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Javier Sierra en Egipto

Javier Sierra: «Mi fascinación por Egipto es infantil: devoraba cómics y fascículos, y ahora voy varias veces al año»

En el centenario del descubrimiento de la tumba de Tutankamón, hablamos con el escritor y Premio Planeta de la importancia de este hallazgo arqueológico y del poder del mito y la leyenda para aumentar nuestro interés por la Historia

Javier Sierra lo tiene claro: «Hay dos momentos clave en la historia de la egiptomanía: la invasión de los franceses de Egipto en 1798 y el descubrimiento de la tumba de Tutankamón». Se acaban de cumplir 100 años desde que Howard Carter y su equipo encontraran la tumba del faraón niño, algo que para Sierra es, sin dudarlo, «el mayor descubrimiento arqueológico de la Historia».

El Debate entrevista al único autor español contemporáneo que ha logrado situar sus novelas en el top ten de los libros más vendidos en los Estados Unidos: sus obras se traducen a más de cuarenta idiomas y son fuente de inspiración para muchos lectores que buscan algo más que entretenimiento en un relato de intriga. Entre sus títulos más conocidos se encuentran La cena secreta, La dama azul , La ruta prohibida, Las puertas templarias, El ángel perdido, El maestro del Prado (que fue la ficción española más vendida en 2013), La pirámide inmortal o el Premio Planeta de Novela 2017 El Fuego Invisible, donde se enfrenta a los enigmas de la creación artística a través de una insólita búsqueda del Grial.

–¿Por qué se dice que el descubrimiento de la tumba de Tutankamón es el más importante en el mundo de la arqueología?

–En este caso no es un decir: es el más importante de la historia de la arqueología. Por primera vez, desde que esta disciplina existe, alguien encuentra una tumba prácticamente intacta de un faraón de la XVIII dinastía, con todo su ajuar y con todos los elementos que conformaban un enterramiento del antiguo Egipto. Nunca se había visto nada parecido. De hecho, es la primera vez y la última en la que hemos podido ver en tiempos modernos una cápsula del tiempo de 3.500 años de antigüedad y aprendido muchas cosas que hasta ese momento ignorábamos. Por lo tanto, indudablemente es el descubrimiento más importante de la historia.

–Se cumplen 100 años de este descubrimiento y, como dices, se encontraron muchísimos objetos dentro de este complejo funerario. Pero sigue habiendo misterios todavía por desvelarse...

–Sí, porque cada pieza en sí misma es un desafío. Por ejemplo, cuando se desvela al faraón y se sacan todos los amuletos y los objetos que tenía adosados a su cuerpo, en el lugar del enterramiento apareció un cuchillo de hierro inoxidable en perfecto estado de conservación. El hierro no existía en ese momento en Egipto. Por lo tanto, la presencia de este metal ya de por sí era un desafío. Además, el hierro no mostraba efectos de corrosión, lo que habla de una metalurgia muy avanzada, que aún hoy no acusa los efectos de la corrosión. Hoy sabemos, por los análisis químicos, que ese hierro no es un hierro convencional: es un hierro meteórico. Es decir, que se tomó a partir de un meteoro que en algún momento debió estrellarse en el desierto egipcio o en el desierto líbico, y fue fundido por los metalúrgicos de aquella época y llevado nada menos que a la tumba del faraón, del hombre más poderoso de ese momento. Esto nos habla de un tipo de objeto y ritual muy concreto, de un metal rarísimo que hoy en día provoca todavía asombro. Y ese es sólo uno de los muchísimos ejemplos escondidos entre esos 5.000 objetos del ajuar de Tutankamón.

–Parece que quien se acerca por primera vez al misterio de la tumba de Tutankamón puede quedarse en esa «acumulación» de objetos, pero ¿en qué medida su descubrimiento es importante a nivel de conocimiento histórico?

–Una de las cosas que aprendimos con la tumba de Tutankamón es que los tesoros con los que eran inhumados los faraones se reciclan. Hay varias piezas en el ajuar funerario de Tutankamón que pertenecieron a faraones anteriores, pero se cambió el cartucho (la inscripción con el nombre del faraón) para adaptarlo al nuevo huésped. Otra curiosidad es que entre los objetos que pertenecieron a Tutankamón hay un bumerán, como los que utilizan los nativos en Australia. No nos llamó mucho la atención porque si bien es verdad que en algunos representaciones gráficas del antiguo Egipto aparecían, no teníamos muy clara su función. Y hay que pensar que esta tumba, además de contener esos 5.000 objetos, se estudió muy exhaustivamente, incluso por encima de los estándares de 1922. Cuando fue descubierta, se tardó diez años, una década entera, para vaciarla, inventariando cada objeto cuidadosamente, fotografiándolos cuidadosamente. La fotografía era un elemento muy nuevo en la arqueología en ese tiempo, y todo eso nos ha dado una información científica que un siglo después sigue siendo apabullante.

Una de las cosas que aprendimos con la tumba de Tutankamón es que los tesoros con los que eran inhumados los faraones se reciclan

–¿Tú has estado allí, has podido entrar en la tumba e investigar y hacer un trabajo de campo?

–Sí, he podido estar en muchas ocasiones en la tumba de Tutankamón, en el Valle de los Reyes. Siempre es una experiencia emocionante porque es una tumba pequeña en relación al resto de las tumbas magníficas de Seti y de Ramsés que hay en ese lugar. Pero es una tumba muy emocionante por toda esta historia del descubrimiento. Y he podido también ver los objetos muy de cerca en el Museo de El Cairo, que es donde está atesorado este patrimonio. He podido también estar en los laboratorios del propio museo, más cerca de alguna de estas piezas. Y resulta muy emocionante, desde luego, verlas de cerca.

–Aparte de esta aproximación más arqueológica e histórica, también es un descubrimiento que está rodeado de mitos y leyendas. Se cree que podría encontrarse también la de la reina Nefertiti. ¿Es posible?

–Hay posiciones muy encontradas. La culpa de que esta teoría haya surgido es española, por cierto: fue una empresa española, Factum Arte, que se dedica al escaneo de imágenes de alta resolución de monumentos arqueológicos y de piezas artísticas para luego hacer réplicas, quien se dio cuenta de que una de las paredes de la tumba de Tutankamón, la pared oeste, muestra lo que parecen muescas inconfundibles de un dintel y de una puerta que fue tapiada. Y encima de esa tapia, se pintó toda una escena importante que hoy es de las más famosas de la tumba. La duda surge inmediatamente: ¿qué hay detrás o qué hubo detrás de esa pared? Sabemos que cuando Howard Carter descubre la tumba de Tutankamón en 1922 tiene que echar abajo varias paredes de este tipo. Por lo tanto, que hubiera una más no sería raro. Sabemos también que la tumba de Tutankamón, como he dicho antes, es insólitamente pequeña respecto a otras tumbas del Valle de los Reyes, con lo cual surge la hipótesis de que quizá esa tumba pudo haber sido reutilizada: que hubieran elegido, digamos, el hall de entrada, y que el resto de la tumba esté detrás de ese tabique todavía intacto. Como hipótesis es muy fascinante, y la planteó Nicholas Reeves, uno de los grandes egiptólogos del momento hace unos años. Es verdad que a las autoridades egipcias no les hizo mucha gracia, primero porque la formulaba un extranjero y segundo porque evidentemente, si se quiere entrar en ese lugar, hay que destruir una pintura y unas escenas que son muy valiosas. Así que hay un debate ahí que todavía está encendido. Yo creo que no está resuelto y que el misterio permanece. Y eso aumenta todavía más la fascinación que tenemos por ese lugar.

Howard Carter descubriendo la tumba de Tutankamón en 1922María Serrano

–Nicholas Reeves decía en 2015 que él pensaba que podían existir una serie de galerías y pasadizos que unieran las tumbas, o que existieran más cámaras funerarias.

–Hay un detalle que también abunda en esa hipótesis. Tutankamón muere con 18 o 19 años: muere muy joven. Evidentemente, no tuvo tiempo de hacerse su tumba. Todos los faraones, cuando llegaban al poder, si sus padres habían muerto antes, dedicaban una parte importante de su atención a construirse su morada de la eternidad, su tumba. Pero a Tutankamón no le dio tiempo. Por lo tanto, sí que es plausible que reutilizara una, y sí que es plausible que eligiera la de alguien de su propia familia. Lo que dice Reeves fue muy polémico, porque su planteamiento es que la tumba que eligió fue la de Nefertiti. Es una tumba perdida, todavía hoy, y evidentemente es de un personaje de Egipto que despierta mucha fascinación. Por soñar que no quede, pero algo parece que hay en esta historia.

Hay una teoría que plantea que Tutankamón eligió la tumba de Nefertiti como morada eterna: una tumba perdida todavía hoy

–¿Es la construcción de todo este mundo mítico gasolina para un escritor como tú? ¿Cómo nació tu fascinación por Egipto?

–Mi fascinación es una fascinación infantil. Yo crecí rodeado de cómics y de fascículos de quiosco, de los se vendían antes. Los devoraba con fruición y soñaba con ir a Egipto, aunque no pude ir hasta que cumplí 24 años.. Pero en cuanto puse el pie por primera vez en ese país, «me picó la oca», como dicen allí. Me contagié de la fascinación por esa civilización. Y vuelvo siempre dos o tres veces al año para tratar de recorrerlo entero, y también para escribir algunos libros sobre sobre esa cuestión. Algunos son ensayos, como En busca de la Edad de Oro, que es un libro en el que explico los grandes enigmas de la civilización egipcia, pero también hay novelas, como La pirámide inmortal, donde reconstruyo la noche que pasó Napoleón Bonaparte, que es histórica, en el corazón de la Gran Pirámide, a solas y donde, bueno, debió tener algún tipo de sensación o de visión tan impactante que salió de allí absolutamente en pánico y no quiso hablar de lo que lo sucedido.

El libro de Javier Sierra 'La pirámide inmortal'

–Justo tú también abordas en esta novela el nacimiento de la egiptomanía moderna, que nació con la conquista napoleónica de Egipto. ¿Por qué crees que nos sigue fascinando?

–La egiptomanía no para de crecer porque nos vemos reflejados en el antiguo Egipto. Hay que tener en cuenta que Egipto no sólo son pirámides, tumbas y secretos bajo la arena. Egipto también supuso la invención de los cosméticos y de cosas tan domésticas hoy como las pinzas de depilar o las blusas de lino. Y todas las civilizaciones que mediaron entre el antiguo Egipto y la nuestra sintieron también esa fascinación. Los romanos consideraron Egipto una de sus provincias y saquearon durante muchos siglos sus recursos arquitectónicos: se llevaron obeliscos, por ejemplo, y hoy la ciudad de Roma es la ciudad del mundo con más obeliscos egipcios del mundo. Sucede lo mismo con el Memorial George Washington: tiene un gigantesco obelisco que está delante del Capitolio de la Casa Blanca. Eso muestra que Egipto ejerce una fascinación en lo arqueológico, pero también en lo doméstico. ¡Y también en lo político! Porque muchos de los sistemas de gobierno del antiguo Egipto, como la división por provincias, han llegado hasta nuestros días.

–Una de las polémicas de la tumba es que se trata de un lugar sagrado, un problema que se acrecienta con el turismo. ¿Debemos diferenciar entre investigación arqueológica y simple atracción turística?

–Ese debate ya existía en tiempos de Carter, y de hecho retrasó el momento de excavar en el segmento del Valle de los Reyes, donde finalmente apareció la tumba de Tutankamón, porque al excavar allí tenían que cerrar temporalmente la tumba de Ramsés VI, que es una de las grandes atracciones del Valle de los Reyes. Entonces, por no afectar al turismo, que ya era importante en 1922, se fue retrasando el hallazgo de Tutankamón y a punto estuvo de no realizarse, porque Howard Carter estuvo muy, muy cerca de perder el dinero que le daba Lord Carnarvon, que era el financiero. El debate entre turismo y patrimonio sigue estando sobre la mesa hoy en Egipto. Es muy serio, pero es verdad que si no fuera por la inyección económica que supone el turismo en Egipto, no se habría reconstruido el templo de Luxor o la Avenida de las Esfinges que unía Luxor y Karnak, como se acaba de hacer. Lo que hay que buscar es un equilibrio entre entre el acercamiento de la cultura a todo el mundo y la preservación de esa cultura para las generaciones futuras.

–Tú eres el promotor del término 'ocultura', que reivindica la aproximación amena a lo oculto, a lo misterioso, a lo simbólico, que también es parte de la historia. ¿Por qué caminos te ha llevado a ti la 'ocultura'?

–La 'ocultura' es cultura en sí misma. Es un neologismo que se explica de manera automática. Es la cultura de lo oculto, que está en la raíz de muchas de las cosas que hoy tenemos sobre la mesa. A mí me ha llevado muy lejos; me ha llevado a interesarme por todos los momentos importantes de la historia de la humanidad. Tras cualquiera de ellos, hay un elemento oculto que conviene tener en cuenta. Por ejemplo, cuando Abraham Lincoln abole la esclavitud en los Estados Unidos, lo hace después de participar con su esposa en una serie de sesiones de espiritismo en las que un supuesto espíritu del más allá le obligó a tomar esa decisión, que fue muy controvertida y que marcó un antes y un después en la historia de la nación. Durante la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill reclutó a un ejército de astrólogos, de magos, de personajes muy vinculados al mundo de la superstición y de la magia, para construir informaciones falsas con las que entretener a Hitler, porque él sabía que era un apasionado. Siempre estamos tensionados con estas cosas. Luego hubo un ejercicio de inteligencia militar que utilizó lo mágico casi por última vez en el pasado. Estos temas me interesan mucho, y en torno a este concepto que yo de reivindicar la 'ocultura' organizo todos los años en Zaragoza un encuentro internacional que va a tener lugar próximamente, del 10 al 13 de noviembre, en el Auditorio de Zaragoza.

–Justo cuando te han dado el premio de las Letras Aragonesas...

–Sí, todo un honor. La verdad es que el Premio de las Letras Aragonesas es un premio especial, porque no es un premio a una novela o a un escrito en particular, sino que es un reconocimiento a una trayectoria. Es verdad que yo llevo ya más de un cuarto de siglo publicando libros y allí siempre me han tenido en mucha consideración, desde el principio. Para mí es todo un honor.