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«La Ley de Memoria Histórica persigue acabar con la Transición»

Bieito Rubido, director de El Debate, acompaña a Daniel García–Pita, nieto de José María Pemán, en la presentación de un libro que reivindica a su abuelo y la Transición, frente a las trampas de la Memoria Histórica

Daniel García-Pita Pemán (Cádiz, 1947) es nieto del famoso escritor gaditano José María Pemán (1897-1981). Al igual que su abuelo, es experto en Derecho: académico correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, y director del gabinete del ministro de Justicia (1977-1979) y del gabinete del presidente del Congreso de los Diputados (1980-1982). A su amplio currículo, se añade otro rasgo en que coincide con su abuelo: es colaborador de El Debate. José María Pemán publicó en este periódico desde mediados de los años 20 hasta el cierre de la rotativa ocasionado por la guerra (1924-1936).

Para reivindicar la memoria de su abuelo, ha presentado en el Colegio Mayor San Pablo el libro El caso Pemán: La condenación del recuerdo (Almuzara). Han participado en esta presentación el presidente de la ACdP y de la Fundación Universitaria San Pablo CEU, Alfonso Bullón de Mendoza; el director de El Debate, Bieito Rubido; y el director del Colegio Mayor, Carlos Gregorio Hernández.

Reescribir la República, la Guerra Civil y el franquismo es un atropello a la disciplina de los historiadoresBieito RubidoDirector de El Debate

Bullón de Mendoza ha elogiado la figura de Pemán, quien fue residente de este Colegio Mayor y miembro de la ACdP desde 1925. Al poco llegar a Madrid, en 1923, trabó relación con don Ángel Herrera Oria. Por su parte, Rubido ha señalado que, siendo niño, conoció al autor de este libro, Daniel García-Pita, quien por aquel entonces tenía unos 20 años. El director de El Debate confía en que, llegado el momento, el Tribunal Constitucional «corrija de principio a fin» la Ley de Memoria Histórica y Democrática, o bien que el futuro gobierno la derogue. En su opinión, legislar en esta materia se trata de un «empeño estéril», como se ha demostrado a lo largo de los siglos. La pretensión de «reescribir la República, la Guerra Civil y el franquismo es un atropello a la disciplina de los historiadores». En este sentido, Rubido elogia El caso Pemán por su rigor en el «análisis jurídico» del desarrollo de estas leyes. Por otro lado, el libro también supone reivindicar «el éxito de la Transición».

Bieito Rubido, director de El debate, y Alfonso Bullón de Mendoza, presidente de la ACdP y Fundación San Pablo CEUPaula Argüelles

Bieito Rubido pone el ejemplo de la reforma en la plaza de España de Ferrol. Se llevó a cabo con la excusa de eliminar la estatua de Franco. Comenta Rubido que era una plaza que «distribuía el tráfico de manera idónea y contaba con cedros del Líbano», pero que decidieron no sólo retirar la estatua de Franco, sino cambiar toda la fisonomía de este espacio. El pretexto que adujeron era que la plaza tenía una «traza fascista», a pesar de que haberse construido en 1934. Rubido anima a leer el libro porque proporciona «anticuerpos para sostener debates serios y rigurosos». Añade: «tenemos el derecho a conocer la verdad; la patria es el patrimonio que heredamos, con luces y sombras, y no hay derecho a que nos cambien la herencia».

Pemán se bautizó en la misma pila que Emilio Castelar y Manuel de Falla

Carlos Gregorio Hernández ha resaltado la actividad de Pemán entre los años 20 y 1950. Hombre polifacético, se doctoró en Derecho –entre 1857 y 1954 sólo era posible doctorarse en la Universidad Central, en Madrid, hoy Universidad Complutense– y, a partir de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, desempeñó destacadas tareas intelectuales. Según Pemán, la democracia es un talante, una forma de comportarse basada en la educación; «un gesto» que no se impone ni se improvisa, sino que requiere de siglos y cultura. Apostaba por «la tradición puesta al día». Por otra parte, según Hernández, para entender al Pemán posterior a 1936, hay que tener en cuenta que «todos los hombres que han vivido una guerra se expresan de modo diferente». En Pemán, el español se define «proyectándose sobre el mundo», dada la catolicidad inherente al país.

Daniel García-Pita ha esbozado una suerte de «vidas paralelas», como las de Plutarco, entre su abuelo y Cicerón. Por un lado, ambos fueron escritores orientados al ensayo, a cuestiones de orden filosófico. Asimismo, Cicerón fue hombre de honda formación griega, y el gaditano leyó con fruición a los clásicos. De hecho, su tesis doctoral versaba sobre la justicia en Platón. También recalca García-Pita rasgos del estoico Séneca en su abuelo, y su capacidad «para hacer simples los complejos argumentos filosóficos». En tercer lugar, y aunque en vertientes muy distintas, el Arpinate y Pemán se dedicaron a la oratoria, a la política y al derecho. Pemán –cristianado en la misma pila bautismal que Emilio Castelar y Manuel de Falla– y Cicerón vivieron su etapa final alejados de la política, retirados. Si bien el Arpinate murió asesinado por el terror de la tiranía, a Pemán se le ha asestado una damnatio memoriae debida a la denominada «memoria histórica».

Daniel García–Pita ha esbozado una suerte de «vidas paralelas», como las de Plutarco, entre su abuelo y Cicerón

Según García-Pita, la memoria histórica sólo puede entenderse en sentido metafórico, porque «los pueblos tienen sentimientos colectivos». Sin embargo, «no se pueden legislar, y no puede haber coacción». En este sentido, ha citado ejemplos históricos, como cuando en la Biblia se habla de borrar la memoria de los amalecitas. Romanos, egipcios, el «Concilio cadavérico» y, por supuesto, los países comunistas en que se suprimen de fotografías a determinados personajes o se alteran cuadros enteros. Según el autor de El caso Pemán, las leyes de «memoria histórica» son una «manera antidemocrática de tratar a la sociedad» que, además, resultan muy caras por la gran diversidad de organismos que van creando. García-Pita muestra en este libro el recorrido de escaso fuste jurídico con que se ha intentado implantar la Ley de Memoria histórica, a base de añagazas o argucias y procedimientos dudosos protagonizados por Baltasar Garzón desde 2006, o por políticos malteses o africanos que desconocen la realidad de España. «La Ley de Memoria Histórica persigue acabar con la Transición, o bien para criminalizar el pasado, o bien para poner en riesgo la Constitución», dice el nieto de Pemán.

Pemán renunció a ser ministro de Franco en 1938

García-Pita ha repasado algunas de las acusaciones que se vierten contra su abuelo. Por ejemplo, frente a la etiqueta de franquista, recuerda que a otros personajes como Pérez Ayala o Baroja no se les endosa este sambenito, a pesar de que pudieran merecerlo. Y, sobre todo, que Pemán «renunció a ser ministro en 1938». También ha explicado García-Pita que a Pemán se le imputa, sin pruebas, haber participado en el complot de 1932 y en el de 1936, algo que parece harto improbable leyendo sus memorias de 1953. También ha salido al paso de las críticas de que es objeto Pemán, a resultas de los procesos contra profesores tras la Guerra Civil.