El Pulitzer por el caso Watergate: cuando los premios se daban sin tener en cuenta el color de la piel
Se cumplen 50 años de la concesión del galardón al Washington Post, cuya investigación acabó tres meses después con la dimisión de Richard Nixon
Truman Capote estaba en su casa de Brooklyn Heights leyendo el New York Times cuando encontró la noticia del salvaje asesinato de una familia en su propia casa en un pueblo de Kansas llamado Holcomb. Al escritor se le ocurrió la idea de escribir un reportaje y viajó hasta el lugar que finalmente le atrapó hasta escribir una novela que prácticamente le costó la vida, aunque este es otro tema.
Algo similar ocurrió el 18 de junio de 1972 cuando, no en el New York Times, sino en el Washington Post apareció una tan breve y escondida noticia como la de la matanza de los Clutter: «Cinco hombres, uno de los cuales afirma ser un antiguo empleado de la CIA, fueron detenidos ayer sábado, a las 2.30 horas de la madrugada cuando intentaban llevar a cabo lo que las autoridades han descrito como un plan elaborado para espiar las oficinas del Comité Nacional del Partido Demócrata en Washington».
En este caso no fue Truman Capote quien reparó en ella, sino dos jóvenes periodistas del Post, Carl Bernstein y Bob Woodward, a quienes los responsables del periódico trataron poco menos que de locos al principio y después, ante la aparente gravedad de los hechos, con cierto recelo debido a las consecuencias de un posible paso en falso en la investigación que apuntaba al mismísimo presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon.
Woodward fue al juzgado como un día normal sin historia para escuchar las declaraciones de los cinco hombres detenidos de madrugada en el interior de las oficinas del Partido Demócrata, en el edificio Watergate. Resultó que uno de los detenidos era el consejero de seguridad de la CIA, James W. McCord, pero además resultó que también era el responsable de seguridad del Comité de reelección del presidente.
La coincidencia llevó al descubrimiento de Todos los Hombres del Presidente (el título del posterior libro de Bersntein y Woodward sobre el caso, también convertido en película por Alan J. Pakula y protagonizada por Robert Redford y Dustin Hoffman), una suerte de «hombres para todo» del entorno de Nixon, encargados de hacer trabajos oscuros como el del espionaje al partido demócrata.
Fontanería política descubierta tras lo que vino el rastro del dinero que se utilizó para comprar el silencio de los detenidos, supuestas donaciones privadas destinadas a los gastos de la reelección del presidente. Garganta Profunda, del que más de treinta años después se supo que era Mark Felt, director asociado del FBI, fue el informador clave (sus «informaciones» eran precisamente claves, como acertijos que tenían que desentrañarse tras cada encuentro) con el que Woodward se reunía de madrugada en un aparcamiento.
A pesar de que demostraron que existía un fondo oculto del partido republicano para espiar a los demócratas, Nixon ganó las elecciones de noviembre, pero sería un triunfo efímero para el presidente, pues la investigación se precipitaba. La explosión definitiva llegó cuando los detenidos fueron declarados culpables, pero sobre todo cuando James W. McCord escribió una carta al juez asegurando que todos los condenados habían cometido perjurio al haber sido obligados a declarar en una dirección.
Lo que sucedió después fue que Nixon fue obligado a entregar al Tribunal Supremo las cintas de las escuchas secretas como prueba contra los detenidos, lo que supuso el principio de la quema final del presidente, una vez eliminadas las figuras que le rodeaban, quien a pesar de todo quiso ser la falla valenciana triunfadora al final de las fiestas. pero no lo consiguió. El propio partido republicano se puso en contra de su líder situándose a favor de una posible destitución, el impeachment que finalmente no llegó porque Nixon dimitió el 8 de agosto, extendiendo una inútil resistencia casi tres meses exactos después de que el Premio Pulitzer le fuera concedido al Washington Post por la investigación del caso Watergate, el trabajo que casi todo el mundo recuerda como una cima del periodismo.