Máscara de Tutankamón
100 años de Tutankamón
Puerta derecha de la tumba de Tutankamón con sello
Puerta izquierda de la tumba de Tutankamón con sello
María Serrano
María Serrano
Redactora de Cultura
Sarah Jane Durwin
Sarah Jane Durwin
Redactora de Historia

De no ser por el impresionante descubrimiento de su tumba, al Rey Tutankamón (ca. 1341 - ca. 1323 a.C.) desde luego que no se le conocería en todo el mundo por un apodo, el Rey Tut. Porque durante el reinado del niño Rey no sucedió nada reseñable

Recreación del aspecto de Tutankamón
Recreación del aspecto de Tutankamón - GTRES

Cuando ascendió al trono a la edad de 9 años, el país seguía sumido en el caos que desató la decisión tomada por su difunto padre, Akenatón, de sustituir la religión politeísta de Egipto por una monoteísta. La historia dice que un consejero real llamado Ay manejó al joven Rey cual marioneta, concretamente en lo que atañía a su orden de revertir la política de Akenatón y reinstaurar los dioses antiguos y sus templos.

A pesar de las innumerables leyendas que se han generado a lo largo de los años, la repentina muerte del Rey Tut sigue siendo un misterio. Las diferentes teorías alternan la malaria, la gangrena provocada por una rotura de tibia o un posible atropello. Sin indicios claros por el momento, lo que sí desveló la tumba es que el Rey fue enterrado a toda prisa y rápidamente olvidado.

Posibles causas de la muerte

El Rey Tutankamón era apenas un adolescente cuando murió. En un faraón del antiguo Egipto, con buenas condiciones de salud, presumiblemente bien alimentado y altamente protegido, se trata de una muerte prematura. Su fallecimiento fue crucial, pues su muerte significó el principio del fin de la dinastía XVIII del antiguo Egipto.

Fractura encontrada en la pierna de Tutankamón
Fractura encontrada en la pierna de Tutankamón

Los expertos han especulado sobre las posibles causas desde que el arqueólogo británico Howard Carter descubrió la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes en 1922. Sin embargo, las últimas investigaciones llevadas a cabo por un equipo británico habría resuelto el misterio: de acuerdo con informes de prensa del Reino Unido, el equipo ha trabajado con radiografías del Rey Tut tomadas en 1968 para conocer la causa de su muerte.

El informe incluye una imagen semejante a una tomografía computarizada, que es una radiografía tratada con tecnología de imágenes por ordenador, que revela la falta de esternón y en la que se aprecia cómo las costillas están alineadas a lo largo de la columna vertebral, probablemente rotas y eliminadas por los embalsamadores.

Pero en 2005 se realizó un verdadero TAC bajo la dirección de Zahi Hawass, el entonces jefe del Consejo Superior de Antigüedades de Egipto, que revelaron un daño extremo en la caja torácica, así como una fractura en la pierna: Tutankamón había sufrido un traumatismo masivo. Con estos datos, la conclusión es que un carro podría haber atropellado al faraón mientras él estaba de rodillas.

Zahi Hawass realizando un TAC los restos del Rey Tutankamón
Zahi Hawass realizando un TAC los restos del Rey Tutankamón - GTRES

Un posible incendio

Existe otro descubrimiento sorprendente en la tumba del faraón: la gran cantidad de resinas y aceites que se vertieron sobre la momia de Tutankamón para prepararlo para la eternidad podrían haberse incendiado de alguna manera después de que la momia hubiera sido introducida en varios ataúdes sellados. Esta conclusión se basa en pruebas realizadas a un trozo de la carne del faraón, realizada en 1968.

Algunos egiptólogos creen que la carbonización –una reacción química entre la momia y las resinas, potenciada por el calor de la tumba– fue lo que provocó que Tutankamón tuviese el color negro de Osiris. De acuerdo con los informes del programa, los investigadores creen que el fuego ardió a aproximadamente 200°C, y la cremación moderna alcanza temperaturas mucho más altas, de entre 760 y 982°C.

Sin embargo, el gorro de lino y cuentas no está calcinado ni la momia reducida a cenizas (tampoco los tesoros a su alrededor). Esto, sumado a que el Rey contaba con tres ataúdes, el más interior de los cuales era de oro macizo, hace difícil esta teoría.

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Imagen de la cabeza de la momia de Tutankamón Imagen de perfil de la cabeza de la momia de Tutankamón Imagen de los pies de la momia de Tutankamón
detalle de la cabeza; perfil de la cabeza; pies momificados

Los tesoros de Tutankamón

Cuando Howard Carter desenterró la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes, lo que más impresionó a los descubridores no fue la momia de Tut, sino las ofrendas enterradas con él, descritas por Carter como un «extraño y maravilloso revoltijo de objetos extraordinarios y hermosos».

Máscara mortuoria del Rey Tutankamón
Máscara mortuoria del Rey Tutankamón - GTRES

El mayor tesoro, y quizá el más emblemático en la actualidad, era la máscara mortuoria del Rey, que contenía más de seis kilos de oro. Otros objetos enterrados con él para garantizar que siguiera siendo fuerte, conservase su riqueza y estuviese bien alimentado en la otra vida incluían un manto de piel de leopardo, cuatro tableros de juego, seis carros, 30 jarras de vino y 46 arcos. Carter se pasó casi una década catalogando los 5.398 objetos de la tumba.

Dos exposiciones del tesoro de Tutankamón llevaron muchos de los artefactos de gira por el mundo entre los años 1960 y 1970 y afianzaron aún más el legado de Tut. Gracias a su gloriosa sepultura, el Rey Tut hizo más por el avance del estudio moderno y el interés por la historia egipcia que todos los demás faraones juntos.

En la cámara funeraria de la tumba de Tutankamón se encontraban cuatro capillas de madera revestidas de oro, situadas sucesivamente en el interior de la anterior, que protegían un sarcófago de cuarcita. En el interior de este se hallaron tres ataúdes antropomorfos, también alojados uno en el interior del otro: los dos exteriores de madera chapada en oro y el más interior compuesto de oro puro, de 110,4 kg de peso y 2,23 metros de largo. En él reposaba la momia del faraón con la cabeza y hombros cubiertos por su célebre máscara, con barba divina trenzada, vestido con túnica de plumas, cetros en los brazos cruzados imitando la pose del dios Osiris y un tocado real.

Base de la tumba dónde se enctraba el cadaver momificado de Tutankamón
Base del sarcófago exterior dónde se enctraba el cadaver momificado de Tutankamón
Base del sarcófago intermedio dónde se enctraba el cadaver momificado de Tutankamón
Base del sarcófago interior dónde se enctraba el cadaver momificado de Tutankamón
Cuerpo momificado de tutankamón
Máscara mortuoria de Tutankamón
Base del sarcófago interior dónde se enctraba el cadaver momificado de Tutankamón
Base del sarcófago intermedio dónde se enctraba el cadaver momificado de Tutankamón
Base del sarcófago exterior dónde se enctraba el cadaver momificado de Tutankamón
Tapa del sarcófago interior dónde se enctraba el cadaver momificado de Tutankamón
Tapa del sarcófago intermedio dónde se enctraba el cadaver momificado de Tutankamón
Tapa del sarcófago exterior dónde se enctraba el cadaver momificado de Tutankamón
Base de la tumba dónde se enctraba el cadaver momificado de Tutankamón
Base de la tumba dónde se enctraba el cadaver momificado de Tutankamón

La tumba de Tutankamón: la gran obsesión de Howard Carter

Una vez descombrado el corredor y creado un pequeño orificio en la puerta sellada que les cerraba el paso, Howard Carter, conteniendo la emoción del momento, se asomó para vislumbrar el interior de la cámara funeraria. Fue entonces cuando lord Carnarvon preguntó: «¿Ve usted algo?», y aquel pronunció unas palabras que han devenido icónicas: «Sí, cosas maravillosas».

Aquellas palabras quedarían grabadas en la mente de todos, para siempre: se acababa de encontrar la última gran tumba del Valle de los Reyes, la tumba del joven faraón Tutankamón. Su descubridor, Howard Carter, ya había desempeñado una gran labor en Egipto 30 años antes de aquel maravilloso hito. Su figura está rodeada de amigos y detractores, de azar y perseverancia, con un carácter fuerte e incluso a veces testarudo.

Howard Carter
Howard Carter

Nacido el 9 de mayo de 1874 en Kensington (Londres), heredó de su padre, Samuel John Carter, sus habilidades en el dibujo. En 1891 trabajó como dibujante para la que sería la futura esposa de lord Amherst, un gran coleccionista conocido por el célebre papiro que lleva su nombre. Aquel documento contenía interesantes datos sobre un juicio celebrado contra ladrones de tumbas en tiempos de Ramsés IX. Este fue el primer contacto del joven Carter con el mundo faraónico.

Más tarde fue esta familia aristócrata quien le presentó a Percy Newberry, uno de los grandes arqueólogos británicos dedicados al estudio del antiguo Egipto. El talento de Carter para el dibujo le valió para acompañar a Newberry a Egipto y realizar para él las ilustraciones de las pinturas conservadas en las paredes de las tumbas del Primer Período Intermedio y Reino Medio construidas en la necrópolis de Beni Hasan, en el centro del país. En los años siguientes estará bajo la tutela de William Flinders Petrie durante una temporada en Amarna, la capital fundada por el faraón Akenatón. Entre 1894 y 1899 trabajó con Édouard Naville en Deir el-Bahari, donde dibujó los relieves de los templos de Hatshepsut, Merenptah o Seti I.

Gracias al apoyo de Naville y de Gaston Maspero, egiptólogo y máximo responsable del Servicio de Antigüedades, Carter consiguió continuar en la actividad arqueológica al ser nombrado inspector general de monumentos del Alto Egipto. Corría el año 1900 y el relevante cargo le podía facilitar un rápido ascenso profesional. Como inspector encontró, de forma fortuita, el patio del templo funerario de Mentuhotep II, faraón de la dinastía XI que había reunificado Egipto tras una devastadora guerra civil, que hasta entonces había permanecido camuflada. Supervisó numerosas excavaciones y restauraciones en la cercana Tebas.

Acuarela relaizada por Howard Carter
Acuarela relaizada por Howard Carter

En 1901 participó en la adecuación de la tumba del faraón Amenofis II en el Valle de los Reyes para que pudiese ser visitada por el público. Aquella tumba descubierta en 1898 por el arqueólogo Victor Loret sacó a la luz las momias de Tutmosis IV, Amenofis III, Merenptah, Seti II, Siptah, Ramsés IV, Ramsés V y Ramsés VI, todos ellos recolocados en la misma tumba a modo de escondite para evitar las profanaciones.

Mientras, en el Valle de los Reyes se encargó de inspeccionar la exploración sistemática del arqueólogo estadounidense Theodore Davis. En 1904, tras una disputa con los nativos por los saqueos en las tumbas, fue transferido al Bajo Egipto. Carter fue alabado por sus esfuerzos en mejorar la accesibilidad a los yacimientos y su técnica para encontrar necrópolis. Asimismo, el Servicio de Antigüedades le suministró recursos económicos para financiar sus propias excavaciones.

El Debate entrevista a Javier Sierra

Un año más tarde renunció a su puesto en el Servicio de Antigüedades tras una investigación conocida como el Caso Saqqara, una violenta confrontación entre los guardias de un yacimiento egipcio y turistas franceses. Carter defendió a los trabajadores egipcios, negándose a disculparse cuando las autoridades francesas realizaron una queja oficial. Carter regresó a Luxor y quedó desempleado durante tres años. Se ganó la vida vendiendo acuarelas a los turistas y, a partir de 1906, trabajando como dibujante para Theodore Davis.

George Herbert, 5º Conde de Carnarvon
George Herbert, 5º Conde de Carnarvon

En 1907, Gaston Maspero volvió a recomendarle y fue contratado por lord Carnarvon, un noble entusiasta aficionado a la arqueología. Comenzaría así su labor como supervisor de las excavaciones en Deir el-Bahari, cerca de Tebas. El aristócrata inglés conseguiría en 1915 los permisos para excavar en el Valle de los Reyes y Carter sería quien lideraría aquellos trabajos. Un año antes, Theodore Davis había abandonado sus trabajos en el valle, ya que estaba convencido de que no quedaba nada de interés por encontrar. Sin embargo, Carter tenía la corazonada de que aún faltaba una tumba por localizar.

En 1917 comenzaron los trabajos arqueológicos en el Valle de los Reyes sin encontrar nada más allá que algunas cuantas reliquias. En 1921, lord Carnarvon, desanimado, quiso finalizar su aportación económica, pero la insistencia de Carter le animaría a continuar la búsqueda de aquel preciado tesoro.

Howard Carter junto a Evelyn Herbert y su padre George Herbert
George Herbert, 5º Conde de Carnarvon

El descubrimiento de la tumba de Tutankamón

«Maravilloso descubrimiento en el valle; magnifica tumba con los sellos intactos; espero su llegada; enhorabuena.»

Este es el texto que envió por telégrafo el arqueólogo inglés Howard Carter a su mecenas el V conde de Carnarvon, el 4 de noviembre de 1922, cuando apareció cerca de la entrada de la tumba de Ramsés IV un escalón tallado en roca, el primero de una escalera, que conducía a la entrada de una tumba sellada con el nombre de coronación del faraón de la dinastía XVIII Tutankamón (c. 1342-1325 a. C.).

Hipólito Sanchiz Álvarez de Toledo
Hipólito Sanchiz Álvarez de Toledo
Profesor de Historia Antigua del Oriente Próximo en el Grado de Historia y de Arqueología en la Escuela Politécnica Superior de la Universidad CEU - San Pablo

Carter llevaba desde 1891 trabajando en Egipto con una especial dedicación al Valle de los Reyes; desde 1908 estaba siendo financiado por lord Carnarvon sin mucho éxito. De hecho, la campaña de 1922 iba a ser la última, ya que el conde inglés se estaba arruinando. Rápidamente, tras recibir el cable, lord Carnarvon viajó a Egipto junto con su hija mientras Carter y sus trabajadores limpiaban la escalera y el corredor de entrada a la tumba que más adelante se llamaría KV62 (King Valley 62). Con un cincel Carter abrió una pequeña abertura en una de las esquinas de la entrada y gracias a la luz de una vela pudo distinguir «la silueta de extraños animales, estatuas y oro…oro por todas partes». Cuando Carnarvon le preguntó si veía algo Carter le respondió con una frase que pasaría a la historia: «¡sí, cosas maravillosas!» y efectivamente éste fue el mayor descubrimiento arqueológico de la Historia: una tumba de un faraón egipcio sin saquear (a pesar de que se descubrieron trazas de dos intentos) con 5.398 objetos, muchos de ellos de oro o recubiertos de oro, incluyendo un sarcófago de oro macizo de 110 kilos. Muchos de ellos eran los necesarios para llevar a cabo los rituales funerarios del joven faraón y garantizar en el más allá la supervivencia de su alma; pero también había objetos personales que nos ayudan a conocer un poco la personalidad del muchacho: joyas, sus ropas, sus muebles, dos carros, utensilios para la escritura, sus armas y algunos objetos especialmente personales: un cofrecito con un mechón de pelo de su abuela y un bastón que según reza la inscripción «un junco rojo que su majestad cortó con sus propias manos».

Cuando Carnarvon le preguntó si veía algo Carter le respondió con una frase que pasaría a la historia: «¡sí, cosas maravillosas!»

El faraón Tutankamón («Imagen viva de Amón») no fue un faraón especialmente importante debido a su juventud (murió con dieciocho años) y a su corto reinado (unos nueve). Además, fue hijo del faraón hereje Akenatón que intentó una reforma religiosa radical imponiendo al dios Atón sobre el resto de los dioses. Aunque el faraón niño enmendó los caminos de su padre, los egipcios posteriores le hicieron una «Memoria Democrática», borrando todo monumento de todo aquel que hubiera tenido que ver lo más mínimo con el faraón hereje, de tal manera que si no fuera por la tumba, poco sabríamos hoy en día sobre Tutankamón.

Fotografía aerea de Egipto
Indicador de la situación del Valle de los Reyes
Fotografía aerea del valle de los reyes con indicador de la situación de la tumba de Tutankamón
Escalera de acceso a la tumba de Tutankamón
Sala de los tesoros en la tumba de Tutankamón
Rampa de acceso a la tumba de Tutankamón
Cámara funeraria en la tumba de Tutankamón
Cámara anexa a la cámara funeraria en la tumba de Tutankamón
Capilla canópica en la sala de los tesoros en la tumba de Tutankamón
Sarcófago dónde se encuentra el cadaver momificado de Tutankamón en la cámara funeraria
Entrada

Entrada

Corredor entrada

Corredor entrada

Antecámara. Sala rectángular sin decorar

Antecámara. Sala rectángular sin decorar

Cámara funeraria. Con más de 300 objetos en su interior, contenía la célebre máscara de oro

Cámara funeraria. Con más de 300 objetos en su interior, contenía la célebre máscara de oro

Anexo. Almacén que contenía utensilios para el viaje al más allá

Anexo. Almacén que contenía utensilios para el viaje al más allá

Tesoros

Tesoros

Capilla canópica

Capilla canópica

Sarcófago

Sarcófago

Un lugar idóneo para los arqueólogos

Egipto es el lugar adecuado para este tipo de descubrimientos. Sin el Nilo este país sería un trozo más del Sáhara, un lugar donde prácticamente no llueve nunca, o una vez cada 30 años. Al no haber humedad en la atmósfera no hay bacterias; y al no haber bacterias muchas veces no hay descomposición de las sustancias orgánicas. Si a todo esto sumamos una rica cultura material funeraria gracias a sus férreas creencias sobre el más allá, es el lugar perfecto para un arqueólogo.

Durante el descubrimiento Carter fue muy meticuloso, hasta el punto de que pudo fotografiar una guirnalda de flores de 3.350 años de antigüedad

Desde el punto de vista arqueológico, Carter hizo un trabajo impecable. Él y su mecenas estaban convencidos de que la tumba de Tutankamón se hallaba en algún lugar del Valle de los Reyes todavía sin saquear, ya que no había aparecido la momia y sí algunos objetos con su nombre en otra tumba. Durante el descubrimiento Carter fue muy meticuloso y no se apresuró, hasta el punto de que pudo fotografiar una guirnalda de flores de 3.350 años de antigüedad y tras el descubrimiento se pasó los siguientes 10 años de su vida documentando y clasificando el contenido de la tumba según la iba vaciando al trasladar los objetos al museo de El Cairo. Es muy de agradecer esta profesionalidad de Howard Carter que nos ha dejado miles de fichas y fotografías. De hecho, el Griffith Institute tardó casi 15 años en crear una base de datos con todos ellos. La minuciosidad de Carter ha permitido la reconstrucción en estos últimos tiempos de la familia del joven faraón a partir de los restos de ADN.

Un detalle que suele pasar desapercibido es el hecho de que prácticamente todo el contenido de la tumba se llevó al museo de El Cairo donde está hoy en día. A diferencia de otras regiones del globo desde mediados del siglo XIX, Egipto, bajo protectorado británico y con una gran influencia cultural francesa, comienza a proteger su patrimonio y a no dejar salir antigüedades fuera de su país. El resultado es que para ir a ver el contenido de la tumba nos tenemos que desplazar a El Cairo ayudando así con los ingresos del turismo a un país en vías de desarrollo como Egipto.

Valle de los Reyes
Valle de los Reyes

Momias, arqueólogos y maldiciones

Pero el Valle de los Reyes hoy en día nos sigue dando sorpresas como fue el descubrimiento en 1987 de la KV5, la tumba colectiva de los hijos de Ramsés II o la localización mediante un sonar terrestre en el año 2000 de la KV63. Así que es factible suponer que todavía quedan descubrimientos para los arqueólogos del futuro. De hecho, es allí donde el arqueólogo egipcio Zahi Hawass ha estado buscando la tumba de la gran reina egipcia Hatsepsut («La que está por delante de las mujeres nobles»), cuya momia podrían haber descubierto recientemente.

La egiptología es mucho más que momias, oro y joyas, se trata del estudio científico de la historia de Egipto

El impacto mediático de este descubrimiento fue tan notable que los medios de comunicación de la época se negaron a soltar su presa y, deseando mantener la atención de su público comenzaron años más tarde a relacionar las muertes de los protagonistas con «la maldición de Tutankamón». Hay que resaltar que en muchas otras tumbas sí aparecen inscripciones con maldiciones para los saqueadores, pero en esta no. Y el descubrimiento de tumbas llenas de momias, oro y joyas, con maldiciones incluidas, ha quedado en el imaginario popular como sinónimo de egiptología. Sin embargo, la egiptología es mucho más que esto, se trata del estudio científico de la historia de Egipto, pero no solo de las tumbas de los grandes faraones sino también de los humildes campesinos.

Entrevista con el egiptólogo Javier Martínez Babón

«Tutankamón es uno de los descubrimientos arquelógicos más importantes de la historia»

El descubrimiento de la tumba de Tutankhamón constituye uno de los grandes hitos de la arqueología mundial. Esta gran hazaña se debe a la perseverancia de Howard Carter y a la predisposición de lord Carnarvon. El Doctor en Historia y epigrafista Javier Martínez Babón, junto a la también arqueóloga y egiptóloga Myriam Seco Álvarez, nos narran el paso de Howard Carter, descubridor de la tumba de Tutankamón, por España a comienzos del siglo XX en una obra que vuelve a ser editada con ocasión del centenario del descubrimiento: Tutankhamón. Howard Carter en España.

Javier Martínez Babón
Javier Martínez Babón

Desde El Debate conversamos con Javier Martínez Babón, que responde a esta entrevista desde la ciudad egipcia de Luxor, donde se encuentra continuando sus investigaciones arqueológicas e históricas, sobre la importancia que tuvieron las conferencias de Carter en España para la difusión del descubrimiento de aquel anhelado tesoro.

¿Qué tiene de especial la tumba de Tutankamón?

Se trata de uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de la historia. Aun cuando fue un adolescente que murió a temprana edad, su extraordinario ajuar funerario nos permite conocer las riquezas que acumulaban los faraones y pensar que grandes monarcas como Tutmosis III o Ramsés II debieron tener ajuares mucho más importantes.

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Carter protagonizó numerosas intervenciones exitosas, como por ejemplo la labor que realizó en la saqueada tumba de Tutmosis IV

Javier Martínez Babón
Doctor en Historia

¿Qué otros descubrimientos relevantes realizó Carter antes de empezar con la búsqueda de la tumba del joven faraón?

Carter llevaba muchos años trabajando en Egipto antes de descubrir la tumba de Tutankamón. Podríamos mencionar numerosas intervenciones exitosas, como por ejemplo la labor que realizó en la saqueada tumba de Tutmosis IV o el fortuito hallazgo de la entrada a un corredor subterráneo que estaba en el patio del templo del faraón Mentuhotep II en Deir el Bahari.

¿Es cierto que fue el aguador de la excavación quien descubrió el primer escalón que conducía a la tumba?

Todo evento relevante se ve envuelto en cierto halo mitológico. Hacía años que Carter buscaba la tumba y gracias a su perseverancia, cuando ya nadie creía en un posible hallazgo, fue encontrada. Parece que es cierto que a veces utilizaban niños para entrar en lugares estrechos, pero lo del aguador… En este sentido, y en el marco de tanta mitología sobre el descubrimiento, podríamos incluir la publicada circunstancia de que una cobra devorara a un pájaro que le habían regalado y, ya no digamos, todo lo referente a las maldiciones, con un papel destacado de determinada prensa.

¿La tumba de Tutankamón ha sido la última tumba por descubrir en el Valle de los Reyes?

Hasta el momento, sí. Sin embargo, el Egipto faraónico depara sorpresas y no se puede descartar nada. Hay especialistas que creen que el Valle de los Reyes todavía alberga secretos importantes.

¿Qué papel desempeñó España en la difusión de este gran hallazgo?

Gracias a la relación del Duque de Alba con Howard Carter, que con toda probabilidad se conocieron a través de lord Carnarvon, el arqueólogo visitó Madrid en dos ocasiones. Sus intervenciones tuvieron repercusión en España y, de hecho, gracias a la cesión de sus fotografías muchos ciudadanos de todo el país pudieron contemplar imágenes de aquellas piezas maravillosas. A nivel internacional, fueron Gran Bretaña y Estados Unidos los países que más contribuyeron a la difusión.

Tutankhamón, Howard Carter en España
Portada del libro "Tutankhamón, Howard Carter en España"

En el ensayo que publica junto a Myriam Seco se menciona que Carter era partidario de volver a enterrar la momia y denunciaba en cierta manera su exhibición en los museos. ¿Cuál sería el lugar de pertenencia de estas momias? ¿Cuál debe ser el papel de los museos en este tipo de descubrimientos?

Se trata de un tema muy complejo y delicado que es muy difícil evaluar. En cualquier caso, hay que mantener la máxima consideración para todo ser humano. Y si se exhiben, tiene que ser con las máximas garantías de respeto.

¿Cuándo llega a España el interés por Egipto y la egiptología? ¿La visita de Carter a España propició este interés?

Las visitas de Carter provocaron gran interés en su momento, pero no se sustanció en crear institutos o cátedras de egiptología como en otros países. Aun cuando, de manera excepcional, hubo algunos españoles implicados en acciones arqueológicas a finales del siglo XIX y principios del XX, serían equipos de arqueólogos que intervinieron en campañas de salvación en Nubia en los años 60 del siglo pasado los que iniciarían una corriente ascendente de interés por la egiptología.

En la actualidad, ¿España continúa realizando campañas arqueológicas en Egipto?

A pesar de algunas dificultades de financiación, hoy en día España tiene una amplia representación arqueológica en Egipto. Hay una docena de equipos españoles trabajando en distintos lugares del país y muchos profesionales españoles en equipos de otros países. Sin duda se trata de un buen momento de la arqueología española en Egipto.

En el libro se habla también de una «gran ocasión perdida que pudo favorecer el asentamiento institucional de la cultura faraónica en España». ¿Esto es algo que pasa muy a menudo en el ámbito humanístico en España?

En mi opinión, sí. Somos un país peculiar en la manera que tienen la mayoría de los representantes de las instituciones de concebir la cultura, y ya no digamos en el ámbito de las humanidades. Aquí la cultura está para ser instrumentalizada y no apoyada o fomentada. Esto nos mantiene alejados de países de nuestro entorno; viví cinco años en Alemania, país que sigo visitando con cierta frecuencia, y le puedo asegurar que la diferencia era, y actualmente sigue siendo, abismal.

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Especial realizado por:

Redacción: María Serrano y Sarah Jane Durwin. Diseño: David Díaz y Ángel Ruiz. Infografía: Kindelán.

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