¿Es el barrio del Eixample de Cerdà digno de ser patrimonio de la Unesco?
La asociación Salvem Barcelona propone que el famoso Ensanche de Barcelona, que llevó a cabo el ingeniero y urbanista Ildefons Cerdà, sea protegido por su «valor universal excepcional»
«La idea urbanizadora» obsesionó a Ildefonso Cerdà Suñer desde joven. Sería preciso decir que fue en realidad desde que murieron sus dos hermanos mayores y él se convirtió en el único heredero de la fortuna familiar, momento que aprovechó para renunciar a su plaza de funcionario y dedicarse al motivo de sus preocupaciones y reflexiones más profundas: la nueva ciudad moderna.
Cerdà, que fue tan polifacético como para ser ingeniero, urbanista, jurista, economista y político, anticipó el urbanismo moderno, el surgido como reacción a los problemas que plantea la ciudad industrial: se adelantó casi medio siglo a todos ellos con su reflexión profunda y sistemática sobre lo que iba a ocurrir en las grandes urbes. En 1849, tras abandonarlo todo para repensar la ciudad, basándose en la idea griega de la ciudad cuadriculada, empezó a solucionar problemas que ni siquiera habían llegado aún.
Faltaban casi cincuenta años para que se diseñara el primer automóvil, pero Cerdà ya se imaginaba una especie de locomotoras autónomas que circularían por la ciudad, razón por la que diseñó los famosos chaflanes de Barcelona, para facilitar los giros de estos pequeños trenes domésticos en una reflexión que la ingeniería de tráfico posterior ha continuado, demostrando que sus «inventos» siguen vigentes hoy. O las manzanas abiertas en las que la mitad de la superficie se dedica a jardines o equipamientos sociales, una idea que, sin embargo, no caló, pues no permitía explotar al máximo los espacios de los propietarios.
Sus ideas sí tuvieron un enorme respaldo, al menos en las altas instancias del Estado –quizá porque fue diputado liberal en las Cortes–. En Barcelona, convencidos de que sus propuestas de racionalidad y calles anchísimas eran un despilfarro, no le querían, y siempre se pensó que su famoso Plan Cerdà era una imposición de Madrid. A pesar de todo, blandiendo los argumentos que había expuesto en su Teoría general de la urbanización, Cerdà justifica la necesidad del Plan de Ensanche, cuya aprobación se produjo en 1859. El plan define una ciudad jardín con grandes espacios abiertos en el que los edificios, de solo tres plantas, están muy distantes entre sí, separados con anchas calles, y no existe diferenciación entre clases sociales al ser todas sus calles iguales. Este cúmulo de circunstancias provocó que la burguesía de la época considerara su propuesta como un derroche de terreno, existiendo un claro conflicto de intereses entre las partes.
Cerdà entendía que había dos conductas fundamentales en la vida del ser humano: el traslado y el reposo. Por ello, basa su nueva ciudad dos elementos, los que favorecen el desplazamiento, que son las vías, y los espacios pensados para la quietud y el reposo, las intervías. Las intersecciones se convirtieron con el tiempo en la imagen más fuerte de Barcelona. Los chaflanes, a 45°, responden a la necesidad de dar respuesta no solo a condiciones de mayor visibilidad e iluminación, sino a las distintas situaciones de circulación, tanto vehicular como peatonal. Al situarse las manzanas orientadas según los puntos cardinales, se garantiza la iluminación a lo largo del día.
La generosa proporción entre la cantidad de suelo edificado proviene de las bases del concurso de 1859, que establecen que el espacio edificado sea el mismo al destinado a jardines. En los planos originales, Cerdá diseña los edificios en el perímetro de la manzana liberando el interior de manzana, dicho espacio interior debe estar destinado a jardín para favorecer las ventilaciones y permitir un mayor grado de iluminación.
Esta presentación de la evolución del Plan de Ensanche, lejos de plantearse en términos de un plan virtuoso que, con posterioridad, es transformado o corrompido por la práctica del urbanismo, se propone desde el enfoque opuesto; es decir, el Eixample constituirá más bien un tablero de juego en el que la ciudad y su urbanismo establecerán un diálogo ininterrumpido con el Plan Cerdà y sus resultados. Es muy cierto que el proceso de construcción del Eixample se fue orientando según criterios diferentes de los que fundamentaban las propuestas iniciales, como lo demuestra el hecho de la progresiva densificación de las manzanas y del tejido edificado, pero no es menos cierto que el propio Cerdà introdujo modificaciones en sus planteamientos, buscando siempre el máximo pragmatismo de acuerdo con el momento histórico, y que los cambios progresivos significaron la introducción de elementos y situaciones consideradas hoy como positivas.
Patrimonio universal
Ahora, la asociación Salvem Barcelona ha enviado una carta al presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y al ministro de Cultura, Miquel Iceta, para que promuevan ante la Unesco la candidatura del Eixample de Barcelona a patrimonio de la humanidad. Los solicitantes entienden que, después de haber analizado los criterios de selección que utiliza el Comité de Patrimonio Mundial para decidir qué propuestas son aceptadas, el Eixample de Cerdà reúne todas las condiciones para que el Estado y la Generalitat avalen esta candidatura, que «con seguridad ha de ser apoyada por todos los ciudadanos, a los que hacemos un llamamiento para que la iniciativa tenga el impulso y la fuerza que merece».
Esta petición es la segunda acción que lleva a cabo la asociación que dirigen el abogado y economista Jacint Soler Padró y el también economista Francec Granell, que hace unas semanas presentaron una denuncia por la vía penal contra el proyecto de la Superilla Eixample del gobierno de Ada Colau por entender que podría haberse cometido un delito urbanístico al pretender implantar este plan de transformación de algunas calles del distrito sin revisar el Plan General Metropolitano.
La petición de Salvem Barcelona hace referencia al «conjunto urbanístico y arquitectónico que representa el Eixample de Barcelona, testimonio emblemático del carácter de la ciudad». En la carta enviada a Pere Aragonès y Miquel Iceta, los promotores de esta iniciativa argumentan que el barrio del Ensanche, de manera parecida al Plan Haussmann de París, constituye «un ejemplo histórico de la planificación urbanística iniciada en el siglo XIX». «La configuración morfológica del Eixample, el trazado, la trama cuadricular paralela al mar, la definición de la manzana tipo con los espacios laterales o chaflanes, determinan una visión muy comprensiva del proyecto», han expresado en el escrito.
Según esta asociación, el planteamiento de Cerdà «combina aspectos tan trascendentes como la salubridad, la edificación, el ocio y la movilidad, abriendo el Eixample al espacio metropolitano y respetando los derechos del ciudadano en el entorno urbano». Destaca también la existencia en el Eixample de un conjunto arquitectónico único, con edificios que ya forman parte del patrimonio de la humanidad reconocido por la Unesco, como la Sagrada Família o las casas Batlló y Milà, así como otras joyas del modernismo como las obras de Lluís Domènech Montaner o Josep Puig i Cadafalch, sin olvidar a arquitectos como Sagnier, Jujol, Sert y el arte desplegado en muchos edificios por grandes artesanos y escultores.
«Preservar el legado histórico que hemos recibido de quienes nos han precedido, y que este legado sea reconocido mundialmente –como lo es ya Barcelona–, es a la vez una obligación y una responsabilidad», señalan los autores de la propuesta.