A la Busca del Tiempo Perdido empieza a tomar forma sin saberlo en los «pastiches» y en 'Contre Sainte- Beuve'. El principio de 'Combray' no recibe atención por parte de 'Le Figaro', a quien se lo envía. Su salud se empieza a desmoronar al mismo tiempo que empieza a construirse su obra magna. En 1912, Gallimard rechaza los tres primeros volúmenes de 'A la Busca del Tiempo Perdido', el lector de la editorial, André Gidé, le considera «un esnob, un mundano aficionado». El editor de Ollendorf, Humblot, rechaza también la novela: «No puedo entender que un señor pueda emplear treinta páginas para describir cómo da vueltas y más vueltas en la cama antes de encontrar el sueño». Finalmente, firma un contrato con Grasset para publicar el libro. Los años siguientes giran en torno a su cada vez peor estado físico, que no cuida, y la creación de su obra. En 1919 recibe el Premio Goncourt, gracias a las presiones de sus amigos, por A la Sombra de las Muchachas en Flor.