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Emilio del Río en la Feria del Libro de 2022

Emilio del Río en la Feria del Libro de 2022Sergio Cadierno / Feria del Libro de Madrid

Entrevista

Emilio del Río: «La política es una cosa demasiado seria para dejarla solo en manos de los políticos»

El Debate conversa con el director general de Bibliotecas, Archivos y Museos del Ayuntamiento de Madrid, donde concluimos que los clásicos ya en su tiempo, nos hablaron a golpe de tuit y nos advirtieron del peligro de las fake news para la democracia

El riojano Emilio del Río, Doctor en Filología Clásica, director general de Bibliotecas, Archivos y Museos del Ayuntamiento de Madrid y profesor de la Universidad Complutense, publica en Espasa un nuevo trabajo, Locos por los clásicos, en el que nos redescubre a los grandes autores de Grecia y Roma, con la misma vocación divulgativa con la que desde 2012 lleva hablando en RNE en No es un día cualquier y en De pe a pa, con Pepa Fernández, sobre el latín y la cultura clásica. Reconocido con la Cruz de Alfonso X el Sabio «por los méritos contraídos en los campos de la educación, la ciencia, la cultura, la docencia y la investigación», el autor de Latin lovers y Calamares a la romana, ex senador y ex diputado al Congreso para más señas, charla con El Debate sobre Tucícides, Séneca, Platón, Horacio o Cicerón, en una entrevista donde concluimos que los clásicos fueron tan modernos y avanzados que, ya en su tiempo, nos hablaron a golpe de tuit y nos advirtieron del peligro de las fake news para la democracia.

–¿Cómo surge la idea de Locos por los clásicos? ¿Es la continuidad, en papel, de su celebrado podcast con el mismo título?

–Desde 2012 colaboro en RNE con una sección titulada Verba volant que se emitió en No es un día cualquiera y, ahora, en De pe a pa, ambos dirigidos por la periodista Pepa Fernández y en esa sección suelo hablar del latín y de la cultura clásica. Después, soy autor del podcast Locos por los clásicos y es, de ahí, de donde surge la idea de escribir este libro con el que he pretendido acercar a la gente, de una manera divertida y didáctica, las obras de los grandes autores de Grecia y de Roma.

–Su libro desmitifica la idea que todos podemos tener de que los clásicos son muy aburridos…

Muchas personas me dicen que he escrito un libro divertido, pero lo cierto es que los clásicos fueron siempre divertidos. Fueron unos tipos geniales, estimulantes, inspiradores que, con su sabiduría, ayudaron en su tiempo y nos ayudan a vivir.

–Hablar de los clásicos en un mundo tan moderno, avanzado tecnológicamente y globalizado suena a contracultural, a revolucionario, ¿no?

–Estos grandes autores de Grecia y Roma les han dado respuestas a las distintas generaciones humanas y lo han hecho a través de las historias que nos contaron y nos cuentan. El hombre primitivo ya contaba historias cuando llegaba a la cueva después de cazar y las contaba en torno al fuego, aportando su sabiduría. Desde entonces, a los humanos siempre nos ha gustado que nos cuenten historias. En el caso de los clásicos ellos han sido los que han diseñado la democracia y todas las formas de comunicar: la novela, la fábula, la sátira, la épica, la lírica, la comedia, el drama, la historia, la filosofía, ¡hasta el periodismo! El gran maestro del periodismo Ryszard Kapuściński, al que se le concedió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en el año 2003, afirmó que Heródoto fue el primero de los periodistas con su Historia. Uno puede pensar que Platón es un tostón, pero es todo lo contrario, es un tío que nos cuenta las cosas y nos enseña a pensar con mitos y formulándonos preguntas y eso, al fin y al cabo, es la filosofía.

–Leer a los clásicos y comprobar la libertad con la que se expresaban y vivían, me hace pensar si el ser humano no ha ido involucionando a lo largo de los siglos…

–Bueno, si repasamos la historia de la humanidad podemos comprobar cómo hemos mejorado en la técnica, en la sanidad, en la libertad, por ejemplo, aunque aún hay muchos lugares del mundo donde todavía no existe la democracia. Son los clásicos los que le dan forma a nuestra manera de vivir actual, pero también nos dan una lección más y es que la involución se puede dar como se dio en el mundo clásico cuando se diluyó el Imperio romano. Después de su desaparición, la humanidad tardó mil años en volver a tener los niveles de desarrollo que alcanzó durante el periodo romano y griego.

–Ellos fueron los que diseñaron la democracia, ¿qué dirían ahora si hubiesen visto el asalto al Capitolio en EEUU?

–El asalto al Capitolio es una muestra de lo frágil y difícil que es mantener y preservar el sistema democrático y es un ejemplo de que el ser humano puede involucionar. ¿Quién nos iba a decir que en nuestro tiempo veríamos asaltar el símbolo de la democracia moderna por un tipo con cuernos? Eso lo que nos debe hacer pensar es que mantener nuestra democracia y cuidarla es una cuestión de todos. Nuestra civilización es débil y frágil y tenemos que tenerlo claro para preservarla, ¿alguien pensó que podría venir un virus microscópico de China y encerrarnos en casa, paralizando el mundo y nuestro progreso? Y, sin embargo, ha ocurrido, como también: ¿Quién imaginaba que en pleno siglo XXI íbamos a vivir una invasión genocida, criminal y asesina como la que ha protagonizado Putin contra Ucrania?

–¿Qué otra enseñanza podemos concluir de nuestros clásicos?

–Uno de los objetivos del libro es trasladar a los lectores el lado positivo de la vida que nos ofrecen los clásicos, incluso a través de la tragedia. Para mí, una de sus grandes enseñanzas, es que nos descubren el carpe diem, al que nos invita el gran poeta latino Horacio. Hay un ejemplo cómico y es la canción final de La vida de Brian en la que estando todos ellos en la crucifixión, en vez de llorar y desesperarse comienzan a cantar y silbar «busca el lado positivo de la vida», ¡eso es el carpe diem!: buscar el lado positivo de la vida. ¡Es una enseñanza fantástica!

–En Locos por los clásicos usted escribe haciendo un paralelismo continuo entre el mundo clásico y lo moderno, lo actual.

–Si puedes explicar un clásico con el título de una canción actual o de una película, ¿es o no es una señal de su actualidad y de cómo nos llega hasta nosotros? Recuerdo ahora el capítulo dedicado a Cicerón que he titulado Amigos para siempre haciendo un guiño a la canción con la que se clausuraron los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 que fue cantada por Los Manolos y que habla de la amistad. Cicerón, en los últimos años de su existencia, dedica su vida a escribir sobre las cosas que de verdad importan. Él también es de los que defiende la democracia, pero escribe el tratado Sobre la amistad que es maravilloso y en el que concluye que sin amistad la vida no vale nada, si a la vida le falta la amistad es como si le faltase al día la luz del sol ¡qué bonito! Fíjate, si son actuales. Esto mismo lo hemos visto en la pandemia donde nos hemos dado cuenta de la necesidad de la amistad, del tocarnos, del abrazarnos, del estar con los amigos y disfrutar de esos buenos ratos en compañía que son, al final, los que quedan en la vida.

–Se puede afirmar que, ¿no hay nada más actual que los clásicos?

–Los clásicos son clásicos y modernos a la vez. Aún hoy, nos dan respuestas a las grandes preguntas de la vida: qué es el amor, qué es la felicidad, qué es la amistad, qué sentido tiene la vida, ¿hay algo más allá? Por ejemplo, Platón, en el siglo cuarto antes de Cristo, ya dice que hay vida más allá de la vida, más allá de la vida terrenal y dice que hay un lugar para las almas buenas y un lugar, un infierno, para las almas malas. Pero junto a Platón está el propio Cicerón y también Marco Aurelio, Epícteto o Séneca que en sus obras siempre nos dan consejos para nuestras vidas.

–Los clásicos no tuvieron problemas con la cierta corrección política.

–¡Ahí tenemos a Aristófanes! En plena guerra civil de los griegos, Esparta contra Atenas, donde Atenas encarna la democracia y Esparta es un régimen militar autocrático, Aristófanes escribe una comedia, Lisístrata, que significa «la que disuelve el ejército». Una historia en la que las mujeres de las dos ciudades en guerra se van a la Acrópolis para debatir y acordar hacer una huelga de sexo, y les dicen a los hombres que hasta que no abandonen las armas no van a volver a tener sexo. Toda la obra es de una absoluta comicidad, jugando con el sexo, con el doble lenguaje, en una comedia en la que Aristófanes se ríe de todo, de los hombres, de las mujeres, de los dioses, de los gobernantes, de todo. Aristófanes es un tipo genial, de una frescura, comicidad y modernidad extraordinarias.

–¿Cree que habría sobrevivido a la corrección política y a la cancelación de ahora?

–Supongo que a Aristófanes lo pondrían ahora a parir (ríe) con la moralina política que estamos viviendo y sufriendo ahora.

–Fueron, también, unos avanzados a las redes sociales porque sus pensamientos los compartieron casi casi a golpe de tuit. Ahí está Séneca…

Yo siempre digo que los clásicos desarrollaron el «pensamiento Twitter» antes de que existiese Twitter. Séneca tenía un «pensamiento Twitter», era conciso y en unos cuantos caracteres expresaba su pensamiento. Nuestro paisano Marcial también lo tenía. Mira lo que decía en uno de sus escritos: «Las cosas que hacen la vida más feliz, mi muy entrañable Marcial son estas: una hacienda conseguida no a fuerza de trabajar, sino por herencia. Un campo no desagradecido, un fuego perenne, nunca un pleito, pocas veces las formalidades, una mente tranquila, unas fuerzas innatas, un cuerpo sano, una sencillez discreta, unos amigos del mismo carácter, (…) un sueño que haga fugaces las tinieblas, querer ser lo que se es y no preferir nada. Ni temer ni anhelar el último día». Esto es para leerlo todos los días porque nos ayuda a vivir.

–Ahora que periodistas, creadores de opinión, asesores y especialistas en comunicación hablan tanto del relato, resulta que los clásicos también fueron pioneros en el storytelling con el uso de los mitos y/o las fábulas…

–Los clásicos, además de la comunicación, inventan la retórica y la comunicación moderna dice que siempre hay que contar una historia, pero eso es la narratio de toda la vida y lo inventaron los clásicos. Ellos reivindican que para ser efectivo en la comunicación hay que contar una historia y, por eso, si uno quiere comunicar bien debe conocer esos recursos. Al final, somos lo que comunicamos, no hay que pensar que esto solo sirve para los personajes públicos porque todos comunicamos, en el trabajo, en cualquier lugar eres lo que comunicas y saber eso te va ayudar, no solo para tu profesión, sino para la vida, por eso es importante acudir a los clásicos porque también ellos nos ayudan a comunicar mejor.

–Hasta denunciaron en su época la existencia de las fake news y nosotros pensando que habíamos descubierto un nuevo fenómeno de la comunicación moderna.

–¡Eso es genial! El siglo V a. C. comenzó con los griegos repeliendo a los persas en su intento de conquistar Grecia, con las batallas de Maratón, Termópilas, Salamina y todo ello terminó con la guerra del Peloponeso entre los griegos. En esa época vivió Tucídides y él escribe su Historia de la guerra del Peloponeso en la que ya denuncia la desinformación y las fake news en su época, advirtiendo cosas como estas: «Qué poco importa a la mayoría la búsqueda de la verdad y cuánto más se inclinan por lo primero que encuentran. Por eso no se equivocará quien, de acuerdo con los indicios expuestos, crea que los hechos a los que me he referido fueron poco más o menos como he dicho y no dé más fe a lo que sobre estos hechos, embelleciéndolos para engrandecerlos, han cantado poetas, ni a los que los logógrafos (asesores políticos) han compuesto, más atentos a cautivar a su auditorio que a la verdad».

–Tucídides supo describir, en palabras de Juan Carlos Iglesias Zoido, el ejercicio del poder de forma realista e implacable, hasta el punto de ser lectura obligada para todo aquel que guste de la política, de la comunicación política, de descubrir las entretelas del poder.

–Tucídides fue el primero que analizó y escribió sobre el poder narrando la guerra del Peloponeso. Él relató los excesos del poder cuando los atenienses perdieron el sentido de la justicia y la moderación y fue capaz de elevarse por encima de su condición de ateniense y mostrar al lector la realidad de la política.

–Nos descubre que Tucídides y Kennedy están unidos por un discurso.

–Así es. No cabe duda que un momento estelar del siglo XX es el momento en el que John F. Kennedy, en su discurso presidencial del 20 de enero de 1961, pronuncia la célebre frase «No te preguntes qué es lo que tú país puede hacer por ti; pregunta qué es lo que tú puedes hacer por tu país», pues bien, la frase nos recuerda al primer ministro de Atenas, Pericles, y a Tucídides, quien puso en boca del gobernante ateniense lo siguiente: «Tengo para mí, en efecto, una ciudad que progrese colectivamente resulta más útil a los particulares que otra que tenga prosperidad en cada uno de sus ciudadanos, pero que se esté arruinando como Estado. Porque un hombre cuyos asuntos particulares van bien, si su patria es destruida, él igualmente se va a la ruina con ella, mientras que aquel que es desafortunado en una ciudad afortunada, se salva mucho más fácilmente». ¿Esto es casualidad? No porque el que le escribía los discursos a Kennedy era el novelista y experto en el mundo clásico, Gore Vidal, que había leído a Tucídides y a Pericles y es autor de Creación y otras obras ambientadas en el mundo clásico. Los clásicos nos enseñan el poder de las palabras y, como he comentado antes, somos lo que comunicamos.

–¿Nuestra vida sería mejor si nuestros políticos leyesen y conociesen a los clásicos?

–Todos tenemos que aprender de los clásicos, pero los políticos tienen que aprender en la medida en que creo que hay cosas que tendrían que ser obligatorias conocer hasta en los planes de estudios. Todo el mundo debería conocer y aprender el discurso de Pericles defendiendo la democracia y donde denuncia el peligro de las noticias falsas, literalmente las fake news, así como también advierte del peligro que supone para la democracia la acción de los demagogos y los populistas: «que no se haga caso de los que quieren alagaros los oídos y decir lo que queréis escuchar». Un político a veces tiene que ser capaz de exigir a su pueblo, «sangre, sudor y lágrimas», y esto ya lo defendían los clásicos hace dos mil cuatrocientos años.

–¿Qué le parece que haya desaparecido de la enseñanza reglada el estudio de la filosofía, de los clásicos, incluso el estudio del latín y el griego?

–Es una anomalía, una verdadera tragedia. Alemania, Inglaterra y Francia son grandes países, como nosotros, donde estudian más latín y griego que nosotros, y fíjate que Inglaterra y Alemania son países cuya cultura y lengua no vienen del latín, sin embargo, lo estudian más que nuestros jóvenes. ¿Cómo es posible que, en España, un país cuya lengua y cultura es latina, no se estudie latín? España es una excepción y estamos por detrás de los grandes países donde sí que se estudia latín y griego.

–Nuestras autoridades, nuestros políticos: ¿Nos quieren tontos? ¿Es una decisión para anular el espíritu crítico de la sociedad y del individuo?

–El latín, el griego, la filosofía, las humanidades nos dan conocimiento, criterio, capacidad de juicio y, eso, es la libertad, saber y poder decidir por ti mismo. Saber latín y griego nos hace más libres y suprimirlos de la enseñanza Primaria, Secundaria o en Bachiller es alejar la capacidad de desarrollo personal de la libertad.

–¿Ha perdido calidad nuestra política actual?

–Todos pensamos que cualquier pasado fue mejor, pero supongo que, dentro de unos años, igual diremos ¡qué buenos eran los que ahora nos gobiernan y están en política! Yo creo que hay que intentar hacer bien las cosas y, para ello, recomendaría que nuestros políticos conocieran y leyeran a los clásicos. Creo que es bueno y positivo volver a ellos y recuperarlos porque son modernos, divertidos, actuales y nos hacen mejor ciudadanos. Ellos nos ayudan a encontrar orientación en la vida y a los que se dedican a la cosa pública les puede ayudar a formar buenos ciudadanos: ¿Para qué está el sistema educativo? ¡Para formar a buenos ciudadanos! Unos ciudadanos libres y comprometidos con su sociedad y su momento.

–Usted ha sido político en La Rioja y también en el Senado y en el Congreso…

–¡Nadie es perfecto! (Ríe) Yo he dedicado una parte de mi vida a contribuir desde mi tierra, La Rioja, a mejorar la sociedad y mi país y lo hice respondiendo al compromiso que tenían los clásicos con la res publica, con la cosa pública, la cosa común. Los clásicos reivindicaban que todos los ciudadanos debían involucrarse en la cosa pública y haciendo caso a ellos he tratado de implicar y animar siempre y a todas las personas y ciudadanos a que se comprometan porque la política es una cosa, tan seria, como para dejarla solo en manos de los políticos. Y por eso nos tenemos que implicar todos.

–Entonces, ¿lo suyo fue por convicción?

–Se necesita políticos preparados, formados, para los que la política no sea su único medio de vida, sino que están ahí porque quieren dedicar una parte de su tiempo y de su vida a dar lo mejor de sí mismos por su ciudad, por su país. Como reivindican Cicerón, Platón o Tucídides en el maravilloso discurso de Pericles, «nuestro régimen es el mejor, tenemos que presumir de ello y tenemos que defenderlo, por la democracia y la libertad se debe arriesgar la vida».

–Un último consejo: ¿Qué clásico le recomendaría a Pedro Sánchez y Núñez Feijóo?

–Les recomendaría, sin duda, Locos por los clásicos. Es un libro en el que tienen treinta y seis clásicos de Grecia y Roma con los que se lo van a pasar bien, se van a entretener, van a aprender y van a conocer o redescubrir cosas que ya se dijeron hace miles de años, pero siguen vigentes aún en nuestro tiempo.

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