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El escritor Javier MaríasGTRES

Javier Marías y el porqué de su rechazo a las subvenciones públicas y a los premios oficiales

El escritor madrileño, fallecido el domingo, decidió no aceptar prebendas ni agasajos procedentes de los políticos en un proceso de digresión, como hacía en sus novelas, tras un episodio incómodo en 1995

Javier Marías era caprichoso. En el sentido más vulgar del término, lo cual indica todo lo contrario: que él mismo no era ningún adocenado. Como en su característico narrar y reflexionar, quizá fue ese proceso, más allá de la escritura, el que le llevó a empezar a decidir, a mediados de los 90, no aceptar ningún premio oficial, ni subvención pública.

En 1995 el ministerio de Cultura francés le invitó a un salón en París y en España se preguntaron, de la forma en que tantas veces se preguntan en España las cosas, por qué le habían invitado a él y no a otros. Ese fue el comienzo de la digresión que le dio la conclusión de esta «novela moral», como no quería que calificaran sus obras: rechazar como norma cualquier galardón estatal e invitación gubernamental.

Marías quería alejarse para siempre de la polémica de aquella invitación parisina y cortó por lo sano. También había en ello un deseo confesado de no ser instrumento del grosero ego de ningún político. Una vez dijo que no estaba «para ser medalla de nadie» y se apartó de todas las llamadas ministeriales.

Pero el circunloquio de su actividad continuó en las afueras de la misma. Se sacaba sus irritaciones del cuerpo y del alma dándoles forma. Le enfadaron Cela y Mourinho y hasta Jorge Herralde, el editor con el que adquirió su fama, por ejemplo, y se lo hizo saber, a ellos y al mundo. Antes de rehusar al Premio Nacional de Narrativa en 2012, sí aceptó otros premios extranjeros, como el Alberto Moravia de Narrativa o el José Donoso de la Universidad de Talca, en Chile.

Cuando rechazó el Premio Nacional hace diez años, recordó que ya lo había advertido y que con ello pretendía mantenerse al margen de cualquier Gobierno. Añadió también que si maestros suyos como Juan Benet o García Hortelano (también su padre, Julián Marías) no habían recibido ningún premio oficial, no entendía cómo podía merecerlo él.

Del mismo modo que cuando le preguntaron por los 125.000 euros del Cervantes (como del montante del Nobel, aunque de este nunca dijo que no lo aceptaría, circunscribiendo su negativa a lo autóctono, quizá donde menos popular fue): «¿Quién los paga?», respondió. Y ante el silencio, el silencio que ya es tristemente para siempre, dijo: «Ahí tiene la respuesta».