Entrevista
José Ruiz Muñoz, sobrino de Curro Romero: «Te miran y quieren ver a Curro y eso es imposible»
Torero de arte como su tío, al que ha visto sin cesar en vídeos gastados de tanto ponerlos, el antiguo novillero de éxito, hoy matador joven, espera la llamada de Sevilla para presentarse al mundo
José Ruiz Muñoz (1995, Puerto Real, Cádiz) tiene a su favor y en su contra, aunque no esté del todo bien decirlo (pero haya que decirlo), ser sobrino-nieto de Curro Romero. Esto y la forma de coger el capote puede que sean las únicas semejanzas entre ambos, lo cual, aunque (y ya es la última adversativa de la «tarde») pueda parecer negativo, es en cambio señal de personalidad de quien se empapa de lo viejo y se lo queda haciéndolo nuevo, que es lo que hacen los genios.
Su historia, la de un torero español, siendo suya y solo suya, es un compendio casi único de todo lo bello de la profesión. La ascendencia y la llamada primero (como La Llamada de lo Salvaje de Jack London), el relumbrón de la juventud de los que tienen algo dentro, y luego el figurar del joven novillero que se adentra en el bosque del toreo y un día se pierde sin saber quién es, y por perder pierde hasta el sentido y el alma y cae por un largo precipicio que José volvió a subir con el corazón porque no quería hacer otra cosa: volver al bosque, llegar a los claros de las plazas y empezar de nuevo y sufrir y llorar, de alegría y de pena, y sentir que se es torero.
José Ruiz Muñoz lo es porque lo tiene todo para serlo, no solo el arte o el valor, sino hasta el relato literario al que solo, como si fuera poco, le falta el final feliz (una tarde, un detalle, una sensación, una lágrima) que podría comenzar en la próxima feria de abril de Sevilla para poner su historia sobre el estante de una librería después de haberla escrito sobre la arena.
–¿Cómo empezó su afición?
–Mis padres no han sigo grandes aficionados de acudir mucho a las plazas. Pero sí es verdad que en casa había fotos y cuadros de mi tío, que desde el principio siempre me llamaron mucho la atención. Unos niños ven dibujos y yo veía toros.
–¿Y qué es lo que le llamaba la atención y qué es lo que finalmente le llamó?
–Pues aparte de lo que era capaz de hacerle a uno un animal violento y agresivo como es el toro, cómo reaccionaba el público antes. Yo veía vídeos de mi tío y de otros toreros de los 70 y de los 80 y veía la pasión de esos tendidos. Y lo que me llamó fue el día que vi a un compañero debutar en Chiclana. Yo tenía 13 años y fue enorme la emoción que me transmitió y me dije: «Yo quiero hacer esto». Esa fue la llamada.
–Hay algo en usted de torero antiguo. ¿Se siente identificado con esta apreciación?
–Yo me considero un torero muy transparente. Casi se puede ver mi alma en el ruedo, y eso puede llegar a ser un arma de doble filo. Pero sí, se asemeja mucho mi estilo al de los toreros antiguos. Yo me crie viéndolos en vídeo. Ahora la parte artística se ha quedado un poco más apartada, aunque por supuesto tenemos grandiosos toreros artistas como el maestro Morante.
–Cuénteme, a grandes rasgos, imaginando que esto fuera posible, cómo ha sido su trayectoria.
–Tuve años, los primeros como novillero, con mucho ambiente. Y luego vino un parón muy grande. Estuve dos años sin torear y poco a poco tuve que ir remontando una carrera que parecía ya terminada, hasta hace dos temporadas que pude hacer un gran número de novilladas. Me pude preparar y volver a coger ese sitio que buscaba y tomar la alternativa a final de año.
–¿A qué se debió ese gran parón?
–Pues todo se desencadenó una tarde en Madrid en que no estuve nada bien. Aquello me hizo replanteármelo todo. Dejé a mi apoderado y me volví a Chiclana. Yo vivía en Madrid y quise empezar de cero. Quería volver a recuperar la ilusión que tenía de niño. Como en todas las profesiones había que estar fuerte anímicamente y yo no lo estaba. Lo que ocurrió es que cuando quise volver las puertas estaban cerradas. He pasado cuatro años volviendo a creer en mí, preparándome. Hasta hoy, que poco a poco se han ido abriendo las puertas.
Imaginé tantas veces la tarde de mi alternativa que cuando llegó lo vi natural
–¿Cómo se puede llegar a dar el aldabonazo?
–Con ambición y con muchas ganas de seguir creciendo como torero y sobre todo con oportunidades en plazas importantes para poder cambiar la trayectoria profesional. Se tienen que dar muchos factores. Como torero estar en un momento bueno y que aparezca esa oportunidad, por ejemplo en una plaza como Sevilla.
–¿Cuál es la principal diferencia entre ser novillero y matador?
–Cuando eres novillero estás en una lucha constante con compañeros que quieren ser toreros y aprietan mucho. Como matador, cuando te mides a un hombre con diez o quince años de alternativa eso impone y parece una pared imposible de escalar, imposible de estar a la altura. Y luego claramente el toro, porque con un año más piensa más, su carácter es más marcado y todo se tiene que hacer con mayor perfección técnica.
–¿Cómo recuerda la tarde de su alternativa con Manzanares y Roca Rey en Requena?
–Pues como la tarde más importante de mi carrera. Pero lo llevé con naturalidad. Yo creo que fue debido a que desde pequeñito uno cuando entrena se imagina ese momento y yo lo imaginé tantas veces que cuando llegó lo vi natural. Tuve hasta la suerte de disfrutarlo. Ha sido una de las tardes que más relajado he estado y la más importante en mi corta trayectoria.
–¿Le ha beneficiado o le ha perjudicado ser sobrino-nieto de Curro Romero?
–Personalmente me ha beneficiado a la hora de poder estar cerca de un mito vivo del toreo. De poder enriquecerme con tantas conversaciones. Luego de cara a los profesionales o la afición me ha pesado mucho. Te miran y quieren ver a Curro y eso es imposible. Ha habido veces que me ha costado llevarlo, pero en conclusión me ha servido mucho.
–Aparte de su tío, ¿tiene algún referente actual?
–Como aficionado me gusta ver a todo tipo de toreros porque se aprenden muchos matices y también se ve cómo están delante del toro dependiendo de sus características. A mí siempre me han gustado los toreros antiguos como el maestro Antoñete o José María Manzanares padre y actualmente José Antonio Morante de la Puebla, que es una enciclopedia viva del toreo.
–Recordaba el otro día la faena en Madrid de Julio Aparicio en el 94. Fue tan impresionante la comunión entre toro y torero que Aparicio realizó aquella faena llorando de emoción desde el principio hasta el final. ¿Alguna vez ha sentido algo parecido?
–Esos momentos son los que te regala el toreo. Son pocos los momentos en que eso pasa, pero a veces sucede hasta toreando de salón, y es raro, y se siente uno raro, porque nosotros entrenamos todos los días, pero hay veces, y no sabes por qué, que eso cobra el sentido completo. Y te emocionas entrenando o se te ponen los pelos de punta, unas veces entrenando con una becerra muy chica y otras veces tienes la suerte de que te pase en la plaza. En mi caso me habrá pasado tres o cuatro veces, y la última fue el día de la alternativa, con el segundo toro de Núñez del Cuvillo, que terminaba las tandas y no sabía ni dónde estaba ni quería saberlo.
–Aparte de su familia y sus amigos, ¿hay alguien especial en su carrera y en su vida que le apoye y le guíe?
–Sí, hay una persona clave en mi carrera desde aquel toro de Madrid del que le he hablado y es Miguel Aranguren (escritor). Miguel ha sido fundamental. Es un gran amigo mío, es muy buen aficionado y en mi carrera es mi mejor apoyo y sin él no hubiera alcanzado el lugar en el que estoy ahora.
Ahora mismo lo único que tengo en la mente es presentarme como matador de toros en Sevilla
–¿Dónde vive ahora?
–Ahora estoy viviendo en la Puebla del Río. Hay muchos profesionales, mucho ambiente para entrenar. Entrenamos con muchos banderilleros y matadores y la verdad es que es un pueblecito con mucho encanto cerca de Sevilla y cerca del campo también.
–¿Cuáles son sus objetivos para la nueva temporada?
–Ahora mismo lo único que tengo en la mente es presentarme como matador de toros en Sevilla. Hay momentos en la vida de uno que son trascendentales y ahora mismo estoy en ese punto en que necesito esa oportunidad en Sevilla porque me siento preparado y porque creo que el momento ha llegado después de tantos años luchando.
–¿Espera esa llamada?
–Vivo con esa ilusión. Depende de la empresa, que es quien decide quién torea. Por mi parte les he mostrado mi deseo de torear. Ahora estarán haciendo toda clase gestiones y espero que me den una noticia buena. A ver si es para Reyes.
–Y puestos a soñar, ¿adónde le gustaría llegar?
–Mi objetivo principal es el mismo por el que empecé: lograr hacer disfrutar a la gente. En la sociedad en la que vivimos, con la cantidad de problemas que hay, una de las cosas más bonitas es que la gente se gaste el dinero para ir a la plaza esas dos horas y uno allí sea capaz de hacerle olvidar a esa persona sus preocupaciones por un rato. Me gustaría hacerlo muchas tardes por temporada y para eso hay que llegar a las plazas y demostrar quién es uno. Eso me gustaría, mostrar que soy un gran torero, ganarme el respeto de todos los profesionales y tener la oportunidad cada tarde de mostrar al público lo que siento.