eso con la novela pretendo reivindicar que no nos olvidemos de este tipo de conflictos porque si nos olvidamos estamos abocados a caer otra vez. A mí, esta nueva guerra me causa frustración.

Nunca pensé que escribiría una novela sobre Kosovo, con esta novela he concluido un capítulo de mi vida

–A pesar de estar hiperconectados y en mundo global, ¿vive la sociedad en una especie de letargo o anestesia permanente, incapaz de reaccionar ante un conflicto que, en pleno siglo XXI, resulta inconcebible?

–Creo que, cada vez, estamos más insensibilizados a pesar del bombardeo continuo de información. Ahora estamos en una fase en la que la está comenzado a rehuir de la guerra. Si lo observamos, al principio nos atrae la noticia porque es sorprendente e impactante, pero eso nos dura el primer mes, los siguientes veinte días tratamos de digerir la información que vamos conociendo y a los cien días de su inicio la gente comienza a no querer saber mucho o no querer saber tanto de la guerra. Queremos creer que al no verlo en la televisión o en los medios de comunicación no existe, pero la realidad es que el conflicto sigue existiendo. Por eso, con La espía de cristal quiero que se tome consciencia de qué es lo que hacemos cada uno de nosotros respecto a un conflicto. ¿Qué hemos hecho por este conflicto? ¿Hemos salido a las calles y hemos ido, en todos los países de Europa, a las embajadas rusas a manifestarnos y pedir que pare el conflicto? Yo no he visto, nada, en ese sentido y, por eso, pretendo remover conciencias con esta novela.

Esta es la novela que le debía a los Balcanes porque la experiencia que allí viví me dio mucho

–Usted, ¿en qué cree que ha fallado Europa, la clase política o la sociedad para que estalle este nuevo conflicto?

–Siempre fallan los mismos, los líderes políticos. Si en Kosovo fue responsable directo Slobodan Milošević con su nacionalismo serbio, ahora estamos viendo cómo el señor Putin y los líderes políticos europeos han sabido detener esta guerra que –no nos olvidemos– se inicia hace ocho años y ahora se ha extendido a todo el país de Ucrania, con consecuencias globales que afectan a todas las economías de los países europeos. Este último, es un aspecto que en el caso de la guerra de los Balcanes no afectó por la época y el momento en el que tuvo lugar. El hecho de que haya estallado el conflicto en un mundo globalizado hace que exista un movimiento de mayor unión entre los países para frenarlo y frenar sus consecuencias, pero no acaban de detenerlo y ya llevamos más de cien días de guerra.

–¿Dónde puede estar la solución del conflicto?

–Tengo una visión del ser humano un tanto pesimista, por los conflictos y las atrocidades que se ven en las imágenes que nos llegan de Ucrania y que me recuerdan a lo que he visto y vivido en Kosovo. Las guerras no dejan de ser ese último recurso extremo al que llega el hombre para solucionar los problemas, mientras las mujeres siempre tratan de reconstruirlas. Entiendo la desazón que se comienza a vivir en la zona y en la población, sobre todo en las mujeres que comienzan a estar cansadas de la guerra, de que pasen los días, no haya soluciones y todo siga igual o peor… Ellas están cansadas de ver cómo la estupidez de los hombres nos ha llevado, nuevamente, a una guerra y parece como si existiera una especie de condena del hombre, en el sentido de que el ser humano siempre está, a lo largo de la historia, en guerra.

Queremos creer que al no verlo en la televisión o en los medios de comunicación no existe, pero la realidad es que el conflicto sigue existiendo

–¿Volvería a vivir una experiencia como la de observador internacional en un territorio en conflicto?

–No lo volvería a vivir. El tiempo que me pueda quedar de vida lo quiero vivir con momentos de paz. Todos los momentos de paz que pueda tener, los quiero tener. No quiero volver a las trincheras o a las fronteras de un conflicto bélico, aunque nunca se sabe.

–¿Escribirá, nuevamente, sobre algo parecido a lo narrado en La espía de cristal?

–Si no quiero volver a vivir una experiencia así, tampoco quiero escribir de ello porque supondría que he vuelto a una zona de conflicto o donde ha ocurrido un conflicto. Actualmente, estoy comenzado a trabajar en un nuevo proyecto que nada tiene que ver con la guerra ni la posguerra o los conflictos bélicos y sus consecuencias. Es un proyecto relacionado con la poesía, en la que se aborda un tema muy duro, pero donde veremos cómo la belleza puede surgir de lo feo.

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