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El torero Morante de la Puebla da la vuelta al ruedo tras cortar dos orejas y rabo a su segundo toroEFE

Gloria de Morante en la Maestranza: corta un rabo después de 52 años

Tarde histórica en Sevilla después de una faena memorable en la que el diestro de La Puebla sacó a relucir su mejor versión

El diestro sevillano Morante de la Puebla le cortó un rabo –premio que no se concedía en esta plaza a un torero de a pie desde hace 52 años– al cuarto toro de la corrida de hoy de la feria de Abril de Sevilla, tras el que fue todo un recital de tauromaquia, tanto con el capote como con la muleta.

Tan histórico galardón –el último lo paseó Ruiz Miguel de un toro de Miura en la feria de Abril de 1971– tuvo también un aire de compensación para el de La Puebla del Río por parte de un público que pareció arrepentirse de la displicencia con que trató el pasado lunes a este mismo torero a pesar de que dio una tarde también antológica.

Y no es que Morante tuviera esta vez un lote mejor que el de dos días antes, sino que, a estas alturas, el que salga a la luz su genial dominio de todos los palos del toreo no depende ya tanto del enemigo como de su propio estado de inspiración.

El de hoy debía ser pletórico, pues ya dejó gotas de esencia ante un primero de corrida que estaba cogido con alfileres y que se derritió como la cera en tarde tan calurosa. Y aún iba a sublimar, como gran spolier, una media verónica de suprema hondura en un quite por chicuelinas al primero del lote de Ortega.

El diestro Morante de la Puebla sale por la Puerta del Príncipe tras cortar dos orejas y rabo a su segundo toroEFE

Lo del cuarto fue todo un despliegue, un torrente de la mejor y más soberbia torería desde que lo recibió con dos lances afarolados a los que siguieron cuatro verónicas gitanas, eternas, hundiendo los talones en la arena y la barbilla en el pecho.

Su compendio del toreo de capa tuvo también guiños a la variedad y a la historia, pues en el primer quite Morante hizo hondo un lance tan liviano como las tafalleras, barriendo despacio el lomo del de Domingo Hernández. Y aún más, porque se acordó de Rodolfo Gaona, para rebozarse en cuatro lances de frente por detrás, como respuesta a una buena réplica de Urdiales tras el segundo puyazo.

Ya solo con esas delicias capoteras bien pudo Morante haber dado por finalizada su tarde entre el entusiasmo de un tendido embelesado, pero aún se empeñó en regalarle más delicatessen, como una deslumbrante apertura clásica por ayudados por alto y un final de sevillanísimos naturales de frente, ahora por Pepe Luis.

El torero Morante de la Puebla en la faena a su segundo toro al que cortó dos orejas y raboEFE

Y entre medias la faena tuvo, oculta entre su solera, tanta técnica como inteligencia, la una para sostener en la palma de la mano la medida raza del toro salmantino y prolongar incluso sus cansinas embestidas, y la otra para darle tiempos de respiro llenando la escena con aroma de torero añejo y confiado en su magia.

Tras la estocada, y otros dos naturales arrebatados, el presidente sacó de un golpe, sin regateos, los dos primeros pañuelos, justo en medio de una fortísima petición que le llevó sin dudar a sacar eufóricamente un tercero y, ya metidos en derroches, hasta el innecesario e injustificado azul de la vuelta al ruedo para el toro.

Pero que la casquería no sirva para tapar con, vanas polémicas, todo lo que Morante hizo hoy, con ese abrumador caudal de torería, por devolver a su ser a la últimamente muy desorientada Maestranza.

Derechazo de Morante en SevillaEFE

Claro que, además de Morante, sus compañeros también pusieron en ello su granito de arena, como un Juan Ortega que también se dejó ir, entregado, en el toreo a la verónica, lo mismo con el compás abierto que a pies juntos, ante el tercero, un toro al que iba camino de cuajar hasta que se le desinfló, no tan pronto como el sexto.

Diego Urdiales, por su parte, sacó de nuevo la bola negra de un manso al que desengañó de su obsesiva idea de darse a la huida. Pero la parte más compleja de su actuación fue la de fijar la atención del tendido después de la catarsis morantista.

Procesión por Sevilla

El éxtasis taurino que se vivió en la Maestranza se trasladó a las calles de la ciudad. Tras salir a hombros por la Puerta del Príncipe, los aficionados llevaron a Morante de la Puebla hasta su hotel.

Todo tuvo cierto aire añejo en la tarde sevillana. El terno de Morante, turquesa y azabache, estaba inspirado en otro que ya lució el legendario Gallito, gran figura de la tauromaquia por el que el diestro tiene especial admiración.

Ficha del festejo

  • Seis toros de Domingo Hernández, de muy desigual presentación, por hechuras y cuajo, y de muy escaso fondo de raza, con algún toro noble y manejable y algún manso reservón y brusco, como el lote de Urdiales. El cuarto, «Ligerito» de nombre, fue premiado inmerecidamente con la vuelta al ruedo en el arrastre.
  • Morante de la Puebla, de turquesa y azabache: estocada atravesada y descabello (ovación); estocada (dos orejas y rabo). Salió a hombros por la Puerta del Príncipe.
  • Diego Urdiales, de sangre de toro y oro: pinchazo y estocada desprendida (silencio tras aviso); estocada trasera (ovación tras leve petición de oreja).
  • Juan Ortega, de palo rosa y oro: pinchazo y pinchazo hondo (ovación); pinchazo y estocada delantera desprendida (silencio).
  • Décimo festejo de abono de la feria de Abril, con casi lleno en los tendidos (unos 10.000 espectadores), en tarde de calor asfixiante.