En mitad de la crisis política, un recorrido arquitectónico por Brasilia, el gran legado de Oscar Niemeyer
En la actualidad, Brasil vive una crisis que desencadenó una intentona golpista en Brasilia. Pero en 1960 nacía la nueva capital del país, un proyecto utópico de ciudad igualitaria construida por el sueño creativo de un arquitecto único
El asalto al Congreso de Brasil ha supuesto una revolución a nivel institucional y geopolítico. También nos ha hecho ver Brasilia, la capital del país, con ojos nuevos: la obra de Oscar Niemeyer se ha visto arrollada por cientos de manifestantes. Nacido en Río de Janeiro en 1907, este arquitecto seguidor de Le Corbusier recibió a los 53 años un encargo que cambiaría su vida.
El 21 de abril de 1960, el entonces presidente de Brasil, Juscelino Kubitschek, proclamaba oficialmente la fundación de la nueva capital federal del país, Brasilia. Se hacía así realidad una idea largamente madurada, ya que la intención de trasladar la capital al interior con el objetivo de ayudar a poblar esa zona del país ya figuraba desde el mismo nacimiento de la república a comienzos del siglo XIX.
Pero no era solo una cuestión demográfica o política: Brasilia surgió también como un experimento utópico, una ciudad que pretendía eliminar las clases sociales, siguiendo las ideas socialistas del propio Kubitschek y del equipo de expertos al que encargó el proyecto. Y como en el mensaje también importa la forma, Brasilia se convertiría en una capital de referencia desde el punto de vista arquitectónico, con un diseño pensado en niveles y encumbrando el poder política en sus tres vertientes (ejecutivo, legislativo y judicial) como centro de la vida ciudadana.
Lúcio Costa ganó el concurso para hacerse cargo del urbanismo y la planificación general porque prevaleció la opinión de su antiguo alumno, Oscar Niemeyer. Este, amigo personal del presidente Kubischek, gozó de libertad absoluta para dar forma, función y contenido a los edificios institucionales, conjugando su funcionalidad con la monumentalidad exigida a la nueva capital. Finalmente, Roberto Burle Max fue escogido como diseñador del paisaje.
Brasilia fue una ciudad erigida en tierra de nadie, en plena meseta central, de difícil acceso y alejada de cualquier otro núcleo urbano. Sin embargo, la ciudad se erigió en tres años, convirtiéndose en un símbolo del desarrollo de la ciudad y alojando los sueños de sus ideólogos en tiempo récord. El objetivo era estimular la ocupación del interior de Brasil, que hasta entonces se concentraba en la costa, y de tener una capital más protegida de eventuales ataques o revoluciones.
También tenía una carga política: Kubitschek, que había sido elegido después de una crisis política que dividió el país, convirtió a Brasilia en un símbolo de unidad nacional. Quería que fuera una capital situada en el centro que finalmente conectara a todas las regiones del país, que mirara hacia el futuro y dejara atrás el legado colonial de Salvador de Bahía y Río de Janeiro, las antiguas capitales.
Una de las mayores curiosidades de la ciudad, que venía a resaltar su carácter urbano y avanzado a su tiempo, fue su diseño urbano en forma de avión, con el Eje Monumental a modo de cabina de fuselaje rematado por la Plaza de los Tres Poderes como si se tratara de la cabina de los pilotos, y el resto de la trama urbana desplegándose a ambos lados en forma de alas. La planificación del Plano Piloto incorporó las ideas racionalistas y funcionalistas de la arquitectura moderna, muchas inspiradas en Le Corbusier, sobre cómo debía ser una urbe. En concreto, esta tenía que organizarse en distintas zonas según el uso que sus habitantes le iban a dar: vivir, circular, trabajar y entretenerse.
Aunque la ciudad se pensó para acoger a medio millón de habitantes, Brasilia no ha podido escapar a los problemas de la masificación de las grandes ciudades ya que en la actualidad acoge, entre la propia ciudad y los barrios periféricos, a más de tres millones de habitantes. A pesar de su extensión, continúa siendo un monumento a un urbanismo centrado en la persona y un testimonio del inmenso genio creativo de Oscar Niemeyer.
A finales de los 80, el Plano Piloto fue declarado Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad por la UNESCO –la única ciudad construida durante el siglo XX con esa mención– y se convirtió en un símbolo de la arquitectura moderna a nivel mundial. En consecuencia, Brasilia no se puede transformar para adaptarse a los nuevos tiempos ni a las demandas de sus habitantes: la ciudad proyectada por Costa y Niemeyer deja de ser una ciudad para convertirse en un monumento histórico.
Un genio, a través de sus edificios
La Catedral Metropolitana Nossa Senhora Aparecida, más conocida como la Catedral de Brasilia, es uno de los grandes referentes de la arquitectura de Niemeyer. El proyecto estructural es del ingeniero Joaquim Cardozo, y el edificio consta de una estructura hiperboloide que no se concluyó hasta mayo de 1970, además de cuatro estatuas que representan a los evangelistas, el baptisterio ovoide, las campanas (cedidas por España), la torre y más de dos mil metros cuadrados de vitrales.
Otro de los edificios más característicos de Brasilia es la Sede del Congreso Nacional, con las semiesferas destinadas al senado y la cámara de diputados flanqueando dos torres de oficinas. El edificio está compuesto por distintos volúmenes: una base horizontal –cuya losa de cubierta está en una cota similar a la explanada de los Ministerios–, por encima de la cual se elevan los volúmenes del Senado y la Cámara de los Diputados y dos bloques de 27 plantas donde están los gabinetes de los políticos, uno para los senadores y otro para los diputados. La construcción se asemeja al edificio que Niemeyer había diseñado junto con el equipo que creó la sede de las Naciones Unidas en Nueva York (1947). La torre ubicada al este está aislada de la base y separada de la plaza de los Tres Poderes por un gran espejo de agua.
La base horizontal, en los extremos norte y sur, toca graciosamente en las cuatro puntas el perímetro de las avenidas laterales, dándole sutileza al volumen. En el extremo este, la base se apoya en pilares de sección circular y una rampa doble define el acceso principal. El Senado, una cúpula sin aberturas, está ubicado al norte. Al sur está la Cámara de los Diputados, con forma de cúpula invertida.
Otra de las grandes obras arquitectónicas de Niemeyer es el Palácio da Alvorada o palacio del amanecer, que constituye la residencia oficial del presidente de Brasil. Se alza en una península sobre la orilla del lago Paranoá. Niemeyer realizó el proyecto de la residencia presidencial y Juscelino Kubitschek, presidente de la época, rechazó el primer diseño debido a «su falta de monumentalidad»: quería un palacio que en cien años aún fuera admirado. Niemeyer y Darcy Amora Pinto hicieron un nuevo plan y luego construyeron el Palacio. El presidente eligió el nombre de Alvorada (aurora): «¡Qué es Brasilia, sino la aurora de un nuevo día para Brasil!», diría entonces.
El edificio tiene una superficie de 7.000 metros cuadrados y tres plantas: sótano, planta baja y segundo piso. En el sótano se encuentra el auditorio, cocina, lavandería, centro médico, y la administración del edificio. En la planta baja se encuentran las habitaciones utilizadas por la Presidencia para las recepciones oficiales. El segundo piso acoge la parte residencial del palacio, con cuatro suites, dos departamentos y otras habitaciones privadas. El edificio también cuenta con una biblioteca, una piscina olímpica climatizada, una sala de música, dos salas de comedor y varias salas de reuniones. Situado en los edificios adyacentes son la capilla y el helipuerto.
El Palácio do Planalto o palacio de la meseta es el lugar de trabajo oficial del presidente de la república. El palacio presidencial fue una característica importante del plan de Costa para la capital recién establecida. La idea de Niemeyer fue proyectar una imagen de sencillez y modernidad utilizando finas líneas y ondas para componer las columnas y estructuras exteriores. Las líneas longitudinales del palacio se mantienen por una secuencia de columnas cuyo diseño es una variación de las del Palácio da Alvorada, aunque dispuestas transversalmente al cuerpo del edificio.
La fachada del palacio también se compone de dos elementos fuertes: la rampa que conduce a la sala y el Parlatório (plataforma de altavoces), desde donde el presidente y los jefes de Estado extranjeros pueden dirigirse al público en la plaza de los Tres Poderes (Praça dos Três Poderes).
Las arcadas de hormigón del Palacio de Justicia alojan rítmicas cascadas. La fachada del edificio tiene arcos que son parecidos a los del Ministerio de Relaciones Exteriores, pero además tiene cascadas de cemento, un jardín acuático compuesto por plantas tropicales de la Amazonía y un espejo de agua creado por el paisajista Burle Marx, además del jardín de invierno en el tercer piso. El Palacio está marcado por la geometría rectangular y prismática, así como por la estructura externa que caracteriza su fachada.
Además de estos, Niemeyer diseñó decenas de edificios emblemáticos de la ciudad, como el palacio de Itamaraty, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores; la sede del Tribunal Federal supremo, y todos los edificios de los ministerios.
La ciudad tiene, en cada una de sus tres zonas (o niveles), una función específica: residencial, oficial y comercial. En la ancha avenida, de más de 200 metros, que atraviesa la ciudad de norte a sur, se construyeron edificios de apartamentos en forma de arco con viviendas, tiendas y un instituto de enseñanza primaria.
La avenida Monumental, aún más ancha, se extiende de este a oeste y conduce a la Plaza de los Tres Poderes, donde se encuentran los edificios más importantes de la administración pública. Mientras que en el centro comercial y cultural de la ciudad se cruzan las dos avenidas citadas.
Muchos edificios de la ciudad son grandes construcciones de cristal y hormigón, de formas originales e imaginativas, en las que se refleja la influencia de Le Corbusier y son marca registrada de Niemeyer.