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El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, durante la inauguración del Congreso de la LenguaEFE

El primer día del Congreso de la Lengua: el Rey, Sergio Ramírez, Albares infiltrado, Lindo y el cajón

«Las tiranías castigan las burlas de las ficciones y te pueden quitar tu país, tu memoria, tu pasado...», dijo el Premio Cervantes 2017 en su intervención

El alcalde Kichi puso «gaditanajos» en los balcones para dar la bienvenida al español a Cádiz y él mismo habló y dijo: «Estén aliquindoi, disfruten del tangai, que este congreso es un bastinazo». El español que trajo el Rey, afirmando casi como un líder de la historia que era »la hora del español". Una selva de español entre el mestizaje y la interculturalidad, el lema de este IX Congreso de la Lengua. Felipe VI dijo que el mestizaje trascendía y Santiago Muñoz Machado, director de la RAE, que el mestizaje era convivencia.

Mensajes indirectos a quienes pretenden, como el presidente de México, López Obrador, ni trascender ni convivir, precisamente, en su cruzada antiespañola. Como la de Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, a quien el Premio Cervantes nicaragüense Sergio Ramírez, desposeído de su nacionalidad por el mismo Ortega, representó en sus discurso español y opositor.

El autor que terminó diciendo: «La literatura es la única seguridad moral de la sociedad», antes ya había dejado dicho que «Las tiranías castigan las burlas de las ficciones y te pueden quitar tu país, tu memoria, tu pasado porque en el delirio de sus arbitrariedades caprichosas creen suya la facultad de hacerte desaparecer». Aprovechando el exilio de Ramírez, Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, citó (cómo no) el de Rafael Alberti en Argentina: «Añoró en América la otra orilla», dijo.

Estaba la escritora Elvira Lindo, gaditana e impuesta por la polémica presencia del Gobierno en este Congreso que es de la Lengua y no de los deslenguados que la estropean en el Congreso, no el de la Lengua, sino el de los diputados, donde mora Albares, el ministro infiltrado.

Lindo dijo que no había una ciudad «española y latinoamericana como La Habana», en una intervención que contrastó casi violentamente con la de Ramírez, el invitado por derecho y no por cuota, cuando aseguró que en la ciudad cubana «todo drama es transformado con el tiempo en comedia. Se eluden la trampa, las prisas, la ansiedad, la santificación de la hiperactividad», un Viva la Pepa extemporáneo por el que el Rey echó pelillos a la mar próxima con dos cajones, el suyo y el de la Reina.