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Anjelica y John Huston en 1986, un año antes de la muerte del directorGTRES

Cuando John Huston se despidió de los vivos a través de 'Los Muertos' de James Joyce

El director de cine estadounidense murió el 28 de agosto de 1987, solo unos meses después de filmar su última obra, una simbólica y magistral versión del simbólico y magistral cuento del escritor irlandés

Era 1987. Un John Huston enfermo (aquel Moby Dick metáforico que Ray Bradbury creó por su difícil carácter) sabía que su muerte estaba próxima y se acordó precisamente de Los Muertos, el último relato de Dublineses, de James Joyce. Fue la epifanía de Gabriel Conroy, el protagonista del cuento del escritor irlandés, el que le dio la suya al director estadounidense, quien rodó la película (que los estudios se negaban a asegurar) en una silla de ruedas y asistido por una máquina de oxígeno debido a su enfisema terminal.

'Dublineses', de James Joyce

Fue como si el director se pusiera a narrar su propia vida al final de todo, como si haber hecho El Halcón Maltés o El Tesoro de Sierra Madre solo hubiera sido el largo relato banal del baile de las hermanas Morkan y todas esas preocupaciones fútiles, los prejuicios, las convenciones de una casa, de una fecha o de una tradición solo fueran el camino hacia la conciencia de la próxima muerte, el colofón artístico total, donde se agolpan la juventud perdida, el amor o los descubrimientos sin tiempo para enmendar su significado.

Huston ríe detrás de las cámaras

Huston reía mientras filmaba su gran última obra. Un prodigio de sencillez, hasta de duración, y de profundidad. Huston se reía porque se despedía de todos, inmóvil desde su silla, casi sin poder respirar, usando el relato perfecto para hacerlo, a Joyce. Donde todo estaba ya escrito. El padre de Anjelica, quien interpreta a la Gretta joyceana que da paso al hallazgo lírico y terrible en el momento más inesperado, en la madurez en la que uno puede descubrir que nada tiene sentido.

Huston ríe, maduro, por detrás de las cámaras mientras rueda, viendo a Gabriel Conroy descubrir que el amor de la vida de su mujer fue un chico que murió a los diecisiete años. Una canción que despierta los recuerdos de ambos es el desencadenante de todo. El recuerdo que Conroy interpreta como sensual e íntimo, pero Gretta no.

«Oír caer la nieve»

Ella se queda dormida tras la inesperada confesión y John Huston, el relator, el intérprete del cuento, se ríe, como un hombre de vuelta, de las debilidades y las paradojas humanas sin renunciar a la verdad y a la belleza de un final que hizo suyo para despedirse mientras ya veía caer la nieve, casi también sobre su propio cementerio: «Su alma caía lenta en la duermevela al oír caer la nieve leve sobre el universo y caer leve la nieve, como el descenso de su último ocaso, sobre todos los vivos y sobre los muertos».