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Juanita Cruz

Juanita Cruz realiza un pase de muleta en los años 30Biblioteca Nacional

Las mujeres toreras y la «olvidada» cruzada feminista de Irene Montero y 'Pam'

La prohibición de actuar en las plazas a principios del XX culminó la discriminación de las féminas en la tauromaquia, todo un caballo de batalla esquivado por Igualdad

La retirada de los ruedos de «El Guerra» (faro absoluto de la época) en el precipicio del XIX, dejó un vacío insondable en la tauromaquia. Nadie le hacía sombra al segunda califa y nadie pudo ocupar su lugar cuando se fue. España enrarecida casi como una metáfora del torero cordobés y el hueco que rellenó un pequeño aluvión de mujeres toreras que cobraron imprevista fama en los albores del XX. Esa fama natural consternó a los puristas, huérfanos de figuras, que no consideraban a la mujer torera.

El erudito y sabio taurómaco José María de Cossío sólo creía en el rejoneo como toreo adecuado a la mujer. «La Reverte» fue una de las matadoras de moda incluso estando en activo aún «El Guerra» (que se negó a torear en las plazas donde ellas habían toreado), la torera (como la cuadrilla «Las Noyas» y otras, durante y después, como «La Frascuela») que cobró visibilidad tras la desaparición del gigante y que hizo visible a los ojos de todos la crisis en que se sumían las plazas sin héroes por los que dejarlo todo. Al pan le habían quitado el circo y en esa transición de la mismísima práctica y técnica e imagen taurina la mujer era un elemento no deseado, real y efímero.

Juanita Cruz

Un tiempo contado que culminó con la prohibición de torear a las mujeres en 1908, un hecho que terminó enterrado por la recuperación de la esencia en la rivalidad surgida entre Joselito y Belmonte. Una década de revolución, auge y locura de la afición y del arte (hasta la muerte en la plaza de «El Gallo» en 1920) que metió la exclusión femenina en un cajón hasta que, en 1933, Juanita Cruz lo volvió a abrir dirigiendo una instancia al ministro de la Gobernación de la II República, donde pidió que se anulara la restricción acogiéndose a la Constitución que reconocía la igualdad del hombre y la mujer.

Juanita Cruz entrando a matar

Juanita Cruz entrando a matarBiblioteca Nacional

Una II República taurina que abolió la prohibición gracias al empuje de una torera que confesó haber llorado muchas veces por no haber nacido hombre durante el veto. No estaba bien visto que las mujeres torearan, pero Juanita Cruz rompió todas las convenciones (2.000 mujeres han tomado la alternativa en toda la historia) que tuvieron que apoyar las instituciones y apoyaron los medios de un país en movimiento, incluso desde la páginas de la revista taurina más leída del momento, La Fiesta Brava:

«Cuando a Eva se le ha reconocido el derecho al sufragio; cuando nada se opone a que esta tenga representación parlamentaria; cuando en fábricas y talleres compiten en actividades con el 'sexo fuerte' y pueblan las universidades cursando todo género de carreras; cuando la mujer no encuentra obstáculo para hacerse ingeniero y conducir una máquina de ferrocarril; cuando puede obtener el título de piloto aviador y vemos por esas calles infinidad de ‘autos’ conducidos por manos femeninas ¿qué razón hay para privar a una mujer de que ciña su venusiano cuerpo con la recamada ropa del lidiador y que se lance a los ruedos a disputarles a los hombres la gloria y el dinero? Ninguna».

Conchita Cintrón

Un párrafo como el anterior podría provocar escalofríos de sentido común a las gobernantes Irene Montero y Ángela Rodríguez 'Pam', quienes olvidan a las «señoritas toreras» (como graciosamente se las llamaba a principios del siglo pasado) en su caprichosa cruzada por la «igualdad».

La torera y rejoneadora Conchita Cintrón

La torera y rejoneadora Conchita Cintrón

De Juanita Cruz, torera (novillera, en realidad, nunca llegó a lidiar toros de más de cuatro años) de éxito se llegaron a escribir frases tan elogiosas como esta de El Noticiario Universal que recuerda Antonio García Jiménez en la revista de la Biblioteca Nacional: «Juanita Cruz, guapa, esbelta, simpática, que sale, no con vestido de luces sino con vestido gris, de chaquetilla corta y falda y sombrero ancho, tiene una figura muy torera. Pero es que no solamente tiene muy torera la figura. Es que es torera toda ella. ¡Cuántos toreros que presumen de machos debieran tomar nota de esta señorita!».

Un caso trans/taurino

Una estrella emergente, luz femenina en el toreo, que se apagó con la guerra (tras ella lució la simpar Conchita Cintrón, torera de a pie y rejoneadora, señora, «la diosa rubia del toreo» y ya en la época actual Cristina Sánchez), pero ya antes de la prohibición y en los días de su decreto ya había lucido en el vestido de luces de la mencionada «La Reverte», que el mismo día que iba a torear en Madrid se enteró de la prohibición sin achantarse frente a este toro, ante el que presentó un recurso contencioso incluso apoyado en el diario republicano El País con una columna firmada por «Una feminista» que también haría estremecerse a Irene y a 'Pam':

«Confieso mi enemistad al toreo, mi antipatía a esa lucha inútil y cruel en que el hombre se degrada y el bruto se eleva; pero a fuer de imparcial y justa, hago constar que, si hay que transigir con esa atávica diversión, es preciso respetar su carácter de independencia, y pues el público es soberano juez en cuestiones de lidia, y acude en masa a ver a la Reverte, a ovacionarla cuando el caso llega, es que le place el feminismo taurómaco y, ante su autoridad consagrada, hay que bajar la cabeza».

Portada de la revista 'The Kon Leche' con las dos identidades de "La Reverte"

Portada de la revista 'The Kon Leche' con las dos identidades de «La Reverte»Biblioteca Nacional

«La Reverte» vio como era rechazado su recurso, pero lo mejor de esta historia es que varios años después, según cuenta García Jiménez, consiguió un certificado médico que daba cuenta de su masculinidad, por la que se re-presentó en los ruedos con el nombre de Agustín Rodríguez. Un caso que provocó chanzas en la prensa del momento y conforma un fantástico relato trans/taurino con más de un siglo de antigüedad y de tan rabiosa actualidad como para destruir los esquemas de las actuales ministeriales, mucho más prohibicionistas que Antonio Maura o el ministro Juan de la Cierva, quien dijo, para justificar su decisión, que el toreo femenino era «un espectáculo impropio, opuesto a la cultura y a todo sentimiento delicado».

María Salomé "La Reverte", también conocida como Agustín Rodríguez como guardia de una mina

María Salomé «La Reverte», también conocida como Agustín Rodríguez, como guardia de una minaBiblioteca Nacional

«La Reverte» no tuvo el mismo éxito como matador que como matadora y terminó trabajando como guardia de una mina. Pero más de veinte años después de su retirada, y gracias a la abolición de la prohibición objetada por Juanita Cruz, «La Reverte» y su «feminismo taurómaco» pudieron volver a los ruedos una última vez, según confesión propia: porque no se resignaba, torera (volvió como mujer), a vivir sin los aplausos de las plazas.

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