Entrevista
Lucas Montojo: «La figura de los Reyes de España es lo que da estabilidad al país»
El historiador y escritor revela el lado más humano de Alfonso XIII en XIII. La otra familia del Rey, una biografía documentada en la que cuenta con el testimonio de su último hijo ilegítimo, Leandro de Borbón: «Para el Rey, por encima de todo, incluso de su amor, estaba España»
Él afirmó que no se casaría si no era por amor. Ella le definió como «alegre como un latino, caballeroso como un Habsburgo, buen deportista como un inglés, y orgulloso y poeta como un español». Lo cierto es que Alfonso XIII, hijo póstumo de Alfonso XII y la Reina María Cristina, y Victoria Eugenia de Battenberg, escocesa nacida del príncipe Enrique del Reino Unido, se casaron en 1906, y no fue por amor.
Nacido ya con la corona puesta, Alfonso de Borbón y Austria fue un Rey poco reconocido; entre otras cosas, porque su reinado se vio interrumpido por la proclamación de la Segunda República y la posterior Guerra Civil, que lo llevaría al exilio. Por ello, entre otras cosas, este monarca tuvo una personalidad caprichosa, que le llevó a tener varias amantes, pero a enamorarse de una, Carmen Ruiz Moragas, a quien mandaría construir una casita cercana al Pardo para poder escaparse a visitarla, y con quien tendría dos hijos: María Teresa de Borbón y Leandro Alfonso de Borbón.
Sobre este episodio y otros desconocidos de la vida del monarca escribe Lucas Montojo el libro XIII. La otra familia del Rey (Renacimiento, 2022). Una obra que tiene como punto de partida la labor profesional que este historiador realizó durante su etapa como jefe de prensa de Leandro de Borbón, entre 2010 y 2016. Su acercamiento al que entonces era el único hijo vivo de Alfonso XIII, fallecido en 2016, le permitió conocer de cerca a uno de los Reyes más polémicos de nuestra monarquía.
–¿De dónde nace su interés por Alfonso XIII?
–Siempre me ha llamado la atención porque me parece un rey muy incomprendido, que parece que además está en tierra de nadie: ni los propios monárquicos valoran suficientemente los aciertos que tuvo en su reinado, y me parecía que se merecía una revisión. Además, reinó a principios del siglo XX, una época muy compleja en la que me apetecía mucho detenerme.
–¿Cree que se ha tratado mal su memoria o que no ha sido lo suficientemente reivindicado?
–Creo que a Alfonso XIII le tocó vivir un contexto muy complejo, con atentados terroristas y anarquistas continuamente. Él mismo sufrió varios a lo largo de su vida, uno de ellos el día de su boda con Victoria Eugenia de Battenberg. Fue una época convulsa en toda Europa, pero sobre todo en España, donde la división entre derecha e izquierda estaba muy marcada, y é estaba en medio. Además, probablemente con buena intención, tomó algunas decisiones que lo ponen en entredicho: no tuvo más remedio que aceptar el golpe de Estado de Primo de Rivera. Así que el Rey, como cabeza de turco, fue exiliado, y llegó algo aún peor: la Segunda República fue algo terrorífico.
–¿No le perdonaron los monárquicos la dictadura de Primo de Rivera?
–Creo que no le perdonaron esa decisión, aunque fue forzada, obligada. Si no hubiera pasado por Primo de Rivera, su exilio habría sido precipitado, así que se agarró a un clavo ardiendo, y muchos no se lo perdonaron.
–¿Piensa que el Rey creía que se podría evitar la República?
–Es la única forma que vio de solventar la situación en la que se encontraba. Y también se puede decir que quiso salvar el tipo, porque la situación era preocupante desde hacía tiempo. Ya veníamos de un siglo XIX pasando de derecha a izquierda, y una izquierda cada vez más virada en esa dirección. Era un país ingobernable, y Alfonso XIII quiso buscar la gobernabilidad de España.
–¿Ve un paralelismo entre aquella época histórica y la presente, en la que la izquierda reclama abiertamente una república?
–Bueno, es que parece que situaciones que se han vivido en el pasado, como la proclamación de la Segunda República, no van a volver a ocurrir. Ya pasó en la primera: los españoles no se podían imaginar que España iba a irse a la cama monárquica y a levantarse republicana... y volvió a ocurrir. Y en la actualidad estamos en una situación que puede desencadenar lo mismo...
–Dice que se han escrito muchas biografías de Alfonso XIII, algunas manifiestamente erróneas. ¿Es por ello por lo que ha querido centrarse en el lado humano del Rey?
–Es un Rey que ha despertado muchísimo interés de historiadores de primer nivel, y creo que no hay muchísimo más que aportar, porque está muy estudiado. Pero la figura de Alfonso XIII no se entiende completamente si no atendemos a la parte humana del Rey: no sólo al hombre de Estado, sino al hombre. Eso es lo que he querido hacer con este libro: acercarme a una persona que nace siendo rey. De hecho, él no era consciente del todo de la realidad, porque su padre fallece cuando él aún está en el vientre materno, por lo que le tratan de «majestad» antes de saber hablar. Hay una anécdota muy bonita que ilustra esto: de niño estaba jugando en el Palacio Real y al asomarse al balcón, había un cambio de guardia con una orquesta militar de la Guardia Real, y cuando los soldados le ven, empiezan a tocar. Entonces se mete dentro y la música cesa, y vuelve a salir al balcón y vuelven a tocar. Este trato le hace fraguarse una personalidad muy caprichosa, exenta de límites. Y eso hace que comprendamos mejor sus decisiones: no era una persona que conociera la realidad completamente. Conoció una ficción creada que le había tocado vivir.
Alfonso XIII nació siendo Rey, y eso le dio una personalidad muy caprichosa, exenta de límites
–¿Cuáles cree que fueron las fortalezas de su reinado? ¿Por qué merece ser recordado?
–Además de poner Madrid en el mapa, de inaugurar el Metro y abrir la Gran Vía, el gran ejemplo es su boda: tuvieron que construir un hotel para poder acoger a familias reales que por primera vez, de una manera multitudinaria, vienen representando a sus Estados, algo que no había ocurrido antes. Y algo de lo que no se ha hablado suficientemente es su papel en la Primera Guerra Mundial: organizó una oficina en el Palacio Real y contrató a administrativos para encontrar a personas que estaban completamente desaparecidas. Algunos habían muerto en el frente, otros simplemente habían desparecido. Él se encargaba de poner en contacto a estas personas a través de una red que no solamente está aquí en España, sino que tiene delegaciones y contactos por toda Europa. Esto dice mucho del Rey.
–¿Por qué tenía esa sensibilidad?
–Creo que le ayudó mucho a conocer cómo era España un viaje que le cambió completamente. Fue a Las Hurdes, en Extremadura, una de las zonas más pobres de España, donde la gente no tenía qué comer. Allí salió de su burbuja y se dio cuenta de cómo vivía la gente en su país. Hay una anécdota más triste que simpática: pidió un café con leche, y como no tenían, le pusieron leche humana. Fue un golpe de realidad enorme para él.
–Su mujer era británica y su madre era austriaca. ¿Cómo consiguió mantenerse neutral el Rey en la guerra?
–La decisión de que España no entrara en la Primera Guerra Mundial fue algo positivo para España; no habría sido nada bueno haber participado en la guerra. Pero es cierto que tiene una madre austríaca y una mujer británica y se encuentra entre dos aguas. Es más, hay tensión en el Palacio Real entre estas dos mujeres, porque sus países de origen están en bandos distintos. Por eso quizá él se dedicó a su red de contactos.
La «otra vida» del Rey
–¿Fue esta personalidad caprichosa la que le llevó a tener distintas amantes, y entre ellas, a enamorarse de la actriz Carmen Ruiz Moragas?
–Sería ridículo porque además conocemos nombres decir que Carmen fue la única amante, aunque realmente fue como su mujer sin haber pasado por el sacramento. Había otras, pero es verdad que la relación entre ellos es muy fuerte y hay datos que además lo prueban. El Rey, para conseguir que Carmen se estableciera en Madrid y dejara de hacer viajes por trabajo, decidió darle hijos de manera consciente. Era algo buscado. Su primera hija, María Teresa, nace en Florencia, justo cuando el Rey «estaba de viaje particular por Europa»: sabemos que en realidad está en Florencia, acompañando a su amante en el parto. Luego, entre la primera hija, María Teresa, y el segundo, Leandro, hay otros dos embarazos fallidos, dos abortos. Según las fuentes, en realidad es una relación muy larga, de más de diez años. Puede que hubiera otras mujeres, pero Carmen Ruiz Moragas era alguien especial, además de una vía de escape, una forma de evadirse de sus obligaciones de Estado y poder ser así no solo un Rey, sino también un hombre.
Puede que hubiera otras mujeres, pero Carmen Ruiz Moragas era alguien especial, además de una forma de evadirse de sus obligaciones de Estado y poder ser así no solo un Rey, sino también un hombre
–Si no hubiera sido Rey, ¿se habría casado con ella en lugar de con Victoria Eugenia, como defendía su hijo ilegítimo, Leandro?
–Es comprensible que Leandro defendiera esta teoría, pero creo que es más un anhelo suyo que algo real. Se planteó la posibilidad de la nulidad del matrimonio debido a que Victoria Eugenia le había ocultado su hemofilia, por la que fallecieron varios de sus hijos. Pero además de que el matrimonio no era nulo, la época de Alfonso XIII no es nuestra época, en la que el Rey Felipe se pudo casar con doña Letizia. Alfonso XIII tenía muy claro que eso suponía un matrimonio morganático, por el que automáticamente dejaría de ser Rey de España. Para él, por encima de todo, estaba España.
–Ser hijo bastardo ha tenido siempre connotaciones negativas, incluso se ha utilizado como insulto. Sin embargo, sorprende saber que para ellos era un honor...
–En la historia, el ser hijo natural fuera del matrimonio de un Rey es algo común. Había muchísimos y además tenían un papel destacado dentro del Estado: eran militares de primerísimo nivel, aristócratas, podían casarse con hijas de familias reinantes extranjeras... aunque estaban en segunda línea de la familia. Hay bastardos que salvan dinastías. Es curioso que durante la Edad Media esto sea así y en la Edad Contemporánea ocurra lo contrario, que estos bastardos tengan que quedarse a la sombra o desaparecer directamente. Al final, la existencia de hijos ilegítimos es fruto de algo muy humano: en las relaciones de los reyes y las reinas hay con frecuencia ausencia de amor, porque se toman decisiones estratégicas de una manera muy fría. Es comprensible que haya otras motivaciones, otros intereses, otras familias paralelas, y es algo con lo que se contaba. Hoy es muy bonito porque prima el amor y las decisiones de con quién se casa un Rey o un Príncipe que después va a ser Rey son completamente libres.
Leandro de Borbón, el último hijo de Alfonso XIII
–¿Cómo conoció a Leandro de Borbón? ¿Cómo vivía él el dolor por la distancia con su sobrino, el Rey Juan Carlos, y el resto de la Familia Real?
–Cuando empiezo a tratar a don Leandro es mientras soy estudiante de Historia en la Complutense. Para mí es una oportunidad increíble el estar estudiando el pasado y poder ser jefe de prensa y ayudar al último hijo que queda vivo de Alfonso XIII. Además, pese a no haber tenido relación con su padre, Leandro era el gran experto en España sobre el Rey: justamente por no haber podido conocer a su padre, lo quiso conocer a través de las fuentes. Tenía una biblioteca impresionante, especialmente sobre todo lo relacionado con su padre, su reinado y su tiempo, y era una persona tremendamente culta. Yo aprendía mucho cada día. Conociéndole, me daba pena cómo efectivamente desde la Zarzuela se le iban marcando los tiempos y no podía ser libre, como lo había sido en el pasado, de relacionarse con su familia.
–¿Por qué cambió la relación con la Familia Real?
–Tenía una relación fluida, normal y natural con su hermano don Juan, pero a raíz de su muerte todo se empezó a complicar. Él no entendió ese cambio. Parece que en la Zarzuela hubo un intento de separar muy bien lo que era la Familia Real de la familia del Rey, grupo en el que entraría don Leandro, pero al mismo tiempo en una segunda línea, porque al ser bastardo podía ser un poco incómodo. Él sufría enormemente con esto, porque en realidad él no quería ni un protagonismo ni un reconocimiento público: sólo quería una relación «normal» con su familia. Y hoy, tristemente, conocemos a don Leandro en los medios de comunicación como una persona dolida, con un dolor que es respuesta a este rechazo que se podía haber evitado perfectamente.
–¿No le da vértigo publicar un libro sobre la Familia Real?
–Claro que el escribir este libro ha sido un riesgo, y está muy pensado qué contar y qué no. Ante todo no quiero echar tierra sobre una institución que me parece clave de bóveda en nuestra democracia, que es la monarquía. Pero al mismo tiempo soy historiador y tengo que ser riguroso con lo que cuento. Por eso está todo sustentado, y soy muy fiel a la hora de explicar cómo funciona la Zarzuela, cómo son las comunicaciones y los filtros que hay. Así que en realidad no me da vértigo, porque hago más bien una descripción de cómo son las cosas. Me consta que han leído el libro han en La Zarzuela y que la opinión que se tiene es positiva. Eso me ha ayudado a quedarme tranquilo; eso y que en realidad no creo que perjudique a la institución monárquica contar cómo ha sido la vida del último hijo de Alfonso XIII y cómo fue la vida del propio Alfonso XIII como hombre, que es lo que yo he hecho.
Me consta que han leído el libro han en La Zarzuela y que la opinión que se tiene es positiva
–¿Cuál cree que es la importancia de la monarquía hoy?
–Creo que don Felipe y doña Letizia tienen un papel importantísimo en la actualidad en la que estamos viviendo una situación muy convulsa, mucha polarización de los extremos. Es una época muy compleja y creo que justo la figura de los Reyes de España en la actualidad es lo que da estabilidad a un país. Además de, por descontado, una imagen internacional y un reconocimiento y un nivel que sin ellos no tendríamos de ninguna manera.
–¿Echa de menos más cercanía de los Reyes, o es apropiado que guarden cierta distancia con nosotros?
–Yo creo que los reyes tienen que ser reyes, porque si son como nosotros pues que pierden el sentido. Rey de España no es como tú, es, no es otra cosa. Entonces yo creo que sí deben mantener esa distancia en los momentos en las ceremonias que en la que esta distancia tiene que existir, pero también que los reyes no, y me estoy acordando de la Reina Doña Sofía cuando fueron los atentados de Atocha, se abrace a las personas que lo están pasando mal y se salte el protocolo en determinadas situaciones, porque hay una madre en lo que fue un acto, una jura de bandera, se salta el protocolo para atender una madre que lo está pasando mal y además es que le da continuidad a ese asunto y levanta el teléfono y trata de ayudar. Me parece que eso está bien, las dos cosas. Creo que los reyes tienen que ser reyes en las ceremonias institucionales, en las visitas de estado, en las recepciones y todo esto. Pero también creo que los reyes de España tienen que estar muy cercanos, como hiciera Alfonso 13 en Las Hurdes, tienen que bueno, pues en determinados momentos remangarse.
–También como profesor, ¿le preocupan la falta de conocimientos, la polarización y el revisionismo histórico que vivimos en la actualidad?
–Es verdad que en la actualidad hay un desconocimiento y además una falta de información acerca de lo que es la monarquía. No se sabe por qué somos un reino y no somos una república. Los jóvenes –y lo vemos en las aulas todos los días en la universidad– no comprenden para qué tenemos reyes. Y luego tengo la sensación de que hay un sector de nuestra política que tiene algunos medios de su lado y difunden ciertas ideas que no son correctas. Por ejemplo, parece como si los Reyes de España estuvieran ahí por un invento, cuando es algo decidido y votado en una Constitución.
–Algo que solo puede ir a peor tras el cambio del currículo de Bachillerato: los alumnos que lleguen a sus clases de Humanidades solo habrán estudiado la Historia a partir de 1812.
–Me parece una vergüenza este cambio, por el que efectivamente empiezan a estudiar a partir de 1812 y además no se sigue un eje cronológico en los cursos anteriores. Es imposible estudiar la Historia sin comprender por qué ocurren los acontecimientos, con lo cual hay que comenzar desde el principio e ir avanzando. Creo que si ya hay muchas lagunas y un nivel muy bajo en la formación, esto no sólo no ayuda, sino que más bien empeora la situación.