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Conversando con el pintor de batallas

Augusto Ferrer Dalmau: «Cuando yo tenía 18 años nadie hablaba de la Guerra Civil, a ninguno nos importaba»

El «pintor de batallas», recién nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad CEU San Pablo, reflexiona en El Debate sobre la necesidad de la imagen para entender la historia y sobre la sinrazón del revisionismo histórico

Su mayor objetivo es «captar el sufrimiento de quienes padecen las guerras: los soldados y los civiles». Para ello se embarca en aventuras y se empotra con unidades para acompañar a los soldados españoles en sus misiones. Su proceso de documentación puede llevarle meses, y se rodea de los grandes expertos en cada uno de los temas que aborda.

Augusto Ferrer-Dalmau (Barcelona, 1964) es un pintor español de estilo realista y academicista, especializado en pintura de historia y de batallas que retrata en muchos casos diversos aspectos y épocas de las Fuerzas Armadas de España con gran naturalismo y atención al detalle. Tras crear la Fundación Arte e Historia Ferrer-Dalmau, imparte un máster sobre Pintura Histórica y continúa con su importantísima labor: arrojar luz sobre los pasajes más importantes de la historia.

–¿Qué supuso para usted ser nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad CEU San Pablo?

–Para mí es casa. Y es un gran honor que una universidad como el CEU, con su prestigio, con nuestra historia de colaboración y con la relación que tiene con el mundo del arte, es lo máximo: he tocado techo.

–Destacan «sus extraordinarios méritos acreditados en el ámbito de la historia del arte». ¿Qué opina usted de sus extraordinarios méritos?

–Uno no piensa en sí mismo en esos términos, pero estoy feliz porque como la mía es una carrera que empezó desde abajo, muy poquito a poquito, peldaño a peldaño, no te das cuenta y no miras atrás. Ahora he podido mirar atrás y darme cuenta de que sí que he avanzado, pero es algo que no te viene de golpe. Así que no cambias, no te afecta, no hay vértigo.

–En esa vista atrás que ha hecho sobre su carrera, ¿se sorprende del lugar en el que se encuentra ahora?

–Parece mentira que pintando caballería inicialmente, esta se haya convertido en un fenómeno de la pintura histórica y que incluso esté dando másteres, impartiendo clases y dando charlas. He pasado bien el examen del tiempo.

Ferrer-Dalmau en El Debate

–¿Nació siguiendo una pasión o había intención de llenar un «nicho» en el mundo del arte?

–Jamás, jamás pensé que fuera un nicho de mercado. Lo hice porque me apasionaba. Yo vivía de la pintura clásica, de hacer paisajes urbanos, pintura comercial. Pero me apetecía pintar lo que de verdad me apasiona, la historia. Realmente, todo comenzó pensando en mis amigos: les propuse hacer una exposición de temas de caballería y carlistas en la que nos juntáramos todos, charláramos y cantáramos. Pero tras aquellos inicios descubrí que realmente había una demanda, que había una necesidad, y que a la gente le gustaba. Así que decidí apostarlo todo.

–Además de ese punto celebratorio, ¿hay también una necesidad didáctica en la pintura histórico-militar?

–Efectivamente. Cuando empezaba me encontré que había muchísima literatura histórica, pero no había imágenes. Y quise crearlas a partir de lo que sabíamos y de lo que habíamos estudiado. Cuando yo estudiaba los tercios, la única imagen de la que disponía era el cuadro de Velázquez de «Las Lanzas» (La rendición de Breda). Detecté esa necesidad, incluso en mí mismo, y entonces vi que el público quería imágenes de lo que estudiaba o leía. Y el siguiente paso fue que los amantes de la historia estaban dispuestos también a pagar por tener una ventana a la historia en sus casas.

–Algunas de sus obras tratan de grandes gestas históricas, pero otras se centran en pequeños detalles, en la cotidianeidad de la vida.

–Hay muchas pequeñas historias dentro de la gran Historia, que son grandes historias en realidad, pero que no tienen la difusión o la fama de otras muchas batallas o hechos históricos. Sin embargo, su importancia es determinante. Me gusta recordar a los hombres y mujeres en su día a día, y también a todos los que murieron y sufrieron pero eran civiles en lugar de militares. Porque las guerras y las batallas también se libran fuera del frente, y quería dejar constancia de ello y rendirles homenaje.

–¿Ha descubierto pintando la grandeza del espíritu español?

–Me emocionó pintar a Martín Álvarez, que luchó para defender la bandera de España; un personaje quizás algo conocido en el ámbito marino, pero que el resto no sabe quién es. Entonces pintar, ese es ese guardia aguantando a la bandera defendiéndola. Hay tantos como este episodio que dice soy uno más y me da encontrar que me he encontrado, que estamos llenos. Hay que pintar muchísimo para poder enseñar.

El cuadro de Martín Álvarez pintado por Augusto Ferrer-Dalmau

–Usted mismo se ha embarcado con el Ministerio de Defensa en algunas misiones...

–Así es, me he empotrado con las unidades para pintar a los soldados durante las misiones. Después les he donado esos cuadros, porque son una obra conjunta. Quería dar a conocer la misión desde un punto de vista artístico, y quizá es una imagen más amable, pero me encanta: siempre que puedo, me apunto. Ahora, si todo sale bien, me vuelvo otra vez a una de estas aventuras.

–¿A qué lugares le han llevado sus pinceles?

–He estado en dos veces en Afganistán, también he ido a Irak, Mali, Líbano, Siria e Irán. No sé si me dejo alguno... Mi próximo viaje es a Somalia.

–Pero en las misiones no no puede pintar batallas...

–Pinto el trabajo de nuestros muchachos y plasmo el valor de la misión. No me he encontrado en ninguna batalla hasta el momento, pero sé que las hay.

–Ha puesto en marcha también el máster de Pintura Histórica en colaboración con la Universidad Nebrija. ¿Cómo avanza?

–Tenemos alumnos de distintos países, y ha sido difícil la selección, porque tenían que tener un nivel avanzado de pintura. Hay muchos licenciados en Bellas Artes, pero si vienen de nuevas no siguen el ritmo. Incluso tengo un alumno iraní.

–Con su conocimiento tanto histórico como de la situación presente, ¿qué destacaría de las Fuerzas Armadas españolas, cómo es el soldado español?

–Quiero ser objetivo, porque si lo pienso con el corazón, puedo decir que el español es de los mejores soldados del mundo. Pero es que además es objetivo: cómo trabaja, cómo se dedica a su tarea, su esfuerzo, su coraje, su valentía. Me consta porque he estado en misiones de otros países y el español tiene muy buena fama: lo quieren a su lado. Es un símbolo de seguridad. Saben que el español siempre va a responder.

El español es de los mejore soldados del mundo por su trabajo, su esfuerzo, su coraje y su valentía

–Es sobrino bisnieto del periodista e historiador carlista Melchor Ferrer-Dalmau. Su vocación por la historia le llevó a pintar esta temática y escribir el libro El Pintor de Batallas. ¿De qué otra manera le influyó?

–Él escribió el libro Historia del Tradicionalismo Español, que explica el carlismo. Es de hecho la enciclopedia del carlismo; es como el Cossío de los toreros. Y en casa siempre le hemos leído y seguido. Era una estrella, periodista y escritor revolucionario para su época, y su figura ha trascendido. De él me viene mi gran ramalazo carlista.

Historia frente a revisionismo histórico

–¿Qué opina del revisionismo histórico, de esta forma de mirar la historia con las gafas del presente, que muchas veces son las gafas de la ideología?

–La historia no se puede mirar con los ojos del presente. Es imposible. No podemos pensar en la mentalidad de un hombre del siglo XVII y compararla con la de uno del siglo XXI. Pensamos diferente, comemos diferente, tenemos otra visión de las cosas. Si nos vamos más atrás, intentar explicar al Homo Sapiens con la mentalidad de hoy en día es un auténtico disparate. ¡Comían carne humana! Intentar imponer, extrapolar la historia del pasado a la actual no tiene sentido.

–Sin embargo, es algo muy actual gracias a la Ley de Memoria Democrática...

–Cuando yo tenía 18 años nadie hablaba de la Guerra Civil, a ninguno nos importaba lo que pasó o lo que hicieron nuestros abuelos. Porque que no se nos olvide: esta es la guerra de mis abuelos. El Nodo para nosotros era ya muy antiguo. Cuando veo que mi hijo habla de la Guerra Civil como si fuese ayer, me preocupo. Ya pasó, ya es historia: esos señores hicieron su guerra, que no tiene nada que ver el presente, y por lo tanto no tiene sentido el revisionismo. Yo no sé cuál es el camino, hay que ver qué quieren conseguir con todo esto, pero creo que hay cosas más importantes que solucionar.

El pintor de batallas

–¿Cómo es su proceso a la hora de pintar un cuadro? ¿Cuánto tiempo dedica a la documentación?

–Ya me lo encarguen o decida yo pintarlo, lo primero es documentarme. Creo que hoy por hoy dedico más del 50 % del tiempo a plantear el cuadro y documentarme. Es lo que más me cuesta de todo; es un trabajo muy duro. Después, una vez hecho el planteamiento de la batalla o hecho histórico, pintar es lo rápido. Para mí la gran dificultad está en la documentación.

El pintor Augusto Ferrer-Dalmau y el académico Arturo Pérez-Reverte, en la inauguración de la Fundación Arte e HistoriaPaula Argüelles

–¿Puede invertir meses en una misma pintura?

–Ahora estoy inmerso en un cuadro de Covadonga. Llevo ya con él más de un mes y aún no he empezado a pintar. Estoy en fase documental, con bosquejo, y cuando empiece a pintar será un cuadro de dos meses... O sea que me va a llevar muchos muchos meses, sí.

–¿Se rodea de expertos en cada tema que aborda?

–Por ejemplo, con Covadonga he tirado de Yeyo Balbás, un historiador especialista en el tema. Tengo que intentar, por lo menos, que el cuadro y todo lo que contiene reflejen fielmente su época, desde un casco a una espada. Los detalles lo hacen más creíble. Y así me llevo muchos desengaños muchas veces, porque yo tengo una estética en la cabeza con cotas de malla, tipo cruzadas, y me encontré con que eran poco menos que bárbaros. Y no sólo me pasa a mí: ha quienes me dicen que se lo imaginaban distinto, como la conquista de América, que sigue la estética de la Reconquista. Esta es la parte política de la documentación: hacer una fotografía del pasado.

–Y también hay personajes ilustres, como Pérez-Reverte, por ejemplo, que le ayuda con la historia naval.

–Naval y de todo tipo: me ayuda mucho. A veces le pregunto cómo enfocar un determinado trabajo. Vemos películas juntos, me da ideas... Compartir el proyecto con alguien así es muy interesante (y muy divertido).

Pérez-Reverte me ayuda con la historia naval y en general. Vemos películas juntos, me da ideas...

–Respecto a su otro gran proyecto, la Fundación Arte Historia, ¿cómo avanza?

–Estamos muy, muy contentos e ilusionados porque va como un tiro. Ahora, con el máster estamos trabajando mucho. He creado un buen grupo de estudiantes muy entregados y empiezo a ver claro el final del camino; es decir, la idea inicial de crear escuela y que puedan continuar mi labor. Cada día que pasa lo veo más claro. La ilusión va en aumento.

–¿Su objetivo es que puedan continuar con su legado?

–La idea es que pinten la historia. A todos ellos les gusta la historia, les gusta pintar clásico, y el objetivo es tener más artistas que puedan pintar episodios de la historia. Da igual la época, da igual el momento. Todos tenemos fecha de caducidad, y yo no soy menos: quiero dejar ese legado, que no sólo consiste en formarles para la pintura histórica, sino también en promocionarles. No sirve de nada enseñarles a pintar si no están en el mercado.

–Además de la formación técnico-artística, ¿hay formación histórica?

–Por supuesto. Y hay una asignatura de documentación, para mí una de las más importantes. También hay Historia de la pintura, donde se estudian otros artistas, cómo enfocar un cuadro histórico... Esa es la verdadera formación, porque ellos ya tienen bases de pintura. Yo les enseño a plantear un cuadro, cómo enfocarlo, cómo documentarse y hacer que el cuadro sea creíble.

–¿En qué nueva pintura está trabajando, más allá del cuadro de Covadonga?

–Me ocupa todo mi tiempo, porque es un cuadro muy complicado. Y tengo que andar con cuidado porque hay controversia. Algunos defienden que no existió esa batalla. Lo que tengo claro es que no fue una gran batalla: fue una emboscada donde se produjo una emboscada, y eso trascendió. Pero quizá se ha exagerado la trascendencia de Covadonga... sea como sea, yo pienso pintarlo.