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Las esculturas del Monte Rushmore en las Colinas Negras

La destrucción del Monte Rushmore o por qué lo 'woke' es el Talibán de Occidente

Desde que Donald Trump celebró en el famoso monumento el 4 de julio de 2020, han aumentado los antiguos y salvajes impulsos para resignificarlo e incluso volarlo

La semana pasada Dusty Johnson, miembro republicano de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, presentó el proyecto de una ley de protección que prohíba el uso de fondos federales para cambiar, destruir o renombrar el Monumento Nacional del Monte Rushmore. La iniciativa que tiene como objetivo evitar un nuevo impulso de los activistas que apuntan al monumento esculpido en la roca granítica que representa los enormes rostros de los expresidentes George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln.

Las tribus indias son los originarios opositores y su argumento es que las caras fueron talladas en la tierra sagrada que les fue robada a los lakota durante la colonización, luego de que se descubriera oro en las Colinas Negras.

«La mirada de agravio»

«Los Estados Unidos de América desean que todos seamos ciudadanos y una familia de su república, pero cuando se aburren de mirar esos rostros, nos quedamos mirando a los que abusaron de nosotros», escribió Harold Frazier, jefe de la tribu Sioux. «Somos los que vivimos bajo la mirada de quienes nos han agraviado mientras otros tienen el privilegio de mirar hacia otro lado y seguir adelante, nosotros no podemos», dijo durante la visita de Trump al lugar en 2020 para la celebración del 4 de julio, Día de la Independencia de Estados Unidos.

Julian Bear Runner (Oso Corredor), jefe de los sioux Oglala, fue más allá abogando por que se derribara el monumento. Curiosamente, la polémica surgida de repente por la presencia de Trump se disipó tras su salida de la Casa Blanca, aunque volvió a crearse desde que el año pasado el exjugador de la NBA, Jalen Rose, pidió que se cambiara el nombre del monumento por encontrarse en «una tierra que fue robada».

A pesar de reconocer los republicanos promotores del proyecto de ley que «la historia de nuestra nación no está exenta de fallas», Johnson aseguró que «no hay duda de que los rostros del Monte Rushmore representan la democracia, la libertad y la gran historia estadounidense. Quitar o cambiar de nombre el Monte Rushmore no cambiará el pasado y no nos hará avanzar como país. Debemos proteger el Monte Rushmore para las generaciones venideras».

Un relato distinto, pero con evidentes paralelismos con el Valle de los Caídos y la amenaza constante de demolición que promovió y promueve Podemos, con antaño Pablo Iglesias a la cabeza (el historiador Paul Preston, nada sospechoso de republicanismo estadounidense, dijo que «En España hay gente que confunde olvido con reconciliación y memoria con venganza»), quien quería reutilizar los materiales volados para construir otro monumento. Solo palabras al fin, o hasta el momento, tras la «resignificación» del Valle, luego de la aprobación de la Ley de Memoria Democrática, por la que el enclave ahora se llama oficialmente Valle de Cuelgamuros.

La misma pretensión que persigue en el Monte Rushmore el exbaloncestista Jalen Rose y tantos otros y el mismo principio de quienes vandalizan la historia por toda América o lograron vandalizarla sin solución en Afganistán: los Talibán que destruyeron los Budas de Bamiyán y otros tesoros tratando de reescribir la historia a través de la salvaje y terrible destrucción de los monumentos (una brutal cancelación física) que inevitablemente ya se construyeron y conforman aquella: la amenaza, no hace mucho tiempo impensable, que se cierne sobre Occidente.