Don Winslow: «Hollywood ha contribuido al blanqueamiento de los mafiosos»
El escritor superventas atiende a El Debate para hablar de Ciudad de los sueños, la segunda entrega de su trilogía sobre la mafia estadounidense tras sumergirse en el universo del narcotráfico en la trilogía del Cártel
Algunas historias son atemporales, reconstruidas una y otra vez a lo largo de los siglos utilizando nuevos personajes para representar cuentos familiares. Es el caso de la de los amantes desgraciados, o la de aquellos que una vez fueron aliados y se convirtieron en enemigos. Y una de las más célebres es la del hombre a la fuga. Don Winslow (Nueva York, 1953) ha asumido cada uno de estos arquetipos perdurables en su trilogía Ciudad de fuego, que más recientemente se centra en la «narrativa fugitiva» a través de la segunda entrega de la saga, Ciudad de los sueños.
Cada lanzamiento de un nuevo libro del escritor de novela negra es un acontecimiento mundial. Quien es también autor de la conocida como Trilogía del Cártel (El poder del perro, El cártel y La frontera) y de novelas como Salvajes (llevada al cine por Oliver Stone) o Corrupción policial ha tenido una vida de película. Periodista y viajero, abandonó la costa Este donde nació para instalarse a orillas del Pacífico. Allí, además de practicar surf, una de sus pasiones, construyó una obra que traspasa el género negro para convertirse en una oda gigantesca contra quienes sustentan el negocio del narcotráfico... y el poder en general.
Ahora se ha embarcado en una historia sobre la mafia: basándose en La Eneida de Virgilio, sigue a irlandeses e italianos, guerras de familias y traiciones imperdonables. Y relata este viaje a El Debate en una videoconferencia desde su casa de California en la que aparece brevemente su mujer para recordarle que habían quedado en dar un paseo.
–En Ciudad de los sueños, los personajes principales abandonan Rhode Island y huyen a California. ¿Tiene algo de autobiográfico?
–Sí, absolutamente. Yo me fui de Rhode Island cuando tenía 17 años, hice esa «migración hacia el oeste»: primero al Medio Oeste, a Nebraska, donde pasé varios años, y luego a California, donde me reinventé como escritor.
–Es muy americana esta idea de conquistar el oeste y fundar allí una nueva vida...
–Sí, es la gran mitología estadounidense, aunque hay mucha realidad histórica detrás. Pero la migración hacia el oeste esta detrás del mito de la fundación estadounidense, a costa de los nativos americanos, por supuesto. Y California siempre ha sido el Estado Dorado, especialmente desde la fiebre del oro de 1849.
–Hollywood y la mafia parecen un buen cóctel. Juntos o por separado, ¿siempre funcionan?
–No sabía que la historia iba a tomar esta curva. Para ser honesto, en La Eneida, en la que se basa principalmente esta historia, Eneas entra en una cueva en Cartago y ve murales de las guerras de Troya. Yo quería encontrar un equivalente moderno a eso, y la respuesta era el cine. Así que siempre supe que iba más o menos en esa dirección, pero no esperaba enviar a la meca del cine a los dos personajes (bastante secundarios, llamados The Altar Boys, Los Monaguillos). Me sorprendió, pero era tan divertido que me resultó irresistible.
–¿Siempre ha buscado un paralelismo entre los personajes de Virgilio y los suyos, o fue algo natural?
–La idea original de esta trilogía era tratar de tomar La Ilíada y La Odisea y los dramas trágicos griegos y crear una saga policíaca contemporánea que se pudiera leer sin ninguna referencia a los clásicos. Aunque si tienes ese conocimiento, es aún más divertido.
–¿Qué encuentra en los clásicos para volver siempre a ellos?
–Los he leído innumerables veces... He trabajado en esta trilogía durante 28 años, y los he leído una y otra vez. Ahora estoy estudiando Historia de España, y de manera similar me apunto a asignaturas semestrales sobre La Ilíada, o sobre el drama trágico griego, o sobre mitología... Creo que en los clásicos está todo.
Este libro se basa en 'La Eneida', de Virgilio. Creo que en los clásicos está todo
–Los clasicistas normalmente eligen entre Homero y Virgilio. ¿Por cuál se decanta usted?
–He pensado mucho en esto. En términos de la belleza de la escritura, tendrías que elegir a Homero, porque Virgilio escribía principalmente con fines políticos para complacer a su patrocinador, su mecenas: Augusto César. Por lo tanto, hay elementos en La Eneida que sirven a objetivos políticos y no a objetivos literarios. Si tuviera que llevarme un libro a una isla desierta, sería La Odisea.
–Escribir con un objetivo político no está tan lejos de su escritura...
–Es cierto, aunque yo no he tenido un patrocinador (más allá de mis editores). Pero tienes que saber a quién sirves, como decía Bob Dylan: «You gotta serve somebody». Con el tiempo, mi escritura se ha vuelto más política, aunque no es el caso de esta trilogía, en la que trato de contar «historias clásicas». Pero escribir sobre el tráfico de drogas, la inmigración, la epidemia de opioides y las encarcelaciones en masa me obligó a ser más político.
Escribir sobre el tráfico de drogas, la inmigración, la epidemia de opioides y las encarcelaciones en masa me obligó a ser más político
–Aunque siempre dice que va a dejar de escribir sobre drogas y narcotráfico, siempre vuelve al tema. Quizá a quien usted sirve es a ese ideal de contar lo que nadie se atreve a contar...
–Sí, pero es un mundo complicado. Después de un tiempo escribiendo sobre el tráfico de drogas, empecé a pensar que tenía que hacer algo práctico, que tuviera algún impacto. Si no, sería un tío más que gana dinero con la droga. Quizá por un sentimiento de culpa o responsabilidad decidí ser más activo políticamente, incluso fuera del mundo de la ficción narrativa.
–Ahora se encuentra en la mitad de una trilogía. Los inicios y los finales siempre presentan desafíos, pero ¿qué sucede con el nudo central?
–Clásicamente, el segundo acto, los pasajes intermedios, son donde las historias van a morir. Son el cementerio de elefantes de la ficción. Pero en este caso, al referenciar La Eneida, La Odisea o La Orestíada de Esquilo, tenía una gran cantidad de historias maravillosas que contar. No es como si estuviera intentando cruzar un desierto, con la esperanza de tener suficiente agua narrativa para cruzarlo. Ha sido relativamente fácil y he evitado esa trampa.
–La trilogía se encamina ahora hacia Las Vegas. ¿Qué mito representa, el de la fundación del Imperio Romano?
–Exactamente, aunque me llevó años averiguarlo. La fundación del Imperio Romano, que está al final de La Eneida, tenía que tener lugar en Las Vegas. El conflicto que inicia la guerra es una mujer, pero eso no iba a funcionar en una historia de crimen contemporánea, y no quería repetir la referencia a Helena de Troya. Así que lo que desencadena el conflicto es la adquisición de una propiedad, que representa todo el pasado de Danny.
–El Padrino, con cuya historia se comparan las tuyas, también se traslada a Nevada en su tercera parte.
–Van a Reno, Nevada, otra ciudad con casinos, pero diferente de Las Vegas, aunque la idea es la misma. Cualquiera que escriba una novela sobre mafiosos sabe que camina a la sombra de El Padrino y Uno de los nuestros y, más recientemente, de Los Soprano. Aunque de hecho, esta trilogía se escribió antes de que saliera Los Soprano, pero en El Padrino hay una progresión similar hacia el oeste en la que Michael Corleone trata de llevar una vida recta. Soy muy consciente de esos ecos.
Cualquiera que escriba una novela sobre mafiosos sabe que camina a la sombra de El Padrino, Uno de los nuestros y Los Soprano
–Dice que no tuvo que investigar demasiado sobre la mafia de Hollywood, sino que simplemente vivir allí le hizo «experto».
–Más o menos. Cuando era niño en Rhode Island, la mafia siempre estaba cerca. Ahora han perdido gran parte de su poder e influencia, pero no tuve que investigar nada al respecto: sólo debía consultar una especie de «reino de la memoria». Hay una larga historia de relación entre la industria del cine y el crimen organizado. Aunque se juzga de vez en cuando con diversos grados de éxito, hay un gran fracaso a la hora de infiltrarse en los sindicatos de la industria cinematográfica. De todas formas, lo más importante es la relación cultural de Hollywood con el crimen organizado: allí siempre han gustado las películas de mafiosos, y a ellos les ha gustado que se hicieran películas sobre ellos. Es una relación simbiótica. Me río de esto en el libro: mucha gente de Hollywood que ha hecho películas de gángsters se cree que son gángsters. Y a los mafiosos les gusta codearse con actores y directores porque piensan que se les pegará algo de ese glamour.
–¿Cree que Hollywood ha contribuido al blanqueamiento de la mafia?
–No es que lo crea, es que es absolutamente así. Cuando salió El Padrino, nadie se refería al jefe de la familia criminal como «el padrino». Luego se hizo común porque los mafiosos se vieron a sí mismos en esa película, y les gustó lo que vieron. Es una broma corriente en Los Soprano. Hay un poco de romanticismo en ello. Pero la realidad es muy diferente, y realmente existe el famoso código del silencio. El único mafioso que conozco que no delataba era John Gotti, y eso solo porque no tenía a nadie a su lado, porque estaba en la cima de la pirámide. De lo contrario, también habría sido una rata.
–Lleva escribiendo casi 30 años sobre esto. ¿Es peligroso hablar de la mafia, del narcotráfico, de la violencia, de la corrupción?
–Nunca he sentido miedo. Cuando escribía sobre los cárteles hubo algunas amenazas, pero también recibí comentarios de que ellos mismos pensaban que las representaciones eran precisas y justas. Me han dado algunos toques, pero los pocos encuentros que he tenido con tipos de la mafia han sido más divertidos que cualquier otra cosa. Me miran y me dicen: «¡Oh, tú eres ese tío!», y me cuentan que les encantan mis libros. No quiero compararme bajo ningún concepto con los más de 200 periodistas mexicanos asesinados.
Hay una larga historia de relación entre la industria del cine y el crimen organizado
–¿Sigue pensando que la legalización de las drogas sería el fin del narcotráfico?
–Esto nunca tendrá fin porque no importa lo que se legalice, siempre habrá un nicho de comercio ilegal, ya sea heroína o pantalones vaqueros. Pero lo que conseguimos cuando criminalizamos las drogas es causar violencia: hemos hecho que las rutas de contrabando sean tan valiosas, particularmente en México, que vale la pena matar por ellas. Ha habido más de 200.000 muertes violentas en México debido al tráfico de drogas. Nunca vamos a resolver el problema de las drogas por el lado de la oferta, ¡nunca ha ocurrido! Lo hemos intentado durante cien años. ¿Y cuáles son los resultados? Las drogas son más abundantes, más potentes y más baratas que nunca. Así que la única respuesta está en el lado de la demanda. Y hasta que no empecemos a preguntarnos primero y a responder después por qué la gente se droga, qué dolor trata de curar, no llegaremos a ninguna solución.
Creo que lo que conseguimos cuando criminalizamos las drogas es causar violencia
–¿Por qué cree usted que la gente consume drogas?
–Es muy complicado. He tenido mucho tiempo para pensar en esto y he conocido, lamentablemente, a varios drogadictos, la mayoría de los cuales murieron por sobredosis. Pero si tuviera que dar una respuesta generalizada, diría que tiene que ver con el aislamiento. El mayor consumo de drogas está en las sociedades capitalistas: hay una tendencia adquisitiva en nuestras sociedades y culturas que aísla a ciertas personas, ya sea racial, económica o socialmente. Y es más probable que esas personas busquen algún tipo de consuelo ante ese dolor. Con la Covid ha habido un repunte en la adicción, y las muertes por sobredosis se han disparado. Han vuelto la heroína, la oxicodona y, aquí en Estados Unidos, las metanfetaminas.
Creo que, en términos generales, el consumo de drogas está asociado al aislamiento
–Con su activismo político en alza, ¿cuál es su visión general de la democracia? ¿Alberga esperanza?
–Absolutamente, tengo esperanza. Pero no quiero subestimar a Trump. No quiero subestimar la fuerza de lo que considero un movimiento neofascista. De todas formas, ¿a quién le importa si soy optimista o pesimista? Yo me considero optimista, y eso que lo primero que hago por la mañana es leer cinco periódicos. A veces esa lectura me hace temblar o preocuparme. Pero ahora voy a salir con mi mujer a dar un paseo, porque todavía tenemos que poner un pie delante del otro y hacer lo que tenemos que hacer. Vivir.