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El poeta Rafael Cadenas en La Casa de América

Premio Cervantes 2022

Rafael Cadenas, el poeta que renegó en su madurez del comunismo de juventud

Hace casi una década declaró que en Venezuela se reducía «a diario el margen de libertad», mientras esperaba «la revolución humana» de la que aún no se sabía nada

Dijo no hace mucho el poeta venezolano Rafael Cadenas, Premio Cervantes de Literatura 2022, que encontraba la palabra «felicidad» muy grande para él. Quizá fuera esa la razón por la que se sumió en lo recóndito y el silencio acaso como aquel «mejor poeta vivo» de La Gran Belleza que nunca hablaba porque solo escuchaba.

De la juventud revolucionaria y ruidosa a la discreción de una madurez que se ha extendido gracias a una naturaleza que Spinoza llamaba Dios y él prefiere llamarla «lo divino», por ejemplo, para que nadie se apropie de ella. Como un trascendentalista que habla español (como su admirado Unamuno), un Emerson, Thoreau, Hawthorne, que como ellos se elevó con Whitman igual que un poeta (no) muerto.

En esas nubes se encontró con Rilke y también con Machado y los del 27. Como Jacinto Benavente, o casi, ya piensa hace muchos años que el comunismo es una religión del odio de la que fue seguidor, la dictadura sin solución de la que en el atardecer reniega, como de todas las demás.

El hombre que fue feliz en los 50 en Trinidad, (a 30 kilómetros marítimos de Venezuela) colonia británica, exiliado por el totalitarismo de Marcos Pérez Jiménez (muerto en la lujosa La Moraleja de Madrid en 2001) que no recuerda otro período mejor en su vida lejos de los fanáticos religiosos, políticos e ideológicos. La política que vacía de sentido palabras como democracia, justicia o libertad.

Infeliz bajo la tiranía, / infeliz bajo la república, / en una suspirábamos por la libertad, / en otra por el fin de la corrupción»Czesław MiłoszCita en 'La Isla', de Rafael Cadenas

Todo remite a (la) Derrota, las Hojas de Hierba, La Tierra Baldía, el In Memoriam de Whitman, Eliot y Tennyson, respectivamente, de la poesía latinoamericana, escrito bajo los poderes de una depresión a los 32 años. Y no solamente hay derrotas sino destierros, como el que refleja en sus Cuadernos de 1960, o en La Isla y la cita de Milosz: «Infeliz bajo la tiranía, / infeliz bajo la república, / en una suspirábamos por la libertad, / en otra por el fin de la corrupción».

El autor que hace una década afirmaba que en su país se iba reduciendo «a diario el margen de libertad» que ya no existe sepultada por la fantasmagoría de un Gobierno (el de Maduro, antes el de Chávez) del que casi se oculta sin huir, inofensivo, sobreviviente, que, en palabras del autor, ha prohibido el odio de forma tan cínica en el mismo lugar donde no hay periódicos, mientras espera la «revolución humana», de la que afirma que no se sabe nada.

Rafael Cadenas es un hombre tímido que lucha, o que ha luchado, incluso desde el mismo silencio de su «afortunada» sordera con el poder absoluto de la poesía insignificante. «Insignificante porque su influencia en el mundo es mínima. Poderosa por su relación con el lenguaje», el mismo por el que se le concede el máximo galardón de las letras españolas.