Fundado en 1910

Francisco José Contreras en el Congreso de los Diputados

Entrevista al diputado de Vox

Francisco José Contreras: «El feminismo ha caído en una deriva tóxica y paranoica»

Contra el totalitarismo blando es el undécimo libro del doctor y catedrático en Derecho, diputado en el Congreso por Vox. Una recopilación de artículos sobre la cancelación woke, el feminismo radical o la imposición Trans

Francisco José Contreras nació en 1964 en Sevilla. Allí se licenció en Derecho y luego se hizo doctor y catedrático de Filosofía (del Derecho). Ganador de premios como el Diego de Covarrubias o el Legaz Lacambra y actualmente diputado en el Congreso por Vox, Contra el Totalitarismo Blando es su undécimo libro, una recopilación de artículos y reseñas publicadas en distintos medios sobre la tiranía invisible, «blanda» como una «dictablanda» e invisible porque no tortura, sino que «cancela», el verbo favorito de la ideología woke que se extiende entre los más jóvenes y no tanto, lanzado como «polvos mágicos», igual que si fuera un embrujo distópico, por los más viejos y no tanto. La cancelación, el nuevo feminismo, la ideología trans, el ecologismo, la nueva izquierda o el ateísmo aparecen diseccionados casi con la misma exactitud pictórica de la Lección de Anatomía del Dr. Nicolaes Tulp, de Rembrandt.

Contra el totalitarismo blando es el título elegido para englobar todo un universo ideológico, ¿podría describir en pocas palabras y a modo de introducción el significado de «totalitarismo blando»?

–Me refiero a una situación en la que se impone un pensamiento único desde las leyes, las escuelas, las universidades, la mayoría de los medios de comunicación… Ese pensamiento único incluye dogmas como la opresión de la mujer por el hombre, la de los negros por los blancos, la necesidad de «nuevos derechos», la existencia de una «emergencia climática»… Se diferencia del totalitarismo clásico (nazi o comunista) en que el castigo para el disidente ya no es el paredón o el gulag, sino la etiquetación infamante («¡machista!», «¡homófobo!», «¡racista!»). Sin tener la brutalidad del totalitarismo clásico, el «totalitarismo blando» sí consigue una uniformización de la opinión pública (o, más bien, «publicada») y una pérdida progresiva de sustancia de la libertad de pensamiento, expresión y educación.

–¿De dónde proviene esta nueva ola inquisitiva?

–El wokismo (progresismo feminista-multiculturalista-LGTB-ecologista) es el resultado de una mutación del marxismo, y el marxismo siempre fue intolerante. El modus operandi del marxismo siempre ha sido dividir la sociedad en colectivos y enfrentarlos, declarando a unos opresores y otros oprimidos. Antes lo hacía sobre todo con las clases sociales, y ahora lo hace también con los sexos, las razas y las orientaciones sexuales (hombres contra mujeres, heterosexuales contra homosexuales, blancos contra gente de color). El neomarxismo también ha encontrado un filón en el ecologismo catastrofista, nueva excusa para la demolición del capitalismo.

–¿Es el filósofo inglés Roger Scruton una suerte de Alfred Dreyfus del siglo XXI sin Zolas que lo defiendan?

–Roger Scruton fue un gran pensador conservador ultrajado por la máquina woke de picar carne en el último año de su vida. El Gobierno «conservador» británico lo dejó a los pies de los caballos. Mi libro incluye un artículo sobre su defenestración y otro de análisis de su obra.

Al propagar los valores 'woke', el capitalismo cava su propia tumba

–El «feminismo histérico» es una expresión muy gráfica de lo que se observa en la calle, incluso en el Congreso con las simples gesticulaciones de la ministra de Igualdad…

–Sobre la ministra, ¿qué puedo añadir sin faltar a la delicadeza? En cuanto al feminismo, es evidente que ha caído (y desde hace décadas) en una deriva tóxica y paranoica. En realidad, el feminismo (en Occidente, no hablo de Afganistán) no tiene razón de ser desde que se alcanzó, hace ya mucho, la igualdad legal entre hombres y mujeres. En el capítulo Por qué ha triunfado el feminismo histérico apunto hipótesis sobre posibles causas de esa paranoia, siguiendo a la Mary Eberstadt de Primal Screams. Están relacionadas con la desintegración familiar y el declive de la religión. Chicas y mujeres desorientadas buscan en «el movimiento de las mujeres» y la «sororidad» el apoyo humano que antes encontraban en la familia, y/o el sentido existencial que antes encontraban en la fe. Lo buscan en vano, claro.

–¿La revolución sexual de los 60 fue un error?

–Sí. Al disociar el sexo del amor, del matrimonio y de la reproducción, dio paso a la legalización del aborto y al hundimiento de la nupcialidad, de la estabilidad familiar y de la natalidad. El resultado es el tremendo invierno demográfico, que es nuestro principal problema como sociedad. Analizo todo ello en el libro.

Portada de 'Contra el totalitarismo blando' (Libros Libres)

–¿Puede suponer el deseado desmantelamiento de la familia por parte de la ideología woke el indeseado desmantelamiento de las empresas, de la economía?

–La evidente militancia woke de muchas grandes empresas es un fenómeno suicida. Los resortes a los que apela el wokismo son los mismos que los del socialismo: resentimiento, envidia, aspiración a vivir a expensas de otros («que paguen los ricos»; «que pague el varón blanco heterosexual, que lleva milenios explotando a todos los demás»). El capitalismo se basa, en cambio, en la meritocracia, la búsqueda del beneficio legítimo (prosperar con el propio trabajo, no con la «redistribución» de la riqueza de otros), el esfuerzo y el riesgo… Al propagar los valores woke, el capitalismo cava su propia tumba (recuerda a lo de Lenin: «Los capitalistas nos venderán la soga con la que les ahorcaremos»). Además, la sustitución de la meritocracia por la diversocracia en la política de personal (seleccionar en base al género o la raza, en lugar de en base a los conocimientos y la cualificación) va a terminar perjudicando también a la competitividad de las empresas.

–Un amigo que ha vivido hasta hace poco en California, me hablaba de que una familia amiga, con una hija «no binaria» («ellos» se hacía llamar), se sentía vigilada por la sociedad (el colegio, los vecinos…) como si fueran sospechosos de no respetarla al llamarla «ella», por ejemplo. Aseguraban estar viviendo un verdadero horror, más propio de una película distópica que de la vida real, pero es la vida real de esa familia…

–Sí, estamos viviendo un clima cada vez más distópico e inquisitorial. No sé qué más hace falta para que la sociedad despierte. La moda «trans» es un disparate que va a causar un daño irreversible a muchos jóvenes. Existe la disforia de género, pero se da realmente en poquísimos niños, casi todos varones; y, además, se curaba en un alto porcentaje de casos en la pubertad, cuando el organismo se llena de las hormonas de tu verdadero sexo. La mayor parte de los adolescentes que están pidiendo la «transición al otro sexo» no son casos de verdadera disforia de género, sino jóvenes que tienen otro tipo de problemas (baja autoestima, inadaptación, Asperger, desestructuración familiar…) y, bajo la influencia de activistas trans que les cuentan (a veces, en la propia escuela) que podrían ser «niños atrapados en cuerpos de niña o viceversa», dan en creer que podrán superar su malestar mediante el «cambio de sexo» (es decir, la hormonación vitalicia y la mutilación de un cuerpo sano). Es un atentado inadmisible contra los menores de edad. En Reino Unido la transexualidad juvenil se ha multiplicado por 44 en sólo diez años; en Suecia, por 15. Aquí va a ocurrir igual si se aprueba la Ley Trans, que ofrece la posibilidad de pedir la «transición» desde los 12 años de edad, privando a los padres del derecho a oponerse.

En el delirio de dañar obras de arte en nombre de la «emergencia climática» hay una metáfora de la autodestrucción de la prosperidad occidental

–Si yo, que soy un hombre, decido identificarme como mujer sin más requisitos que mi palabra y hacerlo «oficial», ¿podría identificarme del mismo modo como de raza negra a pesar de ser de raza blanca? ¿Existe algún impedimento para que este caso sea posible?

–Cualquier absurdo pasa a resultar factible desde que se hace prevalecer la autopercepción y el deseo subjetivos (por delirantes que puedan ser) sobre la realidad biológica objetiva.

–Pasemos al tema climático. ¿La estupidez que representan los últimos atentados contra el arte en nombre del clima podrían ser la representación del delirio ecologista?

–Bueno, en el delirio de dañar (o poner en peligro) obras de valor incalculable en nombre de la «emergencia climática» podríamos ver una metáfora de la autodestrucción de la prosperidad occidental en nombre de lo mismo. Digo «occidental» porque sólo Occidente está reduciendo emisiones de CO2, a un coste altísimo. China, India, Indonesia, etc. siguen multiplicándolas, y se frotan las manos viendo que Occidente se pega semejante tiro en el pie.

–¿Es una nueva religión el «compromiso» climático?

–Sí, es una pseudorreligión. Tiene su pecado original (la Revolución Industrial), su evangelio (la Agenda 2030 y las leyes climáticas), su ascesis purificadora (el estilo de vida «sostenible», sin coches, aviones, calefacción ni carne) y su paraíso (el mundo futuro de «neutralidad climática», con los campos cubiertos de placas solares). También el wokismo tiene ingredientes pseudorreligiosos: usurpa el impulso altruista de los jóvenes, que están necesitados de una causa elevada por la que luchar, y les dice que las víctimas de nuestra sociedad son las mujeres, las razas distintas de la blanca, los homosexuales, etc. Canaliza en una dirección incorrecta el idealismo juvenil.

Mayo del 68, bajo eslóganes marxistas, en realidad fue la puesta de largo de la nueva izquierda postmarxista

–¿Puede ser la inmigración incontrolada el paso previo al transhumanismo?

–Son falsas soluciones alternativas para un mismo problema: el desplome de la natalidad occidental (consecuencia lógica de la desaparición del matrimonio y la familia: la gente no quiere comprometerse). Si los occidentales hemos abdicado de la reproducción, caben dos soluciones: una es abrir las fronteras a la inmigración y activar la sustitución demográfica; la otra, fabricar seres (post)humanos en laboratorio. En el libro proporciono argumentos contra ambas opciones.

–¿Qué responsabilidad tiene el mayo del 68 en la llegada de las nuevas ideologías?

–Mayo del 68, bajo eslóganes marxistas, en realidad fue la puesta de largo de la nueva izquierda postmarxista. Lo razono en el libro. Los «enragés» no creían realmente en una revolución socialista, sino en la sexual. Ellos protagonizaron la primera fase de la desarticulación de la familia, el abortismo, etc. «Vivir sin tiempos muertos y gozar sin trabas». Y «prohibido prohibir». No buscaban el socialismo, sino la relajación de las costumbres.