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Miguel Poveda, Salvador Dalí, Ana María Matute y Rosalía nacieron en Cataluña

Una «cultura catalana» que ya no homenajea a los grandes artistas catalanes

Los homenajes institucionales del Gobierno de Cataluña prescinden de las figuras universales que no se adaptan a su ideal político

El pasado mes de julio moría a los ochenta años la cantante catalana Nuria Feliú. Pere Aragonès, el presidente de la Generalidad, la recordaba de esta manera: «La cultura catalana está de luto. Tenemos que valorar especialmente el legado que nos deja de toda su trayectoria musical y también de compromiso con la sociedad y, concretamente, con la villa de Sants y con el conjunto del país y sus derechos».

Su predecesor en el cargo, Quim Torra, escribió hasta su nombramiento como Molt Honorable muchos artículos en los que elogiaba la cultura popular catalana. Los primeros días como presidente de Cataluña los ocupó mayormente en reivindicaciones nacionales de carácter costumbrista, como, por ejemplo, asistir a un taller de ratafía donde dijo: «Para mí la ratafía es país. La ratafía es un poco quienes somos. Me parece que cuidar el país, velar por su paisaje, por sus tradiciones, nos hace más fuertes como país».

Puigdemont y Ramón llull

Puigdemont, el antecesor de Torra, habló en una ocasión desde el palacio gótico de la plaza de San Jaime, con ocasión de la Diada, de la cultura catalana haciendo referencia a Ramón Llull como el «autor capital de nuestra historia», el poeta, filósofo y teólogo de azarosa vida que escribió la mayor parte de sus casi 300 obras de hace 800 años en mallorquín y en árabe.

Salvo inevitables excepciones temporales y onomásticas no se recuerda el homenaje a los grandes (muchos) nombres de la cultura catalana por parte de estos mismos políticos catalanes.

Se puede recordar a Pére Aragonés elogiando la figura de Nuria Feliú (independentista, por cierto), pero no se le recuerda, ni a él ni a otros presidentes de Cataluña en los últimos tiempos, siempre tan dispuestos a mencionar la identidad catalana y su cultura, reconocer o celebrar a otros cantantes catalanes tan universales y/o dispares como Montserrat Caballé, Rosalía, Miguel Poveda o Albert Pla.

A Serrat lo llamaron fascista en medio del silencio de los políticos defensores de la cultura catalana, de Nuria Feliú, de la ratafía y de Ramón Llull

A Serrat, el mismo cantante que quiso cantar el La, La, La en catalán en Eurovisión (y no lo cantó, ni en catalán, ni en español), quienes se mostraban orgullosos de aquella decisión son los mismos quienes no hace mucho le llamaron fascista porque no cantaba en catalán en Cataluña en medio del silencio de los políticos defensores de la cultura catalana, de Nuria Feliú, de la ratafía y de Ramón Llull.

Hace unos años, un manifiesto firmado por más de mil intelectuales circuló por Cataluña. En él se pedía la dimisión de Torra por la ausencia de pluralidad. Firmantes, muchos de ellos de izquierdas, escritores, también ninguneados como el barcelonés Juan Marsé, como Juan José Millás o Javier Marías, entre muchos otros.

Josep Pla, Ramón Casas, «Saza»...

Quien no recuerda la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres y aquella exhibición orgullosa de sus grandes estrellas de la música, del pop y el rock, desde Los Beatles a Blur, por ejemplo, pasando por todos los demás. La cultura catalana que propugnan los líderes políticos catalanes del presente no incluiría a Los Beatles, si es que Los Beatles hubieran sido catalanes, como no incluye a Dalí, el genio internacional de Figueras que «jugó» al independentismo de joven y murió diciendo: «Viva España, viva el Rey, viva Cataluña».

Ni a Miró, ni a Ramón Casas, ni a Ana María Matute, ni a Gil de Biedma, José Sazatornil «Saza» o, ni por supuesto a Josep Pla, que hablaba siempre del «país» que era el mismo del que curiosamente hablan los actuales políticos defensores de la «cultura catalana».