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Miguel Ángel Quintana Paz y Alejandro Rodríguez de la Peña, en el coloquio de la Fundación DisensoFundación Disenso

Quintana Paz apunta «al debilitamiento del cristianismo y a la expansión del islam y lo 'woke'» como amenazas a la Cristiandad

Coloquio en la Fundación Disenso del filósofo con profesores de la Universidad CEU San Pablo acerca de la civilización cristiana, su evolución y la necesidad de mantenerla

¿Se ha acabado la Cristiandad? Esta pregunta es el título de un informe de la Fundación Disenso que ha corrido a cargo del filósofo Miguel Ángel Quintana Paz, director académico y profesor del ISSEP Madrid. Una clave para hallar la respuesta aparece al final del documento homónimo, cuando el autor muestra su reconocimiento a Elio Gallego, catedrático en la Universidad CEU San Pablo, y a Fernando Nistal, secretario académico del Centro de Estudios, Formación y Análisis Social (CEFAS) de la misma institución docente. El motivo de este agradecimiento enlaza con el origen mismo del informe «¿Se ha acabado la Cristiandad?». Porque Quintana Paz les agradece la oportunidad de haber participado en el Congreso Internacional «Hacia una renovación cristiana de Europa» –que hace un año organizó el CEFAS–, en el cual pudo conocer a Chantal Delsol, «figura clave» del informe, y charlar con ella. En este apartado de agradecimientos, el autor también añade, entre otros nombres, el de monseñor José Ignacio Munilla, obispo de Orihuela-Alicante.

«La cristiandad es aún posible»

Para presentar este informe, Quintana Paz ha mantenido un coloquio con Alejandro Rodríguez de la Peña, catedrático de Historia Medieval en la Universidad CEU San Pablo, ante un público en el que se encontraban, además de Elio Gallego y Fernando Nistal, figuras del ámbito intelectual o religioso como Isidro Catela Marcos, el escritor José María Marco, el diputado y catedrático Francisco José Contreras, o el reverendo Francisco J. Delgado, párroco en la diócesis de Toledo.

El documento señala, por una parte, que vivimos en el final –o eso parece–de una civilización que se había basado en los principios y valores cristianos. Una civilización que, no obstante, puede incluir –y, de hecho, ha incluido– a personas y comunidades de credos no cristianos. De esta manera, se distingue entre Cristiandad –la civilización occidental– y cristianismo– la religión, tal y como la viven y practican hoy millones de personas dentro y fuera de Europa–. Ante este panorama, según Quintana Paz, abundan dos actitudes, ambas parciales, pues sólo se quedan con una parte de la Cruz: la del cristiano «vertical» –quienes rehúyen defender esta civilización, porque la tarea se les antoja demasiado comprometedora, y prefieren acomodarse a entornos seguros y controlados– y la del cristiano «horizontal» –quienes se alegran de que el mundo deje de ser oficialmente cristiano, porque creen que así el cristianismo será más auténtico: in partibus infidelium–. En todo caso, el documento señala que toda cristiandad requiere de un mínimo de base social cristiana que viva su religión de manera honesta, aunque no necesariamente perfecta. La búsqueda de la plena pureza social no genera Cristiandad, sino utopías o distopías religiosas. Asimismo, «la cristiandad es aún posible, aunque maltrecha y amenazada». En respuesta a la pregunta inicial, Quintana Paz niega «la idea de que se haya acabado la Cristiandad».

Alejandro Rodríguez de la Peña y Miguel Ángel Quintana Paz en el coloquio de la Fundación DisensoFundación Disenso

Rodríguez de la Peña ensalza este documento, porque sirve «para reiniciar un debate sin presupuestos y con un estilo contundente». Advierte de que, a la hora de estudiar la Cristiandad, no se debe caer en anacronismos ni idealizar «épocas que nunca se han dado en la historia de modo puro». Cada modelo, en su opinión, se ha ido transmutando a lo largo del tiempo, de modo que ha presentado a veces «unos parámetros pero no otros». En este sentido, habla de varios «velos católicos» –idealizaciones– como «el velo decimonónico, el velo tridentino y el velo gregoriano». Estos conceptos aparecen en el documento de Disenso.

Quintana Paz comenta, para empezar, el «problema terminológico» que, para algunos, puede suponer el confusionismo entre cristianismo –la religión– y cristiandad –civilización inspirada en la religión, pero que no obliga a profesarla–, y alude al libro La fin de la Chrétienté (2021), de Chantal Delsol. Según la tesis de esta pensadora francesa, ha terminado el cristianismo y empieza el neopaganismo. En opinión de Quintana Paz –que no admite el final de la Cristiandad–, este fenómeno se debe al debilitamiento propio del cristianismo y a la expansión de otras propuestas alternativas, como islam o lo woke.

El cristianismo ha sido fuente de la noción de dignidad y de libertad

En palabras de Quintana Paz, el cristianismo «no ha sido lo que dicen» sus adversarios, sino que «ha sido fuente de la noción de dignidad y de libertad». También destaca la aportación del profesor Rodríguez de la Peña y de sus libros, como Imperios de crueldad (Encuentro, 2022), «inspirador de ideas» para el documento «¿Se ha acabado la Cristiandad?». El autor coincide también en la llamada a evitar la idealización del pasado olvidando aspectos o enfocando otros de modo erróneo. Rodríguez de la Peña insiste en las visiones parciales de la Cristiandad dentro de corrientes que pretenden ser tradicionalistas, pero que están ancladas en momentos muy específicos, como Trento o la época gregoriana, mientras se produce un «descomunal olvido de la patrística». En este sentido, el catedrático del CEU defiende el planteamiento social, eclesial y político de san Agustín de Hipona. Y también se lamenta del desinterés hacia el lado bizantino y oriental del mundo cristino, «el otro pulmón».

En opinión de Rodríguez de la Peña, «es un gran drama» que la memoria histórica «se la hayamos regalado a la izquierda desde el siglo XIX». Lo explica con profundidad: se ha optado por «una historia selectiva, muy de glorias militares, y ¡cuidado con la violencia!». Por otra parte, señala que, tanto ad intra como ad extra, se aceptan premisas y reglas del juego hostiles al cristianismo. Al hilo de este argumento, ha comentado el interés de san Juan Pablo II por las raíces cristianas de Europa, y anota: «nos hemos quedado en la superficie», pues «no hay Europa sin cristiandad». En su defensa de la «memoria», comienza por los antepasados, la propia familia, saber cómo pensaban, cómo vivían su fe. Esta deficiencia genera que España sea un «país amnésico». De una manera más amplia, destaca que «no hay cultura clásica sin cristiandad; el legado clásico se nos ha transmitido por medio del cristianismo». Y da un paso más: «el humanismo cristiano es humanidades y humanitarismo: el fin de los sacrificios humanos, de los juegos gladiatorios, de la aceptación de la pederastia, del abandono de menores, infanticidios, esclavitud…». El concepto de dignidad humana como legado del cristianismo.

La primacía de la verdad

El conjunto de ideas que aparece tanto en el documento «¿Se ha acabado la Cristiandad?» como en el coloquio de los dos profesores es abundante. Uno de ellos atañe a la relación entre cristianismo y poder político, y entre comunidad cristiana y clero. Rodríguez de la Peña reivindica la labor de construcción de todo tipo de cristianos, e incluso opina que «los papas y obispos han pintado poquito, e incluso ha habido momentos en que han llegado a desempeñar un papel vergonzoso o irrelevante». Cristiandad, en consecuencia, no significa primacía de las Conferencias Episcopales ni del Vaticano. Por eso coincide con Quintana Paz en la necesidad de «desclericalizar» el cristianismo, y basarse, siguiendo a autores como Benedicto XVI, en la razón y la búsqueda de la verdad. Dentro del orden y las preferencias, ambos invitan a mirar la historia sin sesgos de un lado o de otro, sin «interiorizar la imagen represora de la Iglesia», y no asumiendo planteamientos que supongan una suerte de nacionalismo católico.

Rodríguez de la Peña critica la escasa involucración e incoherencia de las entidades cristianas hoy: «Casi no hay ninguna institución católica, ya sea colegios, universidades, etcétera, que de verdad se esté tomando en serio y aplicando lo que significa ser católico; si la mitad lo hicieran, la batalla estaría ganada y todo cambiaría».