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El lingüista Jesús Javier Velaza explica las inscripciones encontradas en la mano de Irulegui.EFE

La mano de Irulegui y las delirantes apropiaciones culturales del nacionalismo

Las sospechas de falsedad de la teoría sobre el euskera tras descifrarse una «palabra» inscrita en el objeto hallado en Navarra recuerdan inevitablemente a otras afirmaciones de «teóricos» cercanos al separatismo

«El documento más antiguo y también el más extenso escrito en lengua vascónica que se conoce hasta la fecha», la inscripción de la mano de Irulegui, según el experto lingüista de la Universidad de Barcelona, Jesús Javier Velaza, en sí misma no es una declaración novedosa. Ya se sabía que en los alrededores de Pamplona se hablaba la lengua de los vascones, lo que no significa, de ningún modo, que esta sea el origen del euskera.

La similitud fonética de «sorioneku», la única «palabra» descifrada de la inscripción, con las palabras en vascuence «zorioneko» o «zorionak», llevaron a unas certezas por la euforia y el boato del anuncio del descubrimiento que no se corresponden con las dudas que generan las teorías que derivan casi impepinablemente al origen del euskera, omitiendo los importantes matices que negarían la conclusión definitiva que parece querer confirmarse sin detenerse en desenredar la madeja histórico-lingüística de la que apenas se ha tirado de un hilo.

Joaquín Gorrochategui, otro de los expertos a los que se confiaron las inscripciones de la mano de Irulegui, reconoció el mismo día de la presentación del hallazgo que cabía la posibilidad de que se estuviera viendo más de lo que en realidad hay. Una declaración más sorprendente y de mayor enjundia que la de su colega Velaza («El documento más antiguo y también el más extenso escrito en lengua vascónica que se conoce hasta la fecha»), que sin embargo ha pasado desapercibida.

Algo así como si la fonética hubiera «cegado» las investigaciones tapando cualquier otra dirección posible en el trabajo del importante (tampoco hay que dejar de decirlo) descubrimiento, que se vulgariza precipitado en una sospechosa cerrazón que recuerda a la de los nacionalismos basados en dogmas y teorías similares a la que podría dar lugar la afirmación inequívoca de que el «sorioneku» de la mano es la primera manifestación, hace más de dos mil años, del euskera, como se ha tratado de hacer ver.

Dogmas y teorías similares como las expresadas, por ejemplo, por el Institut Nova Historia, una institución catalana (ligada a la ANC) que es una broma en comparación al rigor que se le presupone a la Sociedad de Ciencias Aranzadi y que, sin embargo, de confirmarse las «prisas» por certificar lo aún no certificable equipararía a las dos organizaciones en la arbitrariedad.

1714 es un año tan señero para los separatistas catalanes como precisamente arbitrario y enmarañado su significado para cualquier historiador sensato. Una fecha que no supera, o sí, a creencias delirantes como que Hernán Cortés, el conquistador extremeño, en realidad no era natural de Medellín sino un «príncipe de la Casa Real Catalana», conocido como Ferran Cortés, pero llamado en realidad Alfons d’Aragó i Guerrea.

El chiste desternillante, la burla, no acaba aquí, ni mucho menos. El Institut Nova Historia catalán, que asegura que la Historia conocida ha sido manipulada, ha llegado a afirmar que La Gioconda de Leonardo da Vinci (que también aseguran que era catalán) se llamaba Isabel de Aragón, y que el paisaje que se ve a sus espaldas son las montañas de Montserrat.

Miguel de Cervantes era catalán

Cristóbal Colón, Santa Teresa o Miguel de Cervantes (cuyo nombre de cuna proclaman que es Miquel Servent) son también otros famosos catalanes ocultos por una manipulación surrealista y similar, pese a todo, al rumbo político-ideológico tomado en la presentación de la inscripción de la mano de Irulegui, con el protagonismo de la presidenta Navarra, la socialista María Chivite.

El inevitable pensamiento de la posibilidad de que, más allá de la investigación, los socialistas y sus socios están intentando legitimar que la inscripción de la mano de Irulegui es en euskera, de la misma burda forma que los que intentan legitimar que El Quijote se escribió en catalán.