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Pablo Ortiz y la ilustradora Andrea Reyes con su nuevo libro en la librería Ciento Volando, en Malasaña

Pablo Ortiz: «La mirada de asombro salva, ilumina inquietudes y revela una verdad que va más allá»

Poesía de la luz es una antología que rompe los esquemas de una sociedad deprimida y se centra en la «cultura de la luz», en los ojos de una mirada renovada que va descubriendo los pequeños y grandes momentos de la vida bajo la claridad

Frente a la poesía contemporánea, protagonizada por la desesperanza y la negatividad, los profesores y escritores Pablo Ortiz y Fernando Arredondo, junto con la ilustradora Andrea Reyes, han traído al mundo una antología poética centrada en la luz, la belleza, la trascendencia y la ilusión de la vida. Se trata de un soplo de aire fresco, un regalo que aúna en Poesía de la luz. Antología de autores en español ese deseado destello de esperanza gracias a un conjunto de varios poetas que van a contracorriente y desean mostrar, más que nada, el milagro de la vida.

Poesía de la luz. Antología de autores en español. Ediciones Valparaíso. 136 páginas. 12,95 euros

–¿Cómo surgió la idea del libro? ¿Por qué era necesaria esta antología?

–El libro nace del deseo de compartir una experiencia de vida: la de ser conscientes del milagro de la existencia y el asombro que nos produce la belleza de lo que nos rodea. Y, al mismo tiempo, el experimentar también que la tragedia no tiene la última palabra; que a pesar de los pesares, «la vida merece la pena y está llena de maravilla», como me dijo Eloy Sánchez Rosillo hace tiempo. Reconocer esto pasa por esa mirada primera, que te ha atravesado y que genera confianza después de observar lo milagroso.

Por tanto, no es una teoría literaria o filosófica bonita, sino que esta mirada de asombro salva, ilumina inquietudes y revela una verdad que va más allá. Esta experiencia también la tienen los autores de la antología. Con estas ideas, queríamos estudiar y mostrar cómo está presente en la poesía: la luz de la naturaleza, la luz como visión trascendental, la luz interior, la luz de las personas, la luz en lo cotidiano, en los momentos difíciles, y la que nos llega del firmamento.

Nosotros, por nuestra propia experiencia, reivindicamos que la vida no termina ahí (en la desesperanza), sino que la luz salva

–¿Puede estar relacionado con aportarle a la sociedad actual una muestra de esperanza?

–Sí, justo. Como decimos en el prólogo, en las últimas décadas observamos que la poesía y la literatura en general se centran en el fracaso y en el sinsentido existencial. Predomina una poesía de la desesperanza. La vida entendida como un valle de lágrimas. Pero nosotros, por nuestra propia experiencia, reivindicamos que la vida no termina ahí, sino que la luz salva. Ser consciente de esto es una experiencia de la que todos podemos ser partícipes y que consuela en los momentos de dificultad.

Ilustración de Andrea Reyes: desayuno sobre la mesa

–Los poemas vienen acompañados de una serie de ilustraciones realizadas por Andrea Reyes, además de la portada. ¿Cómo llegasteis a esta idea?

–Fue idea mía. Andrea y yo nos conocemos desde la universidad y siempre hemos estado en conexión porque compartimos esta forma de mirar el mundo. Su aportación era imprescindible porque, a través del arte, Andrea captura la profunda belleza de lo sencillo. Nos ha ayudado a transmitir la idea del libro con siete fantásticos dibujos.

–Andrea, las ilustraciones no son a color, sino en blanco y negro. ¿Por qué en la poesía de la luz el dibujo carece de color? ¿Cómo transmite la artista el concepto de luz entonces?

–La intención de incluir ilustraciones para acompañar los poemas ya suponía –aparte, por supuesto, de un honor para mí– un pequeño esfuerzo por parte de la editorial, ya que el sector ha sufrido un encarecimiento por la crisis actual. Así que la decisión conjunta de que fueran en blanco y negro me parece adecuada. De hecho, ha supuesto un reto más interesante porque, como bien dices, la luz sin colores es más difícil de representar. Una forma de encontrarla, por ejemplo, es jugar con las sombras (como en la ilustración del desayuno) o la intensidad de las líneas. Aunque no solamente la luz material era la que interesaba, sino sobre todo la simbólica.

Una de las ilustraciones de Andrea Reyes: pájaro posado sobre una rama de orquídeas

–En este sentido, en la portada aparece una mariposa que revolotea en torno a un espejo que refleja un paisaje natural. ¿Cuál es su significado?

–La mariposa es una metáfora de cómo los poemas, la propia poesía, la propia vida, siempre sale a tu encuentro. Incluso cuando no lo hace, cuando permanece como un árbol en su «estatismo», en su paisaje, de alguna forma es un estar activo, que vibra, que llama. El espejo actúa de una manera similar: la poesía refleja algo que ya está en nosotros, que ya somos. Y el fondo natural es un homenaje a la naturaleza, a la que el libro dedica su primer capítulo, y que es el origen de la luz.

–El libro está estructurado en cierta manera especial; los poemas y capítulos no han sido puestos al azar, sino que podemos decir que «cada cosa está en su sitio». ¿Podrías explicarnos esto? ¿Cuál es la causa o el significado de ello?

–Por lo general, las antologías ordenan sus poemas de manera cronológica o alfabética. En nuestro caso, no. Nuestro libro sigue una especie de hilo narrativo y se presenta como un viaje hacia la trascendencia, aunque la luz física y la metafísica se conjugaban continuamente a lo largo de la lectura. Es decir, como decía en otro momento, en seis capítulos hemos querido desarrollar un concepto de la luz en la poesía.

Nace del deseo de compartir una experiencia de vida: la de ser conscientes del milagro de la existencia y el asombro que nos produce la belleza

Así, todos los poemas tienen su sitio, desde el primero de Pedro Sevilla, que presenta el escenario y se pregunta por el origen de la luz, hasta el último de Jesús Montiel, que resume la idea del libro, encontrando en la última estrofa y versos el sentido de la vida. Asimismo, como verá el lector, los capítulos tienen una estructura interna. Nada está puesto al azar.

–¿Cuáles son los poemas o poetas que más cabría destacar del conjunto?

–Ninguno es más importante que otro. Todos son imprescindibles y tienen su función. Tan importantes son los que cité antes, Pedro Sevilla y Jesús Montiel, como el del «Niño», de Jorge Guillén, el primer ser que capta la idea, se sorprende de la realidad, juega y la celebra; los haikus de Susana Benet, bisagras entre la mañana y la tarde; o, por poner otro ejemplo, el de José Hierro, que celebra la dicha de estar vivo en la tragedia de la posguerra. Cada uno con su estilo y su singularidad son ingredientes clave del conjunto de la obra.

La tragedia no tiene la última palabra; a pesar de los pesares, 'la vida merece la pena y está llena de maravilla'

–Mirando al futuro… ¿tenéis algún proyecto del estilo en mente?

–Sí, Fernando Arredondo y yo nos sentimos como en casa en esta línea de investigación. Seguimos buscando poetas con esta mirada. Aquí hemos reunido a 34, pero seguimos leyendo. Quién sabe si más adelante aparece la segunda parte con más poesía de la luz.