El revisionismo que no cesa: reescriben a Agatha Christie para adaptarla a las «sensibilidades modernas»
La editorial HarperCollins ya ha puesto a trabajar a sus «lectores sensibles» para «limpiar» las novelas de la autora británica de «insultos y referencias étnicas»
Tienen trabajo los «lectores sensibles» de Agatha Christie para lograr sensibilizar las obras de la autora británica, la escritora que más libros ha vendido en la historia. Claro que la sensibilidad de estos lectores, los editoriales, no es la misma sensibilidad de la creadora del clarividente investigador Hércules Poirot. Trabajo por esa sensibilidad y trabajo por el número de libros.
La editorial HarperCollins tiene en estos días a sus censores («sensibles», los llaman) borrando pasajes enteros de las aventuras de Poirot o de Miss Marple. Descripciones físicas, insultos y referencias étnicas están desapareciendo. También las referencias a la tirria a los niños del detective más famoso de la historia, con permiso de Sherlock Holmes, e incluso los monólogos internos de todos los protagonistas de Christie.
El revisionismo parece imparable. Los libros clásicos asaltados, saqueados para adaptarlos a una realidad, a un presente que no es el suyo. Uno imagina a los «lectores sensibles» registrando los libros de la autora de Muerte en el Nilo como ladrones buscando joyas en una casa ajena: sacando los cajones, tirando los libros o desperdigando la ropa y, no solo eso, sino también desvalijando los pensamientos, convirtiendo una obra en otra.
Hace muchos años que a Lucky Luke le quitaron el pitillo de la boca para sustituirlo por una ramita. Desde entonces ya no fue nunca más Lucky Luke, por mucho que se empeñaran en hacer creer que sí lo era esos interventores tan sensibles. Hace unos días Roald Dahl se salvó de la quema, de esta quema infame de libros con inevitables referencias a otras quemas repulsivas e históricas.
Los editores del autor también británico acabaron apagando sus antorchas ante las quejas por este pillaje cultural que forma parte del plan de demolición de la cultura occidental tal y cómo se la conoce, no solo en sus aspectos visibles, como la ramita de Lucky Luke, sino en el alma del vaquero más rápido que su sombra o en la de la escritora que leía a Conan Doyle o a Dumas para olvidar los «horrores de la guerra» que se repiten ahora y contra ella en esta otra invasión totalitaria.