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Noam Chomsky en 2015

Chomsky, el pensador favorito de la izquierda que justificó el 11-S y se reunía con el pederasta Epstein

El intelectual estadounidense, azote del neoliberalismo y defensor de Mao y de Castro, se reunía con frecuencia con el multimillonario que donó casi un millón de dólares al MIT donde da clases

El New York Times, el Corán periodístico de la progresía woke estadounidense, dijo de Noam Chomsky que era «el intelectual vivo más importante». Semejante sentencia, viniendo de donde viene, define la querencia del pensador estadounidense favorito del poderoso izquierdismo «demócrata» que hace de la democracia original de los Washington, Hamilton o Adams algo mucho peor a lo que hace un tablao para guiris con el flamenco.

El venerable Chomsky, casi una figura teórica del espectáculo desde hace más de medio siglo, tuvo hitos tan destacados como calificar de fascismo y de dictadura la política de su país en los años 60. Pacifista de flor y de pacotilla defendió (lo sigue haciendo a su provecta edad cercana al siglo) a Mao Tse Tung o a Fidel Castro. La Revolución socialista siempre fue su anhelo, aunque siempre vivió sorprendentemente cómodo en los «nazificados» Estados Unidos.

Alabó el régimen de Pol Pot

El americano de facto y anti-americano teórico que ha creado escuela en su hipocresía mayúscula ya perfectamente homologada en Occidente. De la China de Mao dijo la lindeza de que era una «sociedad justa», eso sí, con millones de muertos por hambre. Hay que tener la cara de Chomsky, por supuesto, para salir por estas peteneras por las que nunca, a pesar de los escarmientos históricos, políticos y económicos, ha dejado de salir.

El pacifista de boquillachancla que justificó la violencia en los regímenes comunistas, incluido el salvajismo del régimen genocida de Pol Pot, a quien alabó. A los jemeres rojos los blanqueó cuando los periódicos estadounidenses contaban sus atrocidades y se burló en sus artículos de quienes hablaban de genocidio: la primigenia superioridad moral de la izquierda nacida de los hechos más oscuros, por los que que cualquier justificación posterior y menor es válida.

Noam Chomsky durante un acto contra la guerra de Vietnam en 1968

Mucho más adelante, en 2001, un día después de los atentados que destruyeron las Torres Gemelas de Nueva York, el ínclito intelectual escribió: «Los ataques terroristas han sido enormes atrocidades, pero se quedan pequeños al lado de, por ejemplo, el bombardeo de Sudán por parte de Clinton, sin ninguna excusa creíble, que destruyó la mitad de sus reservas de medicinas y mató a un número indeterminado de personas».

Chomsky, el elitista ingeniero social, el soberbio promotor de la «propaganda sistemática», o sea, del engaño a las masas de las que decía que creen que ser de izquierdas es ser progre «y los progres son estatistas que se someten al poder privado», como si él no lo hubiera sido, y no lo fuera, casi como paradigma: adalid malvado de ser precisamente quién acusa, azote del liberalismo en el que vive, anti-israelí de origen judío, progre no de manual, sino de enciclopedia.

Referente de la izquierda forrada

El impostor de campanillas, referente de la izquierda forrada occidental, del que, como casi colofón, ahora se ha sabido que solía reunirse con el magnate pederasta reincidente Jeffrey Epstein, quien se ahorcó en la cárcel en 2019 (luego de múltiples acusaciones durante décadas de las que salió indemne ayudado por su influencia y sus amigos poderosos) y quien donó casi un millón de dólares al MIT, la ilustre universidad bostoniana donde da clases de lingüística el filósofo sin obra preferido por el nuevo establishment pseudo socialista, el profesor que, fiel a su fariseísmo cumbre, corrió a repudiar a su amiguito después de muerto.