Fundado en 1910

La escritora estadounidense Patricia Highsmith

Patricia Highsmith como nunca la habías visto (ni leído)

Anagrama publica los diarios íntimos de la prolífica y polémica escritora, un autorretrato profundo a partir de miles de páginas que escribió en secreto durante toda su vida

«Las obsesiones son la única cosa que realmente importa». El pensamiento de Patricia Highsmith (Texas, 1921 - Locarno, Suiza, 1995) era poco lineal, abundante y, como ella misma lo definía, obsesivo. Y quizá por todo ello, brillante.

Lectora voraz, las letras se encadenaron a ella llevándola del placer de la lectura, a través del que investigaba sus grandes temas, como la culpa, la mentira o el crimen, al exorcismo de la escritura, gracias al que profundizaba en las mismas temáticas, relacionándolas con su propia vivencia y experiencia.

Nacida en el seno de una familia rota, ya que sus padres se divorciaron antes de que ella naciera y no pudo conocer a su padre biológico hasta los 12 años, Highsmith fue criada por su abuela, Willi Mae, en Texas. Cuando su madre se volvió a casar, se trasladaron a Nueva York: allí empezó lo mejor y lo peor de su vida. La ciudad le brindaba infinitas oportunidades a su mente siempre inquieta, pero la relación con su madre, siempre complicada, llegó a desquiciarla. Ella mismo dijo que su madre había tratado de abortarla bebiendo aguarrás.

A lo largo de su vida escribió siempre, incansablemente. Escribía en cuadernos y libretas, en trozos de papel suelto, en cuartillas. Escribía para entenderse y para entender el mundo, no siempre con la idea de publicar. Sin embargo, ahora sus diarios íntimos, resumidos y condensados a partir de 8.000 páginas de escritos, han sido publicados en español: Diarios y cuadernos. 1941-1995 rompe con el halo de misterio de una autora que fue siempre celosa de su intimidad.

Homosexualidad, alcohol y misantropía

Según cuenta ella misma, su vida personal era problemática, en parte por su alcoholismo; nunca tuvo una relación sentimental que durase más que unos pocos años, ni siquiera con la también novelista Marijane Meaker (su homosexualidad fue otro de sus grandes temas, aunque la ocultó durante la mayor parte de su vida), y algunos de sus contemporáneos la tachaban de misantropía. Prefería la compañía de sus muchos gatos y caracoles, que a veces portaba en el sujetador: «Mi imaginación funciona mucho mejor cuando no tengo que hablar con la gente» es una de sus citas más célebres. También se la ha acusado de misoginia por sus Little Tales of Misogyny y de antiamericanismo por sus Tales of Natural and Unnatural Catastrophes; lo cierto es que su fama de escritora morbosa no la hizo especialmente vendible en los Estados Unidos.

En 1952 apareció, bajo el pseudónimo de Claire Morgan, su novela El precio de la sal, una problemática historia de amor entre dos mujeres con un final feliz insólito para la época. Unas tres décadas después la reimprimió con el título de Carol y descubriendo que era ella la verdadera autora. Aunque mantuvo un aura de secretismo sobre su vida privada, especialmente en lo que concierne a su vida sentimental, dejó estos diarios y cuadernos personales guardados entre la ropa en un armario y ahora, su editora, Anna von Planta, se ha sumergido en las más de ocho mil páginas de anotaciones y ha realizado una meticulosa selección.

'Diarios y cuadernos' (editorial Anagrama), de Patricia Highsmith

Aflora en este relato, uno de los acontecimientos literarios del año, la persona detrás de la escritora, con todas sus complejidades y contradicciones. La autora da rienda suelta a contundentes opiniones no exentas de polémica, aborda episodios cruciales de su vida y nos permite también adentrarnos entre bambalinas de su universo literario y comprobar que su más célebre creación, el sociópata Tom Ripley, es de hecho el fruto destilado de sus demonios interiores.

Estos textos recorren toda la vida de Highsmith, desde su época de estudiante hasta sus últimos años en Suiza, acompañándola en sus dudas juveniles sobre su identidad sexual, en las noches sin fin del Greenwich Village neoyorquino de los años 40 –de copas con personajes variopintos como Judy Holliday y Jane Bowles–, en los primeros atisbos de su vocación literaria y el temprano éxito de Extraños en un tren –llevada casi de inmediato al cine por Alfred Hitchcock–, en su paso por la colonia de artistas de Yaddo –en compañía de Chester Himes y Flannery O’Connor–, en su afición al alcohol... pero también en pasión por la vida y la escritura.

Depresiva, pesimista y sombría, Highsmith destacaba por su gran agudeza al describir y crear personajes de amplios arcos psicológicos. De pequeña había leído el libro de Karl Menninger La mente humana y quedó para siempre fascinada por los casos que describía de pacientes afligidos por enfermedades mentales, algo que trasladaría a sus propios personajes.

El pesimismo de sus historias, su exclusión de todo sentimentalismo y la crueldad materialista de sus análisis éticos fueron mal acogidos en Estados Unidos, pero no en Europa, razón por la que se trasladaría al Viejo Mundo en 1963. Residió en East Anglia (Reino Unido) y en Francia, y sus últimos años los pasó en Tegna al oeste de Locarno (Suiza), donde falleció. Sin embargo, más allá de su excepcionalidad literaria, bajo toda su complejidad psicológica y oscura se descubre, gracias a Diarios y cuadernos, a una mujer profunda y sufriente, que reflexionaba sobre el bien, el mal y la libertad que los hace posibles, y que ante todo buscaba la felicidad.