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El pórtico de la Gloria

El Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago: la entrada del hombre a la fe católica

Desde el siglo XII la obra del Maestro Mateo deslumbra a los peregrinos que llegan al templo compostelano

Hace mil doscientos años llegó a oídos de Alfonso II, Rey de Asturias, la siguiente noticia: un grupo de fieles junto con Teodomiro, obispo de Iria Flavia, habían descubierto la tumba del apóstol Santiago –y la de dos de sus seguidores, Atanasio y Teodoro–. Desde entonces, miles de peregrinos han acudido desde toda Europa (e incluso más lejos) para visitar los restos de uno de los doce discípulos de Cristo. A medida que se iban sumando los peregrinos, la necesidad de un espacio más grande fue en aumento. Así, se proyectó la construcción de la catedral actual y el Pórtico de la Gloria, que lleva recibiendo a los viajeros cientos de años.

El encuentro de la tumba renovó las esperanzas de los europeos y, especialmente, de los habitantes de la Península, que llevaban años sufriendo el ataque de las tropas musulmanas –especialmente los de Almanzor–. Los caminos de peregrinaje actuaron como fuerza de conexión a través de los Pirineos y ,como cuenta Félix Carbó Alonso en su libro Pórtico de la Gloria. Mensaje al peregrino, «Europa nace de la cultura del camino que los peregrinos extendieron».

El Pórtico de la Gloria, situado en la fachada principal que recibe a los peregrinos, alberga un conjunto de escenas que representan los valores fundamentales de la fe católica: la Creación, el pecado original, la alianza de Dios con el pueblo elegido, el purgatorio y el final de los tiempos.

El siglo XII estuvo marcado por el auge de diferentes herejías del cristianismo: cátaros, valdenses y albigenses afirmaban que Cristo no tenía naturaleza humana, sólo divina. Con esto, su sufrimiento, su cruz y su pasión, no podían haber sido reales. Aquí también se fraguaba otra herejía, la adopcionista, que viene a decir que en cierto momento de la vida de Jesús, Dios le adoptó como hijo por sus méritos.

El gótico, un estilo francés

Frente a esto, una serie de figuras que defendían las concepciones del catolicismo se erigieron en defensa de la fe. Uno de ellos fue san Bernardo del Claraval, figura esencial del Císter que propagó las ideas del cristianismo y las expandió a través del arte. De este encuentro estético nace la abadía de Saint Denis (París), la primera catedral gótica del mundo.

París ya era una de las ciudades más importantes de Europa, muchos de los cabildos de la catedral de Santiago iban a esta capital a estudiar y desde allí traían ideas innovadoras que se acabarían materializando en el Pórtico y su clara influencia de Saint Denis.

Uno de los tímpanos de Saint Denis

Se piensa que la construcción del Pórtico comenzó en 1168. La fecha en la que se culminó sí es exacta gracias a una serie de inscripciones labradas en los dinteles que dicen «en el año 1188 de la Encarnación del Señor, era 1226 día de las calendas de abril, los dinteles del Pórtico principal de la iglesia del Bienaventurado Santiago fueron colocados por el Maestro Mateo que dirigió la obra desde sus cimientos». La representación del propio maestro se cree –según la tradición popular– que se encuentra en el «Santo de Croques» –detrás del pórtico–, quien es mostrado como un pecador arrepentido que fija su mirada en el altar.

Siguiendo la tradición iconográfica de su tiempo, el Maestro Mateo, colocó a Cristo como centro del Universo dentro del conjunto del Pórtico y formando un eje vertical con la tribuna y la cripta, que se encuentra justo debajo.

El promotor del Pórtico fue el Rey Fernando II de León, «piadoso y religioso príncipe». Muy obediente al Papa, fundó la orden de Santiago en 1170, sumándose al espíritu cruzado de la época y defendiendo el nombre de Cristo.

La obra del Maestro se puede dividir en tres niveles de manera horizontal: el nivel bajo, que hace referencia al mundo terrenal, el mediando, donde se encuentra Santiago junto a un grupo de apóstoles y profetas, y el superior que representa el Reino de los Cielos y el purgatorio. Todos estos niveles están interconectados, siendo los de arriba los que ayudan y actúan como guías de los de abajo.

«Yo soy el Alfa y la Omega»

Además, el Maestro Mateo hace referencia a Cristo como Señor del tiempo y de la historia: a la izquierda, la ubicación de los profetas indica el comienzo del tiempo y a la derecha, los apóstoles referencian el fin, siendo Cristo el centro de la composición, entre el alfa y el omega, marcando un antes y un después en los tiempos de la Antigua y Nueva Alianza.

El mundo terrenal y el celestial se comunican mediante una serie de columnas, tan sólo cuatro de ellas labradas, que son una representación de los caminos que el hombre puede seguir para alcanzar su destino salvífico.

El Pórtico de la Gloria antes de la restauración concluida en el 2018

Animales y criaturas mitológicas son utilizados como recurso para personificar diversas aptitudes humanas. Grifos y leones representan la vida como una lucha a consecuencia del pecado, la dualidad del hombre, su inclinación voluntaria al bien o al mal, los pecados capitales e incluso las religiones antiguas –como ansia del ser humano en busca de su significado– están representados en el Pórtico.

La primera vía comprende la propia búsqueda del hombre, la cual conlleva un esfuerzo horrible; la segunda, muestra el tiempo de la primera alianza con el patriarca Abraham; la tercera es la venida de Cristo, mostrando su genealogía desde Jesé –la imagen del Árbol de Jesé como árbol genealógico de Cristo fue un recurso habitual de la iconografía–, pasando por el Rey David y la Santísima Virgen. La cuarta y última, es el hombre después de Cristo. En esta, asciende y a medida que lo hace se va volviendo más joven: «Sed como niños», Mt 18:3.

Pasando por el nivel intermedio, junto encima del Apóstol, el Maestro Mateo muestra las tentaciones de Cristo, representado según la tipología de Cristo Juez pero glorificado, en Majestad –coronado y sentado sobre su trono, viene a salvar a la Humanidad—, una imagen que proviene del Cristo Pantocrátor. En verdad, esta representación es única y original del Pórtico. Cristo nos enseña sus llagas –que proclaman que su humanidad y que ha superado a la muerte–y alza sus manos en posición de oración: Él es sumo y eterno sacerdote.

En el tímpano principal se encuentra el final de los tiempos: los hombres admitidos en el Reino van coronados, son reyes. Por otra parte, en los tímpanos de los extremos, los hombres esperan a ser admitidos, siendo custodiados por los ángeles, que guardan el paso. Además, hay escenas del Apocalipsis, como el círculo de ancianos y los ángeles, que portan las Arma Christi, los instrumentos de la Pasión como los clavos o la corona de espinas. Además, al propio Cristo le rodean sus evangelistas, que escriben sus textos junto a la figura que los representa en el llamado tetramorfos.

Guía iconográfica del Pórtico de la Gloria

En el lado izquierdo, el limbo, y en el otro, el juicio final: hombres retenidos por demonios y ayudados por los ángeles. En conclusión, el Pórtico muestra la promesa final, la unión entre el hombre y su Dios.