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El escritor Robert Louis Stevenson

Robert Louis Stevenson, el escritor que le regaló su cumpleaños a una niña

El gran autor escocés de La Isla del Tesoro o El extraño caso del doctor Jekill y el señor Hyde fue un estrella literaria en su tiempo y un hombre querido y admirado por los que le conocieron

En los años 70 del XIX Robert Louis Stevenson estuvo en Nueva York y se hizo amigo de Mark Twain y de Henry James. Resulta casi emocionante imaginar a estos tres maestros de la literatura charlar un día de lluvia en la cabaña octogonal donde el creador de Huckleberry escribía y se retiraba.

En una carta dirigida a un amigo, Twain describía así su refugio: «Es el estudio más encantador que pudieras ver (…) colgada en completo aislamiento en lo alto de una elevación(...). Es un nido acogedor y habitación suficiente para sofá, mesa, y tres o cuatro sillas. ¿Y cuándo las tormentas barren el valle remoto y los rayos destellan entre las colinas y más allá, y la lluvia golpea el tejado sobre mi cabeza? Imagina su suntuosidad».

La mala salud

Por aquellos tiempos aún no habían comenzado los problemas de salud de Stevenson, así que es posible que pudiera disfrutar en plenitud del encantamiento y la compañía de Twain y James. Un año antes de morir a los 44 años, R.L. (como también solía firmar) escribió: «Durante catorce años no he conocido un solo día efectivo de salud. He escrito con hemorragias, he escrito enfermo, entre estertores de tos, he escrito con la cabeza dando tumbos».

Los achaques prematuros que se precipitaron a partir de los 30 años con los primeros síntomas de tuberculosis (durante su infancia la bronquitis constante le impidió ir al colegio y a permanecer en cama durante largas temporadas) a punto estuvieron de que el sensible, física y mentalmente, autor escocés (un hombre duro, a pesar de todo) no pudiera escribir las obras por las que se haría rico y famoso y universalmente conocido.

Robert Louis Stevenson

Un ataque de malaria casi le mata en California poco antes de su matrimonio con Fanny Osborne en 1880, dos años antes de escribir La Isla del Tesoro y seis antes de El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, obra a la que también precedió un nuevo ataque de la mala salud heredada de su madre, que siempre padeció enfermedades respiratorias.

A pesar de ello y también gracias a sus largas convalecencias, Stevenson escribió trece novelas, seis volúmenes de relatos, seis libros de poemas, casi una decena de libros de los viajes a los que no renunció (en buena medida siempre en busca de los mejores climas para su salud) y múltiples ensayos y colecciones de ideas tan encantadoras como la cabaña de Mark Twain o como sus novelas y cuentos más y menos famosos, como Travels with a Donkey in the Cévennes, donde inventó un «saco de dormir» de «seis pies cuadrados», que cargaba en el burro, hecho de «verde impermeable».

Robert Louis Stevenson en 1893, unos años antes de morir

Su enorme talento, sus divertidas historias, sus ideas modernas y su carácter afable le convirtieron en una superestrella de la literatura en sus días, y cada nueva publicación era promocionada por sus editores como grandes acontecimientos, de los que el propio autor se quejaba por considerarlos sensacionalistas, como por ejemplo en la presentación de El Ladrón de Cadáveres, cuando contrataron a seis hombres para ir por las calles vistiendo enormes tablas de sándwich en forma de ataúd y calaveras.

Era tan buena persona que en su retiro definitivo a la isla de Samoa, donde vivió sus últimos años y donde murió, los nativos le llamaban afectuosamente «cuentacuentos» en su idioma («tusitala»). Hasta le «regaló» su cumpleaños a la hija del comisionado de Estados Unidos en Samoa porque su aniversario era el día de Navidad y no le gustó que tuviera un día especial menos que el resto de los niños.

En defensa de los ociosos

En una carta en 1891 escribió: «He transferido, y por la presente transfiero a (...) todos y la totalidad de mis derechos y privilegios en el 13 de noviembre, anteriormente mi cumpleaños, ahora, por la presente, y en adelante, el cumpleaños de (...) para tener, sostener, ejercitar y disfrutar del mismo de la manera acostumbrada, luciendo ropa fina, comiendo ricas carnes y recibo de regalos, cumplidos y copias de versos, a la manera de nuestros antepasados». Por estas y otras razones, Robert Louis Stevenson fue uno de los más grandes y queridos escritores de siempre. Y sigue siéndolo.

El espíritu de todos sus cuentos transmite el encanto que siempre dejó traslucir una personalidad a la que la enfermedad constante no marchitó. Baste una pequeñísima y sencilla reflexión de su ingente y variada obra para ilustrarlo en, por ejemplo, su breve y hermoso ensayo, un canto a la vida verdadera, En Defensa de los Ociosos: «El que falta a clase tampoco tiene que estar todo el día callejeando (...) puede echarse cerca de unos lilos, junto a un arroyo (...) y entregarse a grandes pensamientos (...) Si esto no es educación, ¿qué es?».