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El ganadero Fernando Lozano

Entrevista al ganadero

Fernando Lozano: «La opinión es mucho más libre y democrática en la plaza de toros que en cualquier otro lugar»

El heredero y responsable de la mítica ganadería de Alcurrucén, también abogado, exmatador y apoderado, responde a El Debate sobre los problemas del sector

«En 2023 habrá dificultades». Es la frase y el pensamiento extendidos entre los ganaderos de lidia. La inflación, los costes y subidas de precios (como el del pienso) las ganaderías que han desaparecido por la pandemia… Una crisis detrás de otra y una realidad que Fernando Lozano, heredero y responsable del hierro histórico de Alcurrucén, aboga, como abogado, por la serenidad y la adaptación con el temple del matador que también fue durante más de una década a pesar de las reticencias (y los obstáculos) que su propio padre le puso. El torero que aún no toreaba (y que, junto a César Rincón, casi un hermano adoptado, se ponía a trabajar en el campo a las siete de la mañana), pero del que Manzanares (padre) admiraba su afán. Una dedicación que llevó al padre a claudicar y apoyarle después que el hijo lograra codearse con las estrellas novilleras del momento, Litri y Rafa Camino, estudios y Monumentales de por medio. Una determinación que proviene de haber tocado todos los «palos» de la tauromaquia (hasta casi el del «maletilla» que se escapaba a tentar con Palomo Linares), incluido el de haber nacido en ella.

–¿Se suma a las opiniones de Victorino Martín, de Eduardo Miura o de Adolfo Martín sobre el presente y el futuro de la tauromaquia?

–Por supuesto que sí, pero es importante pensar que la crisis no es solamente una crisis taurina. Y viene de lejos, desde la gran crisis de 2008. Afecta a todos los sectores de la sociedad. Hay pueblos en los que las plazas tradicionales están en ruinas por la falta de personal y la falta de dedicación y la falta de preocupación por parte de la administración porque no son rentables. Cuando la situación es mala uno de los primeros afectados siempre es el sector taurino. Es cierto lo que dicen la mayoría de mis compañeros de trabajo. Ahora mismo la situación del toro de lidia es un negocio poco rentable. Pero también es una cuestión de buscarle el sentido práctico a la propia situación. Creo que hay que adaptarse a las circunstancias. Esta es la situación que nos ha tocado vivir. Hay que ser realista y no derrotista. Y tampoco es que este momento sea peor que otros. Todas las épocas han tenido sus dificultades.

–¿Hay posibilidad de remontada?

–Por remontar hemos remontado hasta las prohibiciones papales. Se han deshecho ganaderías y se han recuperado, si no la propia ganadería, otra con distinto encaste. Ahora toca apretarse el cinturón. Los piensos se han multiplicado, los gastos… para la temporada de 2023. Pues habrá que adaptar la temporada que viene a lo que venga. Mi padre tenía un dicho que decía: «Nosotros nos agarraremos a la silla y si hace falta nos ataremos a ella».

Ya mi padre decía que solo había cuatro o cinco plazas rentables. El resto no podía pagar lo que te había costado la crianza de esos toros

–¿Qué efecto puede tener el aumento de precios en la alimentación de los toros?

–Pues depende. Nosotros cuando teníamos vacas de leche les dábamos pulpa de girasol. Todo es asumible dentro de lo que es la propia biología del animal. Si de lo que se trata es de reducir costos lo mejor es echar el toro al campo y que sea selección natural.

–¿Qué es lo que come el toro? o, mejor dicho: ¿qué es lo mejor que puede comer el toro?

–Lo mejor es que la finca sea sustentable. En nuestro caso hemos tenido la suerte de que la finca es de regadío y prácticamente tiene la pradera perenne, pero hay otras muchas que son de secano. Ahora el agua cuesta mucho y nosotros hemos tenido que reducir la ganadería, adaptarnos, como decía antes. La vaca se alimenta en el campo y, en todo caso, en lo más crudo del invierno, se completa su alimentación con lo que te ha dado la ganadería anteriormente, cuando has segado el pasto y le das el heno que te ha dado la tierra. Ya mi padre decía que solo había cuatro o cinco plazas rentables. El resto no podía pagar lo que te había costado la crianza de esos toros. Hay que mantener un equilibrio. El toro empieza a ser costoso a partir de los dos años, dos años y medio, que es cuando empiezas a echarle de comer.

Fernando Lozano, junto a su hija Isabel y su padre, Pablo, fundador de la ganadería

–Ha dicho antes que esto es una crisis general, que afecta a todos los sectores de la economía. Desde el punto de vista político, ¿considera que hay alguien a quien señalar?

–Desde luego. Estamos viviendo una crisis no solamente económica, sino de valores humanos, sociales y de principios. Parece que lo único que interesa es el bien político y partidista y no el bien común. Se agarran al sillón como lapas. En teoría están luchando por unas ideales, pero ¿dónde están esos ideales cuando consigues un sillón? La cesta de la compra disparada, los gastos disparados, te suben los impuestos, y encima los políticos se suben el sueldo dos o tres veces al año… ¿esto qué es? Y si dices algo te llaman «facha». Y lo que es, es una desfachatez.

–¿Se está haciendo algo bueno desde el punto de vista político?

–Todo depende del interés. Del que se tenga y del que se pueda llegara a sacar. El mundo del toro es plural. Hay gente de todas las ideas, un espectáculo democrático donde se juntan desde un premio Nobel hasta un humilde agricultor. Y todas las opiniones son válidas. En la plaza cualquiera puede hacer notar su criterio.

–La propia plaza de toros es, simbólicamente, un lugar que representa bien esta idea.

–Completamente. En la plaza de toros el público es soberano. Y en la plaza es mucho más democrática y mucho más libre la opinión que en cualquier otro lugar.

–¿Es el campo en general, y no solo lo taurino, lo que está en crisis?

–Completamente. E igual que nosotros y que cualquier otro sector se tiene que adaptar a las circunstancias. Un ejemplo es que yo decidí poner un molino en nuestra finca para garantizar nuestra fórmula y no tener que depender de los fabricantes de piensos, que, por una cuestión de costes, también, podían sustituir un producto por otro más barato. Costó doce millones de pesetas, pero en un año ya lo había amortizado.

Ahora los muchachos ni escuchan ni hablan. Y eso es grave. Porque no tienen vocación verdadera

–Hay crisis en los toros, ¿y en los toreros?

–Hay tema que a mí sí me parece crítico. Y es que los chavales que quieren ser toreros no hablan de toros Yo recuerdo que al principio solo escuchaba, pero conforme iba tomando más conocimiento ya empecé a participar. Ahora los muchachos ni escuchan ni hablan. Yo he apoderado a toreros que no han tenido conversaciones de toros en los cuatro o cinco años en los que les he representado. Y eso es grave. Porque no tienen vocación verdadera. Utilizan el toro como un recurso. Y no quieren hablar de toros y además te lo dicen: «No quiero hablar de toros».

–¿Podría ser el caso de Jesulín de Ubrique, un buen torero sin alma de torero?

–Es cierto que Jesulín de Ubrique tenía cualidades taurinas. Tenía bastantes virtudes. Era un torero muy completo, pero no dedicó su carrera a ir depurando su oficio.

–¿Y quién sí ha ido depurando su oficio?

–El torero en sí es celoso. En el caso de El Juli el celo es casi enfermizo, tentando hasta dos veces al día. Y en el caso de Jesulín no lo era. Yo admiro la personalidad de Morante porque se le ve que es un apasionado del toro. Evoluciona de una forma o de otra. Siempre está en constante ebullición, en constante inconformismo. De repente está en un «joselitismo» total y luego le ves «abelmontado». Unas veces es un torero de arte, sin complicaciones, y otras un torero de pundonor.