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Ezra Pound, en Venecia en 1963

Ezra Pound, el poeta nazi que fue expuesto en una jaula de animales y halló la muerte en Venecia

Se cumplen 50 años de la plácida, al final de todo, muerte del artista estadounidense, de quien dicen que se arrepintió de su antisemitismo

Dice Hemingway en París era una Fiesta: «Ezra era más bueno que yo, y miraba más cristianamente a la gente (...) y era tan cariñoso con la gente, que yo le consideré siempre una especie de santo. Claro que también era iracundo, pero acaso lo han sido muchos santos». Era a principios de los años veinte y no faltaba mucho para que los Pound, Ezra y su mujer Dorothy, abandonasen París con destino Rapallo, en Italia, a orillas del Mediterráneo.

Allí el poeta nacido en Hailey, Idaho, en 1885, encontró algo más que un clima benigno. Su repentina y eterna admiración por Mussolini fue una consecuencia de su rechazo por Roosevelt y Churchill. Esto fue después de declarar también su admiración por su amigo el poeta W. B. Yeats, de relacionarse con el cubismo y las vanguardias artísticas y poéticas de las que fue protagonista y representante en casi todos sus significados.

Benefactor de Joyce y Eliot

Dicen que le gustaban todas las obras de sus amigos y que se dedicaba a ayudarles fundamentalmente en todos aquellos primeros años. Les prestaba dinero y les presentaba a sus amigos editores. De estas formas y de otras T.S. Eliot pudo sostener en sus manos La Tierra Baldía, del mismo modo que James Joyce El Retrato de un Artista Adolescente. Pound fue un promotor, benefactor y catalizador de arte extraordinario a comienzos del siglo XX.

Pasó 25 años fuera de los Estados Unidos desde que a los veinte viajó a Londres, donde Harriet Monroe editó la revista Poetry casi para que el revolucionario poeta se instalase en ella para expresarlo todo, incluso sus primeros acercamientos al fascismo. Lo que vio Pound en el fascismo mussoliniano fue la única posibilidad del regreso del clasicismo frente a la modernidad que detestaba, que no era más que uno de los números del histrión Benito.

Ezra Pound, en los años 30

Mucho después de los amigos artistas y de la señorita Monroe, los anhelos, la búsqueda parecieron finalizar con el encuentro de aquel personaje grotesco y atractivo que era El Duce, la extraordinaria identificación del ideal, el mejor y más admirado de sus amigos (quien lo rechazó por excéntrico) que acabó colgado boca abajo y apaleado después de muerto. Pound fue arrestado por sus compatriotas en 1944 y encerrado en una jaula al aire libre en Pisa como un animal de circo.

Se salvó de morir por loco. Esto es lo que testificaron que era sus viejos amigos escritores en el juicio para salvarle de la horca, tras lo que fue recluido en una institución mental en Washington (un regreso quijotesco a su país) donde pasó los siguientes doce años de su vida. Durante los cuales ocurrió un hecho excepcional para los ojos del XXI, y es que el jurado del premio Bollingen solo tuvo en cuenta sus méritos poéticos para concederle el galardón.

Muerte en Venecia

Los mismos amigos que le llamaron loco consiguieron que Pound saliese de su internamiento y de Estados Unidos quizá verdaderamente loco (no lo estuvo ni un solo día de todos los que permaneció encerrado, cuando compuso sus Cantos y no paró de escribir y estudiar) para siempre. Cuentan que lo primero que hizo al volver a pisar suelo italiano fue hacer el saludo fascista, un gesto que nadie tuvo en cuenta en 1958 al ver a un anciano con todo el aspecto de un demente que acababa de salir del manicomio.

Tumba de Ezra Pound en la isla de San Michele, en Venecia

Pasó los siguientes años en un castillo en las montañas propiedad del marido de su hija en relativa apacibilidad. El convencido fascista y antisemita (dicen que le confesó al poeta Allen Ginsberg su equivocación en este último aspecto), el «santo» del París de los años veinte, según Hemingway, que casi se convirtió en un personaje de ficción como Gustav von Aschenbach, el protagonista mítico de Thomas Mann que viajó a Venecia para curarse y sin embargo allí se murió.