El Festival de Málaga reabre el debate sobre la eutanasia con 'Hay una puerta ahí'
La relación entre un médico y su paciente «en condiciones de morirse» es grabada y presentada en el nuevo documental que habla sobre el sufrimiento, la resiliencia y el final de la vida
El Festival de Cine de Málaga ha presentado un nuevo documental, Hay una puerta ahí, que narra la historia de un enfermo terminal y su relación por videollamada con su médico. El paciente es Fernando Sureda, exgerente de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), y el médico es Enric Benito, oncólogo, especialista en cuidados paliativos.
Al comienzo de la pandemia, en el año 2019, Sureda llegó a ser la atención mediática de su país debido a su petición de muerte tras conocer que padecía Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). Incluso gracias a su caso, el parlamento abrió un nuevo debate respecto a la eutanasia.
«No les da lástima verme»
El documental, de ochenta minutos de duración, muestra las conversaciones entre ambos, conversaciones que harán florecer una amistad en la que el médico será de los pocos que terminen por involucrarse en el sufrimiento de su paciente, como él mismo narra: «A muchos amigos que me quieren no les da lástima verme».
Después de un largo tiempo de edición, gracias a las once horas de videollamada acumuladas por el médico Benito, la productora Mueca Films, bajo la dirección de Juan Ponce de León y Facundo Ponce de León, presenta el documental que trata «la aceptación del dolor, el sentido del humor, la familia y los amigos, las ideas y las creencias, la vida y el final».
Juan Ponce de León afirma que esta «historia de la vida», es «un continuo aprendizaje, que se acrecienta cada vez que vemos la película, que he podido ver como cien veces». «Sobre todo, hemos aprendido de esta película la importancia de tener buenas conversaciones porque no estamos acostumbrados a hablar de lo que nos incomoda», continúa el director, quien incide en cómo han tratado de no convertir el documental en algo cinematográfico, sino en mostrar su humanidad y cotidianeidad pues «si no humanizamos a los protagonistas, todo se queda en un nivel muy solemne».
Según cuenta el propio doctor, la asistencia empezó gracias a una característica común. «Lo primero que me llamó la atención es que por su apellido podía ser mallorquín, como yo». Por esta pequeña coincidencia comenzó la relación –cuando todavía Sureda podía mover su cuerpo, excepto las piernas–, que sólo pudo ser online debido a las restricciones como consecuencia de la pandemia. «Lo primero que le pedí fue que me enviase un vídeo para conocer su historia en su voz», dice Benito. Así, se estableció «una relación entre dos cabezotas».
Fernando Sureda recurrió al médico español debido a que en Uruguay la muerte voluntaria, la eutanasia, es ilegal. Sin embargo, el doctor Benito, con una larga experiencia en este campo, no cedió a sus peticiones –la mayoría de los médicos suelen estar en contra del suicidio asistido– y en cambio, decidió acompañarle en su dolor y tratar de disminuir su sufrimiento.
Los cuidados paliativos ignorados
Al final, Sureda debe aceptar el destino de todos. En su caso es el 23 de septiembre de 2020, tras ser sedado cuando la enfermedad ya le impedía respirar por sí mismo, y cumpliendo su deseo de no ser sometido a una traqueotomía.
El médico incide en la importancia sobre el debate respecto a la eutanasia, recalcando que, mientras muchos se centran en los suicidios asistidos, el foco debería estar, por ejemplo, en las 2.500 personas que murieron sin cuidados paliativos dignos en 2022: «Es por donde tendríamos que empezar», afirma Benito.
Sin embargo, sus palabras no fueron escuchadas, pues al comienzo de su relación, en 2020, el caso abrió un proyecto de ley en Uruguay que buscaba legalizar la eutanasia y el suicidio médicamente asistido para pacientes terminales. El proyecto no siguió adelante.