Más allá de la Sábana Santa: el Rostro del Misterio
Una exposición itinerante, The Mistery Man, parte de la historicidad de Jesucristo y del estudio de la Sábana Santa para recrear, en una apabullante escultura hiperrealista, el rostro y el cuerpo de aquel hombre que fue crucificado.
¿Cuántas veces se ha imaginado el cuerpo de aquel hombre, que algunos creemos que es también Dios? ¿Cómo serían sus manos, aquellas manos santas con las que abrazaba a sus amigos, que imponía sobre los que sufrían? ¿Cómo quedó después de la tortura de la flagelación, de la sangre provocada por la corona de espinas, del imposible tormento de la crucifixión? Más allá de Mel Gibson y su Pasión o de la serie The Chosen, más allá de los veinte siglos de representación artística de Jesucristo, un artista se hizo esa pregunta hasta el final: visitó la Sábana Santa en Turín y extrajo de ella todos los datos necesarios para entender cómo fue aquel hombre misterioso: Jesús de Nazaret.
Tras un viaje personal, profesional y espiritual de más de quince años, que comenzaron cuando se encontró con la Sábana Santa de Turín, Álvaro Blanco ha puesto en pie una colosal exposición que no sólo desafía al espectador desde el punto de vista artístico, sino que le pone en diálogo, en relación directa con el Misterio con mayúsculas. Nadie puede situarse frente a ella de manera aséptica. Como él mismo afirma: «Para muchos estamos ante la sábana que envolvió el cuerpo de Cristo, para otros ante una falsificación. Para mí, no cabe duda: o la Síndone es auténtica o estamos ante el artista más desgarrador y sublime de nuestra historia».
La Sábana Santa
La Sábana Santa de Turín es también conocida como Síndone. Se trata de una sarga de lino muy cara, tejida en espiga, de 430 x 110 cm. Es una reliquia de la fe cristiana a la que se le atribuye el haber envuelto el cuerpo de Jesús de Nazaret tras su muerte. En ella aparece, aunque algo borrosa, la impronta de un hombre con signos de tormentos. A la izquierda muestra la vista frontal, y a la derecha la parte dorsal.
El tiempo también dejó su huella en las quemaduras sufridas en un grave incendio que casi destruye la tela, pero aún permite ver la imagen del cuerpo y el rostro que la iconografía ha identificado a lo largo de la historia como el de Jesús de Nazaret. La Sábana Santa conservada en Turín sigue siendo una «provocación a la inteligencia», como dijo San Juan Pablo II en 1998. Interroga a científicos de todo el mundo, en todos los campos.
La llamada «imagen del cuerpo» (en la región definida por las espigas del tejido, de color más oscuro) no atraviesa el tejido y solo está presente en unas decenas de micras; no tiene contorno, ni marcas de pincel ni rastros de pigmentos; no es una pintura, sino el resultado de una oxidación ácida deshidratante de las fibras de lino. En 1976, la NASA confirmó, para todo el cuerpo, esta propiedad tridimensional que no posee ninguna otra imagen en el mundo.
La ciencia forense ha demostrado que la tela, en algún momento de su historia, cubrió a un hombre que sufrió torturas, lo que coincide con los datos que transmiten los relatos evangélicos: la coronación de espinas, flagelación, crucifixión y lanzada en el costado. Los diversos estudios realizados siguen sin poder establecer cómo pudo formarse la extraña imagen. Aún no se han explicado su carácter de negativo, las tres dimensiones y la ausencia de pigmentos.
La Síndone puede no ser incompatible con alguna técnica pictórica, artística o científica. La sangre, sin embargo, sí es compatible con un cadáver humano. Y en su estudio, Álvaro Blanco quiso entender quién era el artista de esa obra, cuál era el cuerpo que había cubierto esa sábana: «Imagina entender la Síndone y la pasión de Cristo como una obra de arte y a él como un artista. En este sugerente planteamiento nació, al menos en mí, una nueva forma de entender la historia y la obra de Jesús».
Una exposición dentro de la catedral de Salamanca
Su contacto con la Síndone llevó a Álvaro Blanco a crear el cuerpo de Jesús en una escultura hiperrealista. Después tardó ocho años más en establecer un recorrido museístico, una exposición en la que tuviera sentido colocar a Jesús. Finalmente, en colaboración con el ayuntamiento y el cabildo de la catedral de Salamanca, se ha situado en este lugar histórico, considerado también punto de encuentro cultural y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
La exposición se articula en torno a seis salas. En la primera se expone la figura histórica de Jesús de Nazaret, Cristo o Jesucristo como la figura central del Cristianismo, con textos sobre la historia del personaje y de su rostro. La segunda habla de su condena y su muerte, con detalles concretos como los hechos contrastados de su flagelación y coronación de espinas, así cómo de su crucifixión y sepultura: se muestra una recreación de las monedas con las que Judas le vendió, de la cruz, de la corona y también del sepulcro un holograma de su enterramiento.
La exposición se embarca entonces en un recorrido por el descubrimiento de la Sábana Santa, su llegada a Turín y la forma en la que su descubrimiento cambió la forma de representar a Jesucristo, desde el arte paleocristiano pasando por todos los movimientos artísticos. Una reproducción de la Síndone y una imagen de su negativo colocan al espectador ante la misma pregunta que movió al comisario a trazar esta historia: ¿quién se ocultaba tras la sábana?
También profundiza el recorrido en todos los estudios científicos que se realizaron sobre la tela, incluyendo los de la NASA, las pruebas de Carbono 14, STURP con todo tipo de rayos y frecuencias, las decenas de estudios médicos y forenses, los análisis, la literatura… para acabar planteando, a través de un vídeo mapping, una pregunta: ¿y si quien impresionó la sábana era ‘un artista’ y la Síndone es su obra de arte?
En la siguiente sala, un efecto expositivo muy propio de esta década: una sala inmersiva, a oscuras, en las que se van sucediendo más de quinientas imágenes del rostro de Jesús. Bailan, se mueven, se agrandan, se ordenan, se iluminan, se apagan, y provocan una reflexión sobre cuál es el rostro de Dios hecho hombre. En silencio, uno sale y entra en el verdadero misterio, en la sala llamada «El Cordero de Dios». Contemplar ese rostro es entrar en presencia de un misterio que supera toda medida humana. Unos lloran. Otros se arrodillan. Hay quien se persigna. Hay quien no puede sostener la mirada. Pero hay un dato claro: nadie sale de esa sala igual que entró.
«Es una obra que empatiza con ese Jesús humano, un reflejo de su humanidad, de su pasión»
¿Cómo empezó todo esto? ¿Cuál es su historia?
Hay una historia ciertamente personal detrás de todo esto. Yo me dedicaba a hacer museos, y en 2006 conozco la Cámara Santa a través de un trabajo que me encargan en la Catedral de Oviedo. Parecía una película de ciencia ficción para mí: había un arca que traía reliquias de Jesús. Empecé a trabajar para documentarme y descubrí que había un sudario vinculado a la Sábana Santa, que tenía una imagen que había sido estudiada por científicos, y de repente me vi totalmente embaucado por la historia. Decidí hacer una exposición de la Sábana Santa y en 2010 fui a Turín, y acabé creando la exposición más grande que se había hecho de la Sábana Santa, que se presentó en Málaga en el año 2012. Ante la Sábana Santa, lo primero que pensé desde el punto de vista del arte es: ¿quién es el artista de esto? Quiero descubrir quién es ese cuerpo.
¿Todo empezó haciendo esa investigación científico-histórica de la Sábana Santa?
Yo caigo como todos en el error de empezar a analizar la Sábana Santa desde un punto de vista científico. Y caigo, como todos, en esa vorágine de buscar una respuesta científica forense, buscando eso que siempre buscamos los seres humanos, que es una explicación a todo. Llego a un punto ciego, y entonces decido recrear ese cuerpo hiperrealista y ser el primer espectador, y cuando me pongo frente a él, me doy cuenta de que estoy ante algo diferente. Ya no era la Sábana Santa, sino el reflejo más increíble que me había encontrado de la historia de Jesús de Nazaret. Al margen de toda la iconografía y de todo lo que había sucedido a lo largo de la historia, de cualquier movimiento arquitectónico, incluso al margen de las catedrales: era su sacrificio. Estaba delante de mí como primigenio. Era más real que cualquier otra cosa.
¿Cómo pasa de ese impulso a la creación de la exposición?
No podía pararme ahí. Quise contar ese proceso, por eso la exposición empieza con la Sábana Santa, pero luego navega hacia otro lugar en el que te lleva a plantearte la historia de Jesús de Nazaret, su sacrificio: estamos ante un artista, ante un hombre que crea con su cuerpo una obra que deja a los genios de nuestro tiempo como meros seres primitivos. Encontré muchas más respuestas analizando la Sábana Santa como artista y como obra de arte que como científico, que evidentemente no lo soy: la ciencia no ha llegado a explicarla.
La exposición comienza situándonos ante el hecho histórico de Jesús, ante las «pruebas» de su paso por este mundo.
Está realizada en un concepto típico de cualquier exposición. Y es fundamental la primera fase, porque mucha gente que llega aquí no sabe qué es la Sábana Santa o ha oído a hablar vagamente de un trapo, pero desconoce que detrás de eso hay una historia muy profunda, muy estudiada y certificada.
España es tradicionalmente católica, pero eso ha cambiado radicalmente en los últimos años. ¿Necesitamos ahora acercarnos a la figura de Jesús de una forma más visual?
Es interesantísimo, porque el ser humano ha ido evolucionando a lo largo de la historia. Los mosaicos y los retablos se crean porque la gente no sabía leer y la Iglesia necesitaba contar la historia de Jesús de Nazaret y los Evangelios. Y la gente sabía interpretarlos. Pero ahora estamos ante un nuevo movimiento de expresión, que es el hiperrealismo, que a diferencia de otras artes, carece de movimiento artístico, en el sentido de que lo que trata de reflejar es la realidad. Además, en esta obra en particular no hay un artista concreto, es un equipo de personas el que yo reuní para hacerla. Es una obra totalmente emocional, porque estamos en el momento de las exposiciones emocionales. El objetivo de toda obra es impactar emocionalmente.
¿De ahí también la necesidad de la exposición inmersiva, en la que se muestra cómo ha evolucionado la representación de Jesucristo a lo largo de la historia del arte?
La exposición tiene varios hitos. Por un lado, la museificación típica; después, un video mapping muy moderno, muy sorpresivo, con una reflexión humana y artística sobre la Sábana Santa con un planteamiento según el que es Jesús el artista que utiliza su propio cuerpo para crear esta obra. Utilizó su propia sangre. Y luego está la sala inmersiva, que trata de descontextualizar las 500 imágenes más importantes de Jesús de Nazaret a lo largo de la historia para entender cómo el Barroco, el Prerrománico, el Románico, el Rótico, el Renacimiento, los paleocristianos pintaron a Jesús, y cómo lo vemos ahora.
¿Cómo se transforma ese interés por «el artista» de la Sábana Santa en la decisión de realizar una escultura hiperrealista?
Desde el minuto uno que estoy frente a la Sábana Santa lo pienso. Yo veo ahí un cuerpo y pienso que este cuerpo hay que hacerlo. Si esta sábana la creó un cuerpo humano, que es el dato que tenemos realmente fuera de debate, porque ahí hay sangre y el comportamiento de la sangre corresponde con ese cuerpo humano, hay que crear ese cuerpo, una representación de ese cuerpo. En un principio hice un primer cuerpo con un carácter más tradicional, con Juan Manuel Miñarro, un imaginero de Sevilla. Pero continúo mi investigación, con la ayuda de algunos de los más grandes estudiosos de la Sábana Santa, y con la tecnología actual y todo lo que sabemos, la información tridimensional que se puede extraer de ella, me embarco en crear una escultura hiperrealista.
¿Con qué artistas trabaja?
Son seis personas, aunque hubo algunas más trabajando en la zona del rostro. Pero al final, que ellos me perdonen, utilicé sus manos, porque la idea era crear una figura que careciera de arte, que careciera de una impronta personal. Y no dejamos de aprender: Jesús tiene el pecho abultado no sólo porque fuera atlético y tuviera una estructura ósea fuerte, sino porque en la cruz se produce esa protrusión pectoral. La extraña posición de la cabeza se debe al rigor mortis, con la cabeza flexionada hacia delante. Se observa que tiene una herida en la nariz, probablemente de las veces que se cayó portando la cruz. También tiene un hombro dislocado, se ve la herida del costado… Todo aquello que llamaba la atención de la Sábana Santa, que podía justificar que fuera falsa, es precisamente lo que le da más validez.
¿Qué más ha descubierto realizando la escultura?
Para mí lo más significativo, sin lugar a dudas, ha sido el pelo. El pelo de Jesús de Nazaret. Cuando ves las imágenes de los Pantocrátor y de Jesús parece que tiene el pelo liso, pero al ponérselo estaba abultado… Y entonces caímos en que lo tiene empapado de sangre. Tanto la tipología de pelo como de piel ha sido muy interesante: la piel alberga un cuerpo, es «verdaderamente humano»: el pelo es real, las uñas son reales, y en la piel observas las veladuras, las venas, la musculación de nuestras manos. En los pies sucede lo mismo, y en la cara, hasta ves las venas de los ojos. Por eso permitimos que la gente se acerque tanto a la escultura, con un protocolo de manos atrás.
Es muy impactante.
Siempre digo que lo primero que hay que hacer es mirarle el rostro, humanizarlo. Es una pieza muy bestial. Estamos hablando de un cadáver, de una persona que ha sufrido una muerte tremendamente violenta. Cuando lo humanizas, cuando ves a Jesús de Nazaret, la figura ya empieza «a despertarse» y te identificas con él. Y ya fuera del debate forense o científico, estamos ante una obra que empatiza con ese Jesús humano, con su humanidad, el sufrimiento y la pasión.
¿Con qué materiales está creada la escultura?
Hay un primer proceso de creación de escultura en el que se utiliza una plastilina, y empleamos una persona para establecer su posicionamiento. Tenía que ser muy humano. La posición de las heridas y demás está sacada de la Sábana Santa. El negativo es utilizado para crear el rostro y la imagen del cuerpo. El proceso es molde, escultura y después policromía con todos los detalles. Las heridas las hicimos al final: los médicos dicen que las bolas rompieron cutáneamente la carne, entraron rompiendo la piel y entrando en la carne. Todo gracias a una silicona; por eso la gente quiere tocarlo, porque clarísimamente es hiperrealista. Mide 1,78 y pesa unos 70 kilos, como una persona de su complexión. Y lo más increíble es que si la tocas reacciona al tacto, se hunde la piel. Y por eso hay quien quiere abrazarlo y quien no puede ni siquiera enfrentarse a ella.
¿Hay quien se pone a rezar?
Por supuesto, y a llorar. Es una figura que tiene un impacto emocional sobre nosotros. Para cada persona significa algo distinto, personal e intransferible. Han venido monjas, ha venido gente que no cree o que no es de esta religión, y cada uno tiene una emoción sobre la figura y siente algo distinto.
¿Qué ha supuesto para usted trabajar «sobre Jesucristo»?
Obviamente llega un momento en el que tengo una vivencia personal con esta historia, y yo empatizo mucho con la historia de Jesús de Nazaret a través de ciertas cosas que me han ido pasando en estos años. Hay una búsqueda personal y para mí indudablemente es Jesús de Nazaret, y podría debatir con cualquier persona sobre ello. Lo increíble de esta historia es que ese hombre que está en la Sábana Santa corresponde morfológicamente con un judío perfectamente del siglo I: la nariz, los pómulos, el pelo, la piel… aunque aquí la mostramos pálida, porque está muerto.
Convivió muchos años con la escultura antes de exponerla. ¿Qué sucedió?
Estuvo ocho años en mi casa. Cuando se termina el cuerpo, el primero que tenía que entender cómo presentarlo era yo, porque había que reforzar la historia, que contar la vida, que vestirla y darle un sentido. Tardé años en encontrar esa configuración, en encontrar las palabras, ¡incluso el nombre, The Mystery Man! Un sacerdote me dijo que lo pusiera en latín, pero si Jesús volviera hablaría inglés. La figura se ha vuelto viral en el mundo porque todo el mundo se puede identificar con ella, es un rostro humano que apela a todos, porque es el rostro de Jesús.
¿Y por qué has incluido la palabra mystery, misterio?
Porque el misterio está ahí. El misterio del hombre, el hombre misterioso: Jesús, y la Sábana Santa, son un misterio. No es sólo una escultura, sino que es un proyecto, es una intuición. Estamos ante el reflejo del cuerpo, pero estamos también ante una obra de arte creada por Jesús de Nazaret.
¿Y por qué aquí, en la catedral de Salamanca?
Es parte del milagro que existe en esta historia. Después de ocho años buscando en Estados Unidos, en México, en cien enclaves distintos… el milagro surge a dos kilómetros de mi casa. Esta es mi ciudad, y la acogida ha sido espectacular. Ahora la hemos prorrogado hasta el 15 de marzo, porque ha sido un éxito, pero la intención es que sea una exposición peregrina. La empresa ArtiSplendore, encargada de la gestión de la exposición, busca que vaya peregrinando, pero de momento está siendo vital para Salamanca, gracias también al apoyo del Ayuntamiento: esto trasciende lo cristiano y lo católico. Es un viaje humano, humanista.
Dónde, cuándo, cuánto
La exposición se podrá visitar en la Catedral de Salamanca desde el 13 de octubre hasta el 31 de diciembre, en horario de 10:00 a 19:00 y de 10:00 a 18:00 los domingos.
El precio de la entrada general es de 12 €, ofrece precios para grupos y posibilidad de visitas guiadas.
Especial realizado por:
Redacción: María Serrano. Multimedia: Jorge Ruiz. Diseño: Ángel Ruiz.