Por qué Leonardo da Vinci usaba yema de huevo en sus pinturas
Un estudio reciente arroja luz sobre la posibilidad de que algunos maestros del Renacimiento hayan experimentado para que las pinturas resistan al paso del tiempo
Durante años se han detectado trazas de residuos de proteínas en pinturas clásicas hechas al óleo, aunque a menudo la presencia de estos restos se atribuía a la contaminación. Sin embargo, un estudio reciente que se ha publicado en la revista Nature Communications concluye que la inclusión de estas trazas probablemente fue intencional y arroja luz sobre el conocimiento técnico de los denominados Viejos Maestros, aquellos grandes pintores europeos de los siglos XVI, XVII o principios del XVIII.
Leonardo da Vinci, Sandro Botticelli o Rembrandt, ¿usaron yema de huevo para modificar y ajustar las propiedades de la pintura? «Hay muy pocos datos sobre esto y no se ha realizado antes un trabajo científico que investigase el tema con tanta profundidad», explica Ophélie Ranquet, una de las autoras del estudio. Resulta que con agregar simplemente un poco de yema de huevo a las obras esto podía tener efectos duraderos que iban más allá de la estética. «Nuestros resultados muestran que con una cantidad muy pequeña de yema de huevo, se pueden lograr cambios sorprendentes, lo que demuestra cómo podría haber sido beneficioso para los artistas», recalca Ranquet.
Debido a que la fabricación de la pintura era un proceso artesanal y experimental, es posible que los antiguos maestros agregasen yema de huevo a un tipo de pintura, que apareció por primera vez en el siglo VII en Asia Central antes de extenderse al norte de Europa.
En el estudio, los investigadores recrearon el proceso de elaboración de la pintura utilizando cuatro ingredientes (yema de huevo, agua destilada, aceite de linaza y pigmento) para mezclar dos colores importantes e históricamente populares: el blanco de plomo y el azul ultramar.
Los resultados revelaron cómo la yema puede influir en la rigidez de la pintura, dependiendo de cómo se agregue y del pigmento utilizado. «Al cambiar la técnica de preparación, puedes cambiar las propiedades de la pintura al óleo. Por lo tanto, dos pinturas con la misma composición pueden tener diferentes microestructuras y esto dará como resultado propiedades diferentes», añade Ilaria Bonaduce, otra de las autoras del estudio procedente de la Universidad de Pisa.
Los científicos descubrieron que si agregaban unas gotas de yema obtenían pinturas al óleo muy rígidas, lo que permite aplicar la pintura en capas gruesas que no se esparcen. Tal y como explica el profesor Norbert Willenbacher, la rigidez de las capas inferiores de pintura evita «que la superficie de la pintura se agriete [o] se arrugue durante el secado».
También se detectó que la humedad afectaba menos a las propiedades de la pintura blanca con plomo cuando esta se hacía secando el pigmento con yema de huevo antes de moler y agregar aceite. «[La yema] protege las pinturas de cambios indeseables causados por la absorción de humedad del ambiente, porque el agua se captura en la capa de proteína [que rodea los pigmentos]», agregó Willenbacher.
Además, la yema de huevo aumenta el tiempo de secado de las pinturas, una característica que se atribuye a sus propiedades antioxidantes, que también ayudan a proteger las pinturas para que no se degraden con el tiempo.
Si bien el equipo dijo que no era posible excluir las adiciones no intencionales de huevo a las pinturas al óleo, Bonaduce aseveró que era probable que los Viejos Maestros estuvieran al tanto de los beneficios del ingrediente. «Estoy convencida de que no conocían las explicaciones químicas y físicas de lo que estaban haciendo, pero sabían muy bien lo que hacían».