¿Son Elon Musk y Twitter los Rockefeller y la Standard Oil del siglo XXI?
La reacción mundial por la compra de la red social por el hombre más rico del mundo recuerda inevitablemente a la historia del magnate del petróleo
Twitter acostumbra a revolucionar «las redes» (de las que ella misma es parte), una suerte de submundo de la sociedad, con las publicaciones de sus usuarios más famosos. Imagínese la revolución cuando no son los usuarios sino el hombre más rico del mundo, Elon Musk, el que la provoca al comprar la propia red y entrar en ella como un batallón de limpieza.
Símbolo de la subcultura woke, polémica por sus políticas de cancelaciones, sus censuras «a dedo», la más conocida y de plena actualidad la de Donald Trump, cuya censora fue despedida en público el día de la llegada de Musk, sus anunciantes se lo están pensando tras el cambio de rumbo (desconocido aún) y de propietario, quien ha avanzado la formación de un consejo de expertos para crear la nueva política de moderación de comentarios.
Estas incertidumbres y anuncios aún sin corroborar han provocado la marcha de importantes anunciantes, y casi como reacción, o incluso como previsión, Musk ya ha avisado de sus planes de despedir a casi la mitad de la plantilla, casi 4.000 personas, además de otras medidas como suprimir el teletrabajo. Es llamativo que la intención del magnate sea sanear una empresa en pérdidas y la publicidad frene o huya despavorida, quien sabe si ante la duda de que no se cumplan determinados requisitos ideológicos.
Llegados a este punto, la cuestión de Musk y Twitter parece un todos contra Musk, reconocido «paladín» contra la ideología woke. El gigante estadounidense General Mills, que incluye marcas como Cheerios y Häagen Dazs, suspendió el jueves su publicidad en Twitter: «Vamos a continuar vigilando la evolución de la situación y a evaluar nuestros gastos de marketing», dijo la portavoz de la empresa, Kelsey Roemhildt.
Un día después de la compra de Twitter por parte del patrón de Tesla y de SpaceX, el fabricante estadounidense de vehículos General Motors indicó que paraba temporalmente sus pagos de publicidad en la plataforma, del mismo modo que Mondelez Internacional, fabricante de las galletas Oreo, Pfizer y Audi.
Distintas asociaciones de «defensa de la democracia» y de la «lucha contra la desinformación» escribieron una carta abierta a los 20 anunciantes más grandes en Twitter, entre ellos Coca-Cola, Google y Disney, instándoles a presionar a Elon Musk con cesar su publicidad ante temores de que la plataforma abra espacios a discursos de odio o a la desinformación, como si la realidad de la red fuera un paraíso de paz e información veraz.
Una preocupación «democrática» que esconde una verdadera preocupación porque la economía y el poder cambie de lado ideológico. Hace más de un siglo y medio sucedió una historia similar con el petróleo en lugar de Twitter y John D. Rockefeller en lugar de Elon Musk. Rockefeller fue otro joven listo empeñado en hacer dinero. Como Musk (o mejor Musk como Rockefeller) dio sus primeros pasos como corredor y comerciante hasta que comenzó a fundar sus propias empresas en un camino paralelo con siglo y medio de diferencia.
¿Es Elon Musk el nuevo magnate moderno a imagen y semejanza de los magnates históricos de finales del XIX y principios del XX? El refinado del petróleo, el combustible que iba a cambiar el mundo, apareció en el camino de Rockefeller y su imperio incipiente que comenzó con la creación de la Standard Oil, devoradora implacable de toda competencia. La creación siguiente de la Standard Oil Trust, un conglomerado empresarial, certificó el dominio absoluto contra el que el Gobierno de Estados Unidos se enfrentó en sus planes de liberalización del mercado. Después de un largo proceso judicial, la justicia ordenó que la Standard Oil Trust se disolviera en muchas empresas, en cuyo accionariado se mantuvo siempre John D., afianzando de todas formas, incluso aumentando, su poder económico.
Un temor, el del aumento del poder económico de Musk, que está directamente relacionado con la ideología como la que se puede escribir en Twitter, la nueva forma de «mover» el mundo que pretende acompañar a la del petróleo, incluso teniendo a un príncipe saudí como segundo máximo accionista.