Fundado en 1910

La crítica de arte mexicana Avelina LésperHéctor Flores Tellez

Avelina Lésper, crítica de arte: «El arte moderno es muy segregacionista, si no te gusta es que no lo entiendes»

La penosa situación del arte contemporáneo –fraude, mediocridad, incompetencia y esnobismo– salen a la luz de mano de una de las críticas de arte más conocidas de la actualidad

La crítica de arte Avelina Lésper (México, 1973) publicó a finales del año 2022 su nuevo libro, El fraude del arte contemporáneo, en el que explica qué sucede en la escena artística actual y en ese pequeño nicho que ella denomina «VIP». Esto es, Vídeo, Instalación, Performance. Considerado por muchos como representaciones artísticas, Avelina denuncia la realidad de la situación del mercado del arte: la ausencia de sentido artístico de 'obras' que en realidad son vulgares objetos pero que con la dinámica del mercado se han valorizado como arte.

'El fraude del arte contemporáneo', de Avelina LésperAmazon

–¿Qué es el arte?

–El arte es inteligencia y creatividad que se manifiesta en obras. Estas son de disciplinas distintas, las cuales se relacionan con los sentidos. Hay una relación muy íntima entre arte, inteligencia y sentidos. Tenemos artes visuales que son la pintura, el dibujo, la escultura; las vemos. Tenemos la música, que la oímos. Tenemos la danza, que la hace nuestro cuerpo. Estas manifestaciones siempre, aunque ahora quieran evadirlo, buscan alcanzar la belleza. Los objetos alcanzan ese nivel de belleza para no ser útiles. Es una verdad total cuando Oscar Wilde dijo: «El arte es completamente inútil». El arte no es utilitarista, no «sirve» para nada: está hecho sólo para ser arte.

–¿Qué elementos son necesarios para que una obra de arte sea considerada como tal?

–Cuando tú te enfrentas por primera vez a una obra de arte, inmediatamente debes percibir dos cosas: talento e inteligencia. Debes sentir que la persona que lo hizo tiene talento, domina sus herramientas, domina todo lo necesario para hacer esa obra; es decir, tiene maestría. Y además, hay una inteligencia en ello, una idea que te sorprende, una idea brillante. No vale que llame la atención por su estupidez. De verdad has de sentir que es una manifestación de la inteligencia humana. Para eso tenemos dentro del cráneo un montón de grasa funcionando con neuronas.

Todos los seres humanos, todos, tenemos una relación estética con la realidad

Tú tienes esa primera impresión de inteligencia, de talento, de algo sobresaliente, entonces debes de sentir ineludiblemente que eso te está aportando algo a tu realidad. Te está dando algo que se va a sumar a tu visión, a tu conocimiento, a tu apreciación de la realidad y te va a añadir una visión estética de la realidad. Todos los seres humanos, todos, tenemos una relación estética con la realidad. No solo tenemos una relación política, social, económica, emocional, también tenemos una relación estética.

–¿Existe objetividad en el arte?

–Por supuesto, eso de que el arte es subjetivo es falso. Todo el arte es objetivo. ¿Dónde está la subjetividad? Esas salidas las ha inventado el arte contemporáneo, el arte VIP, lo han inventado para que todo quepa y todo valga y entonces te digan: «No, es que es subjetivo si esto es arte o no porque depende de como tú lo veas».

–¿Cuándo empieza el arte VIP?

–Después del dadaísmo, cuando se destruyó el concepto de arte como tal. Entonces empezaron a producirse objetos a los que les llamaban obras de arte. El más popular es el urinario, que además no es de Duchamp, se lo robó a una amante que tenía, Elsa von Freytag; ella fue la que volteó el urinario y le escribió «R. Mutt. 1917». Falso que lo mandaron al Armory Show, nunca estuvo inscrito, en los anales del Armory no existe esa inscripción. Él no quiso enviarlo, porque Duchamp era mala persona.

'La fuente', de Marcel Duchamp

Se ha establecido una ley: si es caro, es arte, y eso es falso. El precio de una obra no la convierte en arte

Los dadaístas hicieron un manifiesto, y en uno de sus puntos dicen que «arte es lo que el artista designe como arte». Ese primer flechazo fue evolucionando hasta el arte conceptual. En los 50 y 60 esto ya estaba muy trabajado por cantidad de artistas. Con la caída del muro de Berlín, este arte tomó la bandera de la libertad: el artista es libre, nadie le puede decir nada. Es libre de designar como arte lo que quiera.

–¿Y cómo se instaló esa concepción en la época moderna?

–La clave está en que esta concepción del arte funcionó todavía mejor para el mercado. El mercado «agarró» el arte, por eso sigue existiendo. Lo que le ha dado permanencia no es ni la ideología, ni la supuesta inteligencia de los académicos, los artistas, los filósofos... lo que les da permanencia es el dinero. Y otro punto importante son las universidades, que son una fábrica de burócratas. Hay muchos profesores que están ahí viviendo de eso, de enseñar lo que es arte y lo que no, y hacen mucho proselitismo, y los políticos se apuntan. Muchísimos son increíblemente ignorantes y dicen querer apoyar a los artistas jóvenes»... cuando Yayoi Kusama tiene 90 años.

Estos artistas lo único que hicieron fue democratizar la mediocridad

–¿Qué papel juega la tradición? ¿Desde las vanguardias hay una tradición de ruptura?

–En el arte siempre ha existido la ruptura, siempre. El arte se divide entre dos formas de pensar: el arte aprende de sí mismo, toma las lecciones del pasado para sumarlas; y por otro lado está rompiendo, rompiendo, rompiendo. Pensar que sólo las vanguardias son rompedoras es uno de los grandes clichés y la desinformación que ha habido alrededor del arte. El arte medieval no tiene nada que ver con el barroco, y el rococó no tiene nada que ver con el renacimiento. En cambio, hay ciertas lecciones que han ido aprendiendo poco a poco. Ves la obra de Gustav Klimt y luego te asomas a los retablos del bajo renacimiento y sí ves que ahonda en ciertas búsquedas, aunque fuera increíblemente moderno.

–¿No hay ruptura en el arte moderno?

–Estos modernos del arte VIP no han roto nada, lo que hacen no es ruptura de nada. Estas personas lo único que hicieron fue democratizar la mediocridad y abrirle la puerta a un montón de gente que no sabía qué hacer y que no tenía oficio para el arte, para que estén metidos en los museos cobrando subvenciones y yéndose de giras a las bienales, nada más.

–¿Por qué decidió usted ser crítica de arte?

–Porque me lo paso muy bien, me encanta. Todos tenemos un espíritu crítico: los seres humanos percibimos así, con ese sentido crítico. No vivimos en un estado catatónico, tan solo asimilatorio.

–Tiene franqueza en sus convicciones, ¿se siente inspirada por los que han defendido sus propias ideas?

–Cantidad de gente lo ha hecho. Cuando escribió Ana Karenina, Tolstói apostó por lo que creía. Cuando escribió Los hermanos Karamazov, Dostoyevski apostó por lo que creía. Cuando escribió La consagración de la primavera, Stravinsky apostó por lo que creía. De eso trata el arte. Ahora se apuesta por lo que se vende, por lo fácil, los artistas VIP. Pero el arte es apostar por lo que crees.

El arte no es utilitarista, no «sirve» para nada: está hecho sólo para ser arte

–Esta dinámica del arte contemporáneo, ¿está presente en toda la sociedad?

–La sociedad de consumo se basa en eso; es la base del capitalismo. Tú compras, yo vendo. El asunto es que esta dinámica supera al quehacer artístico. Se ha establecido una ley: si es caro, es arte, y eso es falso. El precio de una obra no la convierte en arte. El hecho de que sea carísima no la hace más artística. La subida del precio no la hace mejor obra, la hace imposible de exhibir.

–¿Hoy en día tenemos dificultad para identificar lo que es una obra de arte?

–No, lo que le pasa al público es que se siente inhibido, no es capaz de decir lo que piensa de verdad. Por eso lo llamo arte VIP, porque el arte moderno es un arte muy segregacionista. Si no te gusta, es que no sabes, no entiendes. El ignorante es el público. En realidad el arte es un diálogo, pero lo han convertido en un monólogo endogámico que sucede entre las galerías, los curadores y los artistas que dicen que son artistas, pero presentan una gallina muerta y dicen que eso es la obra. El público es perfectamente inteligente y sensible para estar frente a una gallina muerta y decir: «Eso no es arte».