Al tablao más antiguo del mundo, el 'Villa-Rosa' de Madrid, le ha quitado el nombre un antiguo gestor
Ante la falta de acuerdo por el precio de los derechos, los nuevos propietarios han decidido convocar un concurso público con un premio de 6.000 euros para quien dé con el nombre «perfecto»
El local abrió en 1911 y diez años después se convirtió en tablao. Por el Villa-Rosa, situado en la calle de Núñez de Arce, junto a plaza de Santa Ana, en Madrid, han pasado todos los grandes artistas del flamenco del pasado y del presente, desde Caracol hasta El Cigala o la omnipresente Rosalía. Hemingway y Ava Gardner eran clientes habituales durante sus estancias en la capital, un lugar de encuentro y disfrute ineludible para los grandes personajes de la cultura y del espectáculo y hasta de la realeza (se cuenta que Alfonso XIII era asiduo del lugar, al que accedía por un pasadizo subterráneo) desde hace cien años en los que ninguno de sus administradores se preocupó por registrar el nombre de Villa-Rosa.
Un tablao sin nombre y un nombre sin tablao
Pero el anterior gestor sí lo hizo y los nuevos apoderados, ante la imposibilidad de recuperarlo por las exageradas cifras que pide el propietario, han decidido convocar un concurso público con un premio de 6.000 euros para quien dé con el nombre «perfecto». El Villa-Rosa, el que dicen que es el tablao más antiguo del mundo, lo seguirá siendo, pero con otro letrero sobre sus puertas por el empecinamiento del antiguo encargado. Hay un nuevo gerente con un tablao sin nombre y hay un antiguo gerente sin tablao y con un nombre que no se sabe muy bien para qué lo quiere si no trae con él los cien años de historia que lo contemplan.
¿Es el Villa-Rosa el tablao más antiguo del mundo?
Unas reuniones- espectáculo que ya adelantaron los moriscos-gitanos que esperaban a las puertas de sus cuevas del Sacromonte, en Granada, para sacarse unos dineros ofreciéndoles su arte a los que por allí pasaban. En el barrio de Triana, en Sevilla, se cantaba en las tabernas como si se retaran en duelo las grandes figuras, unos «concursos» que el cantaor Silverio Franconnetti convirtió en los cafés cantantes que fueron el germen de los tablaos.